lunes, 29 de noviembre de 2010

Lo Mejor de los 4 años

Verificando la lista de entradas en este blog, descubro que en este día hace cuatro años, empecé este blog en su forma actual. Durante este tiempo, me he ido acostumbrando cada vez más a dejar algo de mi tonta sabiduría en forma de pedazos de pensamiento o embriones con ínfulas literarias. Volviendo a releer mis propios posts (ejercicio un tanto masoquista) he encontrado un inesperado placer. Es verdad, al menos para mí, que uno escribe lo que le gustaría leer. He confirmado también, con ayuda de las estadísticas, que las entradas que más me gustaron en su momento no son las que tienen la mayor cantidad de visitas. Por el contrario, las entradas más visitadas o comentadas las hice de manera apurada o las publiqué con un cierto remordimiento al pensar que no estaban tan buenas.

Otra cosa que he descubierto al revisar las entradas anteriores es que hay frases o reglones que realmente me han salido muy bien, modestia aparte. Como celebración de los cuatro años de este blog, quiero compartir las frases que más me han gustado y que han tenido los mejores comentarios entre las 200 y pico entradas anteriores:

Hay sitios donde el filósofo y el tonto se formulan las grandes preguntas de la vida: ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué? y ¿Qué hago aquí?
(Perdido en Lima)

En nuestro país parece que siempre hacemos las preguntas equivocadas. Al que me pregunta que cuándo se jodió el Perú, le respondo que en vez de preguntarnos eso, preguntémonos cuándo empezamos a desjoderlo. Creo que sería más constructivo.
(Arroz con mango de tonterías)

..Si en esta ciudad uno se queda mirando al cielo un rato, lo toman por tonto y le roban la billetera.
(El Principito y yo)

- ¿Qué senda he de tomar entonces? Le dije, con la intención de tomar exactamente la dirección contraria a donde me dijera.
- Solo cierra los ojos y camina… Tarde o temprano encontrarás el camino o tropezarás con un árbol. Es lo que has hecho toda tu vida…
(El Gato de Cheshire)

Los tontos debemos enfrentar a la incredulidad de la gente normal, incapaz de comprendernos. Pero no importa. Persistimos.
(José María Eguren, Un tonto sublime)

¿Acaso Superman, con todos sus poderes, puede igualar a Clark Kent cuando sazona una parrilla en su granja?
(El tonto Clark Kent)

He tomado una píldora roja por la mañana. Me dio un sueño terrible. Tomé otra por la tarde. Me dio más sueño. A la sexta píldora recién se me empezó a quitar el resfrío. Nunca pude salir de la matrix.
(Los tontos no salen por televisión)

Nunca te he pedido que vivas como yo. Simplemente he tratado de enseñarte a vivir tu propia vida y a ayudar a los demás a vivir la suya.
(Historias apócrifas)

Cualquier parecido con la realidad... es culpa de la realidad.
(10 cosas que aprendí de Star Wars)

La demás gente se choca con un carro por voltearse a ver a una mujer. El ingeniero se tropieza con una mujer por voltearse a ver un carro.
(Los ingenieros son diferentes)

Un tonto tiene la facultad de ser inmune a la experiencia y cumplir siempre con la tarea con la misma candidez e inocencia de quien lo realiza por primera vez.
(Se necesita un tonto)

Los gatos maúllan en francés, los perros ladran en alemán, las gallinas cacarean en italiano, pero sólo los burros hablan el idioma universal. Y es por eso que los hombres los tratan tan mal.
(Animalismos)

Un pesimista le vendió un vaso a un optimista, diciéndole que estaba medio vacío. El optimista lo compró pensando que era una ganga pagar ese precio por un vaso medio lleno.
(Frases twitteables)

jueves, 25 de noviembre de 2010

En el nombre del hijo


Sucedió hace tiempo ya. En una sala de maternidad, un asustado padre lleva a su esposa con los dolores del parto, adelantados casi dos semanas. Entre el ajetreo de la llegada intempestiva, los trámites de admisión para la madre, la búsqueda apurada del médico, y la tropa familiar que más que ayudar estorba, al pobre padre se le ha acabado la calma hace ya bastante rato. Por eso cuando la enfermera le da la noticia de que su bebé ya ha nacido, el hombre está aún en estado de shock. Más aún cuando le dicen que tienen un lindo niño y no una mujer, como le dijo con insistencia el doctor durante los cuatro meses previos. Cuando la enfermera le pregunta sobre el nombre que le pondrá al bebé en todos los trámites posteriores, el padre de otros dos hijos estalla al fin, presa de las tensiones:
- ¡Lo único que quiero es que este hijo sea el último!

Más de treinta años después, Último García tiene aún que sufrir las consecuencias del exabrupto paterno. Al menos no se siente tan solo en compañía de otros casos de nombres inusuales que parecen ser cada día más frecuentes. A los nombres sacados del santoral, que dieron frutos tan raros como Cristóforo, Anacleto o Nepomuceno, le han sucedido los nombres provenientes de las películas, telenovelas o series de TV. Y como siempre, el único que no tiene no voz ni voto es el pobre infante, que cargará para siempre con el peso de su nombre.

- En serio, ¿Por qué le pusieron ese nombre?
- Es que mi padre era fanático de las películas musicales, admiraba tanto a Gene Kelly que me puso ese nombre…
Kelly Alberto Muchotrigo explicaba de esta manera su solicitud de cambio de nombre ante la oficina competente. Allí, a modo de consuelo le explicaron los casos de nombres como Hitler, Stalin, Pavlov, Kennedy, Roosevelt y otros más que se estilaron en tiempos antiguos.

Ahora parece que además, los nuevos padres recurren además a la imaginación para nombrar a sus hijos. Me estoy encontrando cada vez con mayor frecuencia con casos que desafían todo intento de buscar un significado al nombre, salvo en aquellos casos en que la explicación viene dada por el progenitor:
- ¡Qué bonito niño! ¿Por qué dices que lo llamaste Helio?
- Porque cuando mi mujer se embarazó, me dijo que solo era un gas…

domingo, 21 de noviembre de 2010

Frases twitteables 2



  • Encontré un mensaje en una botella: “El exceso de bebidas alcohólicas es dañino para la salud”. Regresé la botella al mar.

  • Amigo es el que habla bien de ti antes de que te hayas muerto.

  • “Venderemos cara nuestra derrota” dijeron los jugadores antes del partido. El tribunal que los procesó por soborno y arreglo de partidos comprobó que habían dicho la verdad.

  • Eso de que el dinero no hace a la felicidad es una cruel mentira, ayer me pagué un payaso por hora y no saben lo que me reí.

  • La distancia entre ser un cobarde y ser un héroe es tan solo un empujón al de adelante cuando solicitan un voluntario.

  • Me faltan fuerzas para la subida, y frenos para la bajada…

  • Aquel club de suicidas tuvo que cerrar porque se quedó sin socios.

  • El problema con el mundo es que los estúpidos están seguros de sí mismos y los inteligentes llenos de dudas.

  • ¡Viva la Onestidad y la Hortografía!

  • Mi esposa se fue con el cantinero… Ahora me quedé solo y el cantinero no me fía.

  • Quien encuentra un amigo encuentra un tesoro; y quien encuentra un tesoro encuentra muchos amigos.

  • ¡Cuidado! Los cirujanos plásticos cobran de acuerdo a la cara del cliente.

  • Los elefantes perdonan, pero no olvidan...

  • Leído en un baño: ¿Dejarás que lo que tanto esfuerzo te costó, se vaya por el desagüe?

  • Encontré que la llave de tu corazón abre otras partes tuyas…

  • "La hierba se ve siempre más verde al otro lado" piensa el presidiario al mirar por la ventana de su celda.

  • Mi proyecto de anuncio: "La estupidez es curable, si se detecta a tiempo".
  • Erase un hombre tan viejo que hasta Dios lo trataba de Usted.
  • Mi vida es un reality show. Solo que nadie lo filma.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Comedia al Piano

Ya que hace un tiempo que no pongo algo de música por aquí, y para darme un descanso de las historias que he estado publicando, los dejo en las capaces manos de Chico Marx, para mostrar cómo se puede hacer comedia y tocar el piano al mismo tiempo, sin necesidad de tocar una canción cómica.



La escena es de la película "Una Noche en la Opera", de 1935.

sábado, 13 de noviembre de 2010

El actor menos famoso del mundo


Hoy agregaré a un nuevo personaje a la galería de tontos que han pasado por aquí, en mi intento de rescatar a aquellos a quienes la historia oficial margina injustamente.

El personaje que describo es un actor, cuyas películas más importantes, en donde tuvo el papel principal, son las más taquilleras de la historia. Su personaje se ha vuelto un icono de nuestro tiempo, reconocible en cualquier lugar. Sin embargo, y a pesar del gigantesco éxito de sus películas, nadie lo detiene por la calle para pedirle autógrafos, nadie lo invitó a las grandes galas cinematográficas. Incluso si menciono su nombre, la gran mayoría no lo reconocerá. Se llama David Prowse.

Empezó como atleta, llegando a ser campeón nacional de levantamiento de pesas. Así lo vieron los productores del famoso estudio Hammer, especializado en películas de terror gótico. Allí hizo un par de películas en el rol de Frankenstein que pasaron sin pena ni gloria. Después de estos fracasos, lo más que llegó fue a hacer un pequeño papel en “La Naranja Mecánica”. Así estuvo hasta1977, en que finalmente llegó su momento.

“La Guerra de las Galaxias” era un film que nadie quería hacer, pues se le consideraba una diversión para niños. George Lucas tuvo que echar mano a actores desconocidos y viejas glorias, como Peter Cushing y Alec Guiness. Se necesitaba un actor alto y fornido para el papel del villano Darth Vader. Así fue como David obtuvo el papel. El problema es que no tenía voz de villano. Aunque usó su voz durante las filmaciones, al final su voz fue doblada por James Earl Jones. Prowse no se enteró hasta que vio la película en su estreno.

David Prowse se convirtió así en el actor menos famoso del mundo. Era el personaje principal y más popular de la película que revolucionó la industria del cine, su personaje se convirtió rápidamente en objeto de culto, pero el actor quedaba irreconocible, con el rostro cubierto por una máscara, y su voz reemplazada. Ni siquiera se veía parte alguna de su cuerpo, a causa del disfraz. Para colmo, en la escena de lucha fue reemplazado por quien trató de enseñarle esgrima.

En la segunda película de la saga. Prowse siguió aportando su cuerpo para el personaje de Darth Vader, y su voz durante la filmación. Durante la escena más famosa, el enfrentamiento entre Darth Vader y Luke Skywalker, el director le indicó que su línea era “Obi-Wan mató a tu padre”, pero en el doblaje esta se transformó en el famoso “Yo soy tu padre”. La documentación que tengo no lo menciona, pero imagino que David se sintió nuevamente estafado al ver el film.

Como consuelo, desde el primer film George Lucas había prometido a Prowse mostrar su rostro en la siguiente película. En la tercera parte, “El Regreso del Jedi”, por fin encontró en el guión la escena prometida. Otra decepción. En el momento culminante en que Luke Skywalker retira la máscara de Darth Vader, el director Richard Marquand lo reemplazó con otro actor.

De todo esto, poco le quedó al buen David. La paga por estas películas era más bien poca, en comparación a las estrellas más visibles de la saga. No fue llamado para las nuevas películas, y al parecer tuvo un entredicho con George Lucas, por lo que ha sido ignorado en las más recientes reuniones de los actores de la saga.

Por esto, como reconocimiento, merece estar en la ilustre galería de tontos que han llegado hasta aquí, como el actor menos famoso del mundo.

martes, 9 de noviembre de 2010

El hombre invisible


Recuerdo perfectamente a Anselmo, el hombre invisible. Era todo un señor, un caballero como los que ya no se ven hoy en día. Siempre se podía contar con él, aunque normalmente anduviera sin un céntimo en el bolsillo. Trabajaba de mayordomo en ese tiempo. Sus jefes decían que era el mayordomo perfecto, pues no dejaba notar su presencia y no se le veía. Más tarde un amigo le dijo que en ese trabajo no se le veía futuro y le consiguió empleo en una oficina. Allí hacía un trabajo discreto, invisible. Aunque era honrado y nunca se le vio haciendo algo deshonesto, el ascenso no llegaba y sus jefes no lo veían en un puesto superior. Recuerdo que cuando lo invitaba a almorzar, el mozo hacía como que no lo veía e incluso me traía la cuenta a mí. A Anselmo ni lo miraba. Yo creo que era por la ropa que llevaba.

