domingo, 24 de junio de 2018

El mundial de fútbol, desde mi oficina


Al igual que siempre sucede cada cuatro años, el mundial de fútbol altera todas las actividades cotidianas y monopoliza las conversaciones. Es inútil el reclamo de algunos que quieren marcar la diferencia y exige que nos ocupemos de la crisis política, el calentamiento global en vez de estar embobados con el mundial. Yo no quiero criticarlos, porque después de todo, ellos también cumplen una función importante dentro de la estructura social: ellos son los que vigilan que durante nuestra ausencia cuidan que nuestros políticos no se terminen de llevar el país aprovechando que todos estamos mirando hacia otro lado.

Y este mundial me encuentra en una posición diferente a otros años. En primer lugar, estoy en la ciudad y no en un pueblo sin acceso a la televisión, en segundo, por fin mi país ha clasificado y el entusiasmo es desbordante esta vez, donde ver los partidos de nuestra selección se ha convertido en un deber patriótico. Por último, el proyecto en el que estoy trabajando está relacionado al deporte y tenemos la presencia de muchos expertos extranjeros que también están interesados en los partidos.

Trabajar en una gran oficina con mucha gente ha marcado también una diferencia. Aunque en teoría no debemos detener el trabajo para ver el mundial, la práctica dice otra cosa. Para los primeros partidos yo creí estar muy bien preparado con mi celular con el aplicativo que me permite ver televisión. No fue así, porque otros lograron convertir el monitor de la computadora en una televisión. La gerencia, por su parte, instaló una televisión en la sala de reuniones. Pero todos ellos fueron derrotados por los nerds del área de sistemas, que instalaron un ecran y un proyector para ver el fútbol en pantalla gigante. A la hora de la verdad, la red colapsó, al igual que el aplicativo de mi celular, los gerentes se encerraron en su sala, el televisor se veía tan borroso que se tenía que adivinar las jugadas y todos terminamos mirando en el televisor del comedor.

Durante las horas en que no hay partidos, las conversaciones siguen siendo sobre fútbol. Yo tengo información de primera mano, gracias a los detallados reportes de un amigo que está en Rusia e informa todo desde su Facebook. En la oficina, nuestros expertos analizan los resultados, tenemos opiniones desde el punto de vista económico, científico, social y de algunos que mezclan a la FIFA en sus teorías conspirativas de dominación mundial. Las mujeres también hablan de fútbol, aunque la mitad de las veces el tema se desvía a discusiones sobre el jugador más guapo o la selección con mejor porte. Todos, sin embargo, están de acuerdo en criticar al tonto que está acertando los resultados de los partidos y se está llevando la quiniela de la oficina. Yo me uno también al coro, porque por primera vez, ese tonto no soy yo.

Como decía hay muchos extranjeros en las oficinas, y varios de ellos sacan fotos del ambiente de la empresa, nunca han visto gente que va a trabajar usando la camiseta de la selección. Contagiados, varios de ellos traen casaca y bufanda de nuestra selección. Bueno, excepto algunos de los brasileños, que ellos no transan tan fácilmente. Ya se sabe que los peruanos somos muy amables con los extranjeros, y esto queda reflejado cuando los acompañamos en su emoción al ver los partidos de su selección. Normalmente sabemos de donde es cada uno de los expertos, pero algunos de los extranjeros tienen lo que podríamos llamar una “nacionalidad compuesta”. Por ejemplo, uno de ellos es peruano pero tiene pasaporte francés, otro es portugués casado con una brasileña. Uno de ellos me tuvo que explicar dos veces que es un peruano que estudió en Alemania, está casado con una brasileña, con quien vive en España. Este tipo se tiene que ver todo el mundial, recuerdo que pensé.

Y ya que hay partidos a la hora del almuerzo, aprovechamos para acompañar al extranjero a quien le toca ver a su selección. El choque entre Portugal y España fue un acontecimiento especial que contó con la presencia de representantes de los dos países, además de los partidarios del Real Madrid y las partidarias de Cristiano Ronaldo.

