Hoy me toca rescatar a un tonto que iluminó las letras peruanas a principios de ese siglo XX cambalache del que hablaba el tango: José Maria Eguren.
José Maria nació poco antes de la Guerra del Pacifico, en una familia de cierto abolengo pero sin mucha plata. La infancia la pasó en la campo, en la hacienda familiar y en Barranco, que en esa época era también como vivir en el campo. Era desde pequeño un niñito flaco y debilucho, de los que se enferman al primer soplo de viento, y por eso tenía un tutor y no iba al colegio, lo cual probablemente le salvó la vida, ya que hubiera sido el clásico ganso del colegio a quien todos golpean y de quien todos se burlan. Chema (supongo que lo hubieran llamado así) creció entonces tímido y soñador, es decir, todo un tonto.
Como la mayoría de los introspectivos, tenía afición por la lectura. Me lo imagino devorando los libros de la biblioteca familiar y los que llegaban a la casa. Baudelaire, Corneille, Rimbaud, Darío. Tomó como arma la poesía para expresar lo que le desbordaba del alma (¡y pensar que otros sufrimos para mantener un mísero blog!). La poesía de Eguren se nutre de las sagas nórdicas, los cuentos europeos, y de una imaginación imparable.
Manuel Gonzales Prada, quien tenía todo el carácter que le faltaba a José María, le convenció de publicar su primer libro “Simbólicas” en 1911, portándose como el niño más grande de la escuela que protege al más débil. Y ciertamente le hacían falta defensores, porque la crítica literaria del momento destrozó el libro. Es que no podian entender algo tan sencillo como esto:
Desde la aurora
Combaten los reyes rojos,
Con lanza de oro.
Por verde bosque
Y en los purpurinos cerros
Vibra su ceño.
Falcones reyes
Batallan en lejanías
De oro azulinas.
Por la luz cadmio,
Airadas se ven pequeñas
Sus formas negras.
Viene la noche
Y firmes combaten foscos
Los reyes rojos
Las críticas realmente afectaban a José María, que era muy tímido y apocado. Felizmente tenía una manchita de admiradores que lo defendían entre los que estaban Abraham Valdelomar, Cesar Vallejo, y Jose Carlos Mariátegui, quienes lo animaron a perseverar en la poesía. Posiblemente a ellos debemos que haya seguido publicando libros como “La canción de las figuras” y “Poesias”.
Es que Eguren no tenía material para ser una estrella de las letras. Era una persona amable, que no se metía con nadie, no le interesaba la política, ni las discusiones teóricas sobre los movimientos poéticos. Ni siquiera quiso abandonar su casa de Barranco para vivir la vida limeña. Digamos que solo hacía poesía. Además de pintar, pasear por el campo y tomar fotografías. Llegó a fabricar una cámara diminuta que tomaba fotos del tamaño de una uña. Daba largas caminatas entre Barranco y Lima, y hasta recorría el camino en bicicleta, lo que le ganó fama de excéntrico.
Su simpatía y el estar siempre pensando en “otra cosa”, le granjearon la simpatía de sus amigos, lo cual, como hemos dicho eran quienes se encargaban de defenderlo y levantarle la moral, como merece un tonto de su categoría.
Pero, como obviamente es muy difícil vivir de la pintura, la poesía y la fotografía, y en el Perú, esto se torna en algo casi imposible, el dinero de la familia se fue consumiendo, ya que llegó a una edad avanzada sin habérsele conocido “un trabajo decente” como decían nuestros abuelos a todo aquello que no tiene que ver con el arte. Así tuvo que dejar sus paseos por el campo y esperar el prestadito y la colecta de los amigos. Gracias a la campaña hecha por sus amigos, tomó el cargo de bibliotecario en el Ministerio de Educación. Un trabajo es un trabajo, aunque se trabaje para el gobierno, con paga reducida y la obligación de mudarse a Lima. Ese cargo, como las todas las dádivas que da el gobierno a los intelectuales, le duró poco, y el cargo fue suspendido por falta de presupuesto. Lo único que le quedó fue la poesía y la pintura, con las que quedó hasta el final de su vida, incapaz de reclamar debido a su timidez y a que sus defensores de antes murieron antes que él.
Solo al final de su vida se le dio el reconocimiento a su poesía, y ni siquiera en ese entonces se interesó en recibir los homenajes y siguió viviendo tan tranquilo como antes, hasta su muerte.Esta es una muestra de que los tontos debemos enfrentar a la incredulidad de la gente normal, incapaz de comprendernos. Pero no importa. Persistimos.
Sin contar que es el emblema Voyeur del Perú.
ResponderBorrarHola, tonto --
ResponderBorrarI just put your site on my blogroll for An American in Lima. :)
Hey, sobre Prada, su prosa es la que encarna la actitud que mencionas, la fuerza está en su retórica, porque sus biógrafos -Luis Alberto Sánchez, Eugenio Chang-Rodríguez- afirman que era tímido, que nunca leía sus discursos, y que su actuación en la guerra contra Chile no fue muy energética. Recuerdo unos datos como esos, y el resultado es que me fue fácil separar al hombre y a la obra -ciertos razgos.
ResponderBorrarEtc.
... Sobre Manuel Gonzales Prada... Siempre me gue muy dificil conciliar su prosa politica inflamada con sus delicadas poesias...
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