En ese tiempo fue que las cosas empezaron a salir mal para él. Primero se enfermó y nadie lo fue a ver, incluso el médico dijo que no le veía nada malo. Luego su esposa lo dejó, diciendo que no lo quería ver nunca más. Peor fue cuando lo denunciaron en el juzgado. Aunque acudía a las citaciones, decían que no lo habían visto llegar y los jueces no veían su caso. Los amigos empezaron a rechazarlo. Cuando pasaba, fingían no verlo. A mí me daba tanta pena que no lo podía ver en ese estado. A él tampoco le gustaba que lo vean así. Algo de orgullo le quedaba.

Por eso creo que se volvió solitario. Ya no se dejaba ver por estos sitios. Y cuando nos dimos cuenta, nadie recordaba ya haberlo visto. Ahora ya ninguno de nosotros lo ve por estos rumbos. Una vez lo llamé por teléfono y le pregunté cuándo nos podríamos ver. El día acordado no lo vi allí.

Es que la vida de un hombre invisible es difícil, aunque muchos no puedan verlo así.

viernes, 5 de noviembre de 2010

El Señor Ingeniero


Dentro del trabajo que realizo, me toca vérmelas con todo tipo de gente, y a su vez, a todo tipo de gente le toca vérselas conmigo. Es que yo me considero a mí mismo como una persona normal, pero en realidad soy un ingeniero. Y la gente tiene una opinión formada de lo que debe ser un ingeniero. Según la cual un ingeniero debe hablar de cosas ininteligibles para el resto de los mortales, debe estar siempre pensando en lo mal hechas que están las cosas y en cómo mejorarlas, y exasperarse cuando alguien no entiende de lo que está hablando.
En realidad existen muchas clases de ingenieros, y yo debo estar en alguna de ellas. Pero el tipo de ingeniero del que quiero hablar esta vez es un tipo especial: El Señor Ingeniero.
Esta es una persona que generalmente ha obtenido su título después de un gran esfuerzo. Desde su salida de un pueblito de nuestro país, o desde una humilde casita construida con el esfuerzo de sus padres, el Señor Ingeniero está convencido de que el título universitario le hace ascender automáticamente en la escala social, y que el resto de los mortales le debe reconocimiento en virtud al esfuerzo necesario para terminar tan difícil carrera.
Por eso, y aún antes de presentar su tesis y obtener el título oficial, insisten en que se les llame con el nominativo de “Ingeniero”. ¡Pobre de aquel que les llame “señor”! Esa es una ofensa que el Señor Ingeniero no perdona.
- ¡Oiga, yo soy INGENIERO! ¡No me he pasado todo ese tiempo en la universidad para que me llamen “señor”!
La mención al tiempo pasado en la universidad no es gratuita. Aunque nunca lo revelan, y se refieren a él como “todo ese tiempo”, lo normal es que el Señor Ingeniero no haya terminado la carrera en los cinco años normales. El Señor Ingeniero en realidad terminó la carrera en siete, ocho o más años, el tiempo exacto es un detalle que pone en peligro la admiración que ha de sentir la gente al saber que él es todo un Señor Ingeniero.
Para ser admirado, el Señor Ingeniero debe ser único. El otro personal que trabaja con él debe probar su valía antes de que el Señor Ingeniero lo reconozca como tal.
- ¿Qué, usted también es ingeniero? A ver, ¡Muéstreme su carnet! ¿De qué universidad es usted? ¿Cuál es su especialidad? ¿Qué experiencia tiene? ¿Dónde ha trabajado?
Estos datos son importantes para el Señor Ingeniero, porque le permiten verificar que su conocimiento es inferior, sobre todo si han estudiado en una universidad diferente a la suya, en una especialidad diferente, y no han pasado lo que él para ser llamados ingenieros.
- ¡Qué va a ser usted ingeniero! ¡De esa universidad, todavía! ¡Yo sí soy ingeniero! ¡Yo tengo mi postgrado en ciencia de los elementos infinitos! ¡He trabajado 5 años para INGSA! ¡Usted no es nada, hágame el favor!
El Señor Ingeniero, además, tiene la sobrehumana facultad de no equivocarse nunca. Aunque un proyecto bajo su supervisión directa tenga resultados desastrosos (y esto suele ocurrir) la culpa es de sus subordinados, que no siguieron al pie de la letra sus instrucciones, del cliente que no entendió lo que necesitaba hacerse, o de actos divinos que no se pudieron evitar. Y el fracaso no le inhibe de exponer en congresos y simposios su conocimiento de la ciencia ingenieril, donde describe la forma en que se deben manejar los proyectos, y recomienda a los demás a que sigan su ejemplo. Y si no le hacen caso, entonces por eso es que estamos así en este país.
Y hablando de congresos, este es uno de los lugares donde se puede distinguir al Señor Ingeniero a simple vista. Se le reconoce por la cantidad de insignias y prendedores de órdenes, asociaciones y congresos anteriores que lleva orgullosamente en las solapas de su terno oliendo a naftalina que se mezcla con el perfume barato que se echa generosamente en la cara. Y estará siempre tratando de convencer a otra persona de lo buen ingeniero que es y sobre como se le debería dar reconocimiento a él, en vez de a otros que no lo merecen.
Por eso, el Señor Ingeniero busca hacerse amigo de otros Señores Ingenieros con mayores influencias y cargos que él, para otorgarse entre ellos las medallas e insignias que tanto le gustan y que mostrará orgulloso en cuanta reunión pueda, con lo que se sentirá cada vez más cerca de su sueño máximo: que cuando muera, en su lápida sus deudos coloquen su nombre precedido de la fórmula “El excelentísimo Señor Don Ingeniero, lumbrera de la Ingeniería Nacional”, para que su nombre tenga la reverencia de los siglos venideros, tal como deseó que fuera en vida, y que este país lleno de envidiosos le negó en su tiempo.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Un momento estelar de la humanidad


En la primavera de 1878, primavera que fue más calurosa de lo normal, según cuentan los registros de la época, la gente se volcaba a los campos para disfrutar del aire fresco y escapar de la ciudad y sus tensiones. Por esos años era ya muy popular el juego del football, que reunía en ese tiempo a decenas de jóvenes que salían del trabajo con aquellos a quienes la revolución industrial dejaba sin futuro a la vista. Muchos de ellos se convirtieron en marinos en ese tiempo, convirtiendo a Inglaterra en la potencia dominante en los mares del mundo, y esparciendo el football a su paso por todos los puertos en donde recalaban.

En ese caluroso 1878, entonces, se jugó un partido entre Nottingham Forest y Sheffield Norfolk. Muchos de los jugadores eran, como hemos dicho, marinos que habían regresado de largas travesías marinas, y habían traído al fútbol varias de las costumbres de la marina, como el uso de uniformes y las señas con banderas para el árbitro. También habían traído al juego la rudeza de los marineros, que los alejaba de la tradicional caballerosidad inglesa, que llegaba anteriormente a reconocer sus propias faltas en el juego y a hacer innecesaria la presencia del árbitro. Pero en este juego la rudeza era patente, alimentada por la tradicional rivalidad entre los dos pueblos de donde provenían los equipos.

De poco le servía al árbitro agitar la bandera y señalar a gritos las faltas cometidas, pues los jugadores no miraban las banderas y se gritaban entre ellos, haciendo inútiles los reclamos verbales del árbitro. El juez, oficial de la marina inglesa, estaba muy poco acostumbrado a no ser obedecido y vio claro el riesgo de que el juego se saliera de control y degenerara en una gresca de proporciones. Sin duda aquello le parecería demasiado parecido a un motín en alta mar, así que hizo lo que un oficial de la Real Marina haría en un barco: Sacó de su bolsillo el silbato que utilizaba para impartir órdenes y lo sopló con gran fuerza. Los jugadores al escucharlo, obedecieron también al acto reflejo de detener toda acción y colocarse en posición de firmes. Las fricciones entre ambos bandos cesaron de inmediato, el árbitro recuperó la autoridad que le daba el silbato y el partido terminó sin mayores incidencias.

Aquel día nació una de las tradiciones del fútbol: el uso del silbato, que pronto se difundió en toda Inglaterra y luego en el mundo. Hoy lo recordamos aquí porque… No sé, tal vez porque me pareció algo bonito para contar hoy…
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