El plato fuerte es, obviamente, el primer partido de nuestra selección. En los futuros años se seguirán contando las historias de hombres fuertes llorando frente al televisor, de un himno nacional cantado a todo pulmón al otro lado del mundo por miles de personas, de mujeres gritando de una manera desusada fuera de la privacidad de sus casas, y un grupo de extranjeros tomando incansables fotos no del partido, sino del público que abarrotaba el comedor, para mostrar en sus países cómo se vive el fútbol por aquí.

El mundial todavía no termina, y estoy seguro que veré aún más cosas dignas de relatar desde mi oficina.

domingo, 17 de junio de 2018

Los Americanos


- Ingeniero, allá en la planta ¿Hay gringos?
- Sí, hay tres o cuatro americanos.
- Y los americanos ¿Cómo son?

El grupo de ingenieros que nos encontrábamos en la mesa miramos todos al niño, hijo de la dueña del restaurante que nos daba menú en la obra, y que nos hacía la pregunta con total inocencia y atrevimiento.
- Los americanos son más altos que nosotros, más blancos y saben todos hablar inglés – Respondió uno de mis compañeros, más en broma que en serio. Yo por mi parte, caí en la cuenta de que nunca me había hecho esa pregunta, y me puse a pensar en qué es lo que diferencia a los americanos de nosotros. Mientras tanto, otros complementaban la primera respuesta:
 - Los americanos creen realmente que son los dueños del mundo, nos miran por encima del hombro y creen que aquí todavía usamos taparrabos y arcos y flechas.
- Es que ellos no leen libros, sólo ven películas que escribe gente que tampoco lee libros.
- No les hagas caso, en realidad los americanos no existen, ellos mismos se inventaron, todos somos americanos, ellos se creen los únicos americanos, y por eso inventaron que nosotros somos latinos, cuando Latinoamérica es otro invento de ellos...
- Lo más chistoso es cuando creen que están aprendiendo español o cuando creen que están bailando como nosotros y no se dan cuenta de que se ven ridículos.

Aquí fue cuando yo intervine, después de revisar mentalmente todo lo que he visto en todos los americanos que he visto y también lo que recordaba de las películas.
- Yo creo que lo principal que hay que saber de los americanos es que se trata de gente con el alma vacía. El breve silencio incrédulo que siguió me dio la ocasión de completar la idea. - Nosotros tenemos un alma que llenamos con la familia, con los amigos, y hasta con el fútbol y con el baile. Los americanos no tienen eso. Apenas cumplen los 18 años, se van de su casa y no regresan más. Así pierden a su familia. Cuando se mudan, no conocen a sus vecinos, en su trabajo se ocupan tanto de sus labores que no les interesa conocer a sus compañeros. Ha habido casos en los que trabajaban junto a un asesino y nadie se dio cuenta. Así es que no tienen amigos.
- Pero a ellos sí les gusta el deporte, sólo que son otros deportes, les gusta el rugby y el básquetbol – intervino uno de los ingenieros.
- Pero para ellos es diferente – respondí – nosotros vamos en grupo desde temprano, cuando hay un gol nos abrazamos con desconocidos. Allá no existen barras ni hinchadas, cada quien va solo o con uno o dos amigos, sin grandes banderolas, sin bandas, y al final regresan solos como vinieron, sin festejar en las calles como hacemos aquí. Por eso es que decía que los americanos tienen un alma vacía.
- Por eso es que los americanos que están aquí sólo les interesa el trabajo…
- Y a aquellos que no les gusta su trabajo, quieren llenar su alma con otra cosa, y se vuelven fanáticos de cualquier cosa: hay fanáticos de cómics, del ejercicio, de las armas, de la religión, de las dietas, de la Guerra de las Galaxias, del dinero, del sexo, parece que cada americano busca algo a lo que hacerse adicto.

El niño nos miraba a uno y a otro, maravillado de las respuestas que recibía.
- ¿Y no hay gente normal allá?
- Yo creo que para ellos eso es lo normal, y esa es la parte triste…

jueves, 7 de junio de 2018

La terapia



Después de lo que he visto en el mundo, de ser testigo de los extremos a los que puede llegar la gente, he llegado a la conclusión de que todos estamos locos. Algunos menos que otros, unos cuantos más locos que el resto, pero todos estamos al menos un poco locos. Pero no estoy yo aquí para solamente dar el diagnóstico de los problemas del mundo, sino para plantear soluciones. Todos necesitