miércoles, 28 de agosto de 2019

Dos cortitas


Ciclo capitalista 
Buscar trabajo
Tratar de sobrevivir mientras encuentras un trabajo
Obtener un trabajo
Conformarse hasta encontrar un trabajo para el cual se ha estudiado
Tener un trabajo acorde a tus capacidades
Tener un trabajo donde hagas lo que te gusta
Tener un ambiente de trabajo agradable
Encontrar un trabajo donde te paguen lo que mereces
Sobrevivir a la próxima reducción de personal
Repetir el ciclo.


Generaciones
La generación que escuchó a los Beatles, lo único que puedo decir es que tiene un mejor gusto musical.
La generación hippie no logró hacer que triunfe la paz y el amor.
La generación que creía en el socialismo fue la que más rápida y estrepitosamente vio destrozarse sus sueños. Algunos no se recuperan hasta hoy del golpe.
La generación que jugaba con el cubo de Rubik ¿Es más hábil con las manos? ¿Tiene mejor percepción tridimensional?
La generación que jugaba con un Tamagotchi ¿Trata mejor a sus mascotas? ¿Entiende mejor sobre la fragilidad de la vida?
La generación que leía los libros de Harry Potter ¿Tiene mejor comprensión de lectura?
De la generación que hoy escucha reggaetón ¿Qué podremos esperar realmente?

domingo, 18 de agosto de 2019

Pelotitas anti stress


Conforme crece el índice de stress en nuestra oficina, los responsables de personal se esfuerzan cada vez más en buscar formas de mantener a la gente motivada, y evitar una ola de suicidios, asesinatos y levantamientos en masa de imprevisibles consecuencias. Yo también creía que estos riesgos eran pura exageración sacada de un libro extranjero, hasta que caí en la cuenta de ya ha habido varios casos de compañeros caídos en el cumplimiento del deber, que la empresa ha tratado de suavizar reportándolos como resfríos, descansos intempestivos o inofensivos arrebatos de locura temporal.

La primera acción que se tomó fue implementar un mini gimnasio. Tal como lo predije cuando nos dieron la noticia, la novedad duró cosa de dos semanas, hasta que se dieron cuenta de que a nadie le dan tiempo para usarlo, no importa que tan temprano o tan tarde sea, y a los que empezaron a usarlo eran mal vistos, como flojos que no querían trabajar o que tenían tiempo de sobra. Para mí, lo que hacía falta en el mini gimnasio era un saco de arena para golpear, y con sitio para colocar la foto de alguien, como para hacer el ejercicio con más gusto.

El último intento ha llegado hace poco, y consiste en repartir una dotación de pelotitas anti stress. La idea no parece tan mala, uno puede oprimir la pelota de una manera discreta en su mismo puesto de trabajo sin ser señalado por ningún dedo acusador. Una experta en bienestar laboral ha ido sección por sección para repartir y explicar el uso adecuado de las pelotas anti stress. Yo veo la que me dan y me parece raro que una pelota de espuma necesite instrucciones de uso. Solo se trata de estrujarlas hasta que se te quiten las ganas de venir con una ametralladora a la oficina, no hay gran ciencia en ello. La experta nos explica que la pelota se debe estrujar rítmicamente, coordinadamente con la respiración, que al hacerlo debemos estar una posición cómoda en nuestro asiento, y otras indicaciones que no escucho porque estoy tratando de hacer algunos de los trucos con pelotas que he aprendido alguna vez.

Aunque para algunos estas pelotitas se han convertido en un adorno más de la oficina, por mi sitio ya dos de ellas han cumplido su destino, quedando convertidas en una masa informe y arrugada, víctimas de un mano con mucho stress acumulado, que no solo estruja, sino que también retuerce, estrangula y destroza. Debo reconocer que no pensaba que una pelota podía convertirse en algo así en tan poco tiempo.

Yo por mi parte, aún estoy volviendo a recordar varios trucos de pelotitas. En la mañana, cuando los cestos de basura están todavía limpios, juego a la canasta en ellos, y ya me he ganado un par de apuestas y el récord de canasta a tres bandas. Con otras pelotitas donadas generosamente por trabajadores que no creen en estas cosas, he completado la colección de pelotitas con una de cada color, y he podido hacer dos vueltas de malabarismo con tres pelotitas, incrementando mi reputación en la oficina.

 Aunque ha aumentado el índice de pelotitas tumbando floreritos, lapiceras y monitores de computadoras, creo que en general la moral de la oficina ha subido un poco. Con mi ayuda, mis compañeros empiezan a dominar los secretos del “pelotitas anti stress free style”, pasando las pelotas desde la espalda y recibiéndolas con volteretas. Aún estoy tratando de convencer al Área de Personal que el incidente de la guerra de pelotitas entre áreas funcionales ha servido para liberar tensiones en ambos lados. Como parte del área técnica, estoy haciendo planes para modernizar el proceso con hondas y rifles lanza pelotas. Sería una verdadera forma de liberar el stress acumulado.

miércoles, 7 de agosto de 2019

Mis playlists


Desde la aparición de Spotify y los otros servicios similares, se ha vuelto común escuchar la música desde el celular. Yo mismo, caigo en esa tentación de la música a la carta, que supera por mucho a la colección de canciones que mantenía y que ya ha logrado que abandone definitivamente la radio.

Dejando de lado las discusiones sobre la calidad del sonido, es una buena alternativa para viajes cortos en el transporte público (para viajes largos, aún es mejor mi reproductor portátil) y para esos momentos al final de la tarde en que el cansancio exige algo de ruido que distraiga y mantenga la productividad.
Es en este momento cuando tengo que escoger una lista de canciones o playlist que cumpla con la función y que sea alusiva al momento. Tomando en cuenta cómo está el trabajo en estos días, hacer una playlist es necesario, antes de poner “Under Pressure” en loop infinito, porque es la única canción que se me ocurre como banda sonora de esos momentos.

Aquí es donde he descubierto el sutil arte de crear una playlist, que no es lo mismo que poner una hilera de canciones revueltas una tras otra, como ciertos playlist que he visto, que bajo nombres tipo “lo mejor de lo 90” o “las canciones del verano” ponen literalmente cualquier cosa. No, las canciones de la lista deben tener algún punto en común, que puede ser una base de guitarra o piano, un estado de ánimo o un tema en la letra.

Buscando las playlist disponibles en Spotify, encuentro algunas que desde el nombre me hacen pensar que no soy el único tonto en esta labor. A los nombres comunes como “las bailaditas del verano” o “las clásicas del reggaetón”, siguen nombres muy descriptivos como “chanchitos enamorados” o “música para escuchar mientras haces el planchado”, pero que por lo mismo, no me dan ganas de escuchar. Así que primero encontré algunos playlists y les cambié de nombre por unos más apropiados, más o menos así:
  • “Lista de Aerys Targarien”: Es decir, quémenlos a todos. 
  • “Si te han mandado a la mierda, escucha esto durante el viaje” 
  • “¿Quieres poner a tu vecino como un energúmeno? esta es tu playlist” 

La tarea, aunque entretenida, no llena el alma, así que es necesario crear mis propias listas, pensé.  Tras un exhaustivo análisis de mi vida y sus momentos, estoy ahora en el afán de crear mis playlists, que estoy seguro que serán un éxito, y son más o menos así:
  • “Soy un macho sensible” 
  • “Los retardados mentales también tienen derecho a escuchar música” 
  • “Música para alguien que no voy a decir quién es, pero lo estoy mirando” 
  • “Música que no sé cómo llegó aquí” 
  • “Dedicadas a ese que no voy a decir quién es, pero que lo estoy mirando”. 
  • “Te apuesto a que esta canción no te la esperabas” 

¿Y qué contiene cada una de las listas? Eso lo dejo a la discreción de cada uno, que cuando sepa de esta lista me diga la canción que cree que debe estar allí, y así yo la agregaré.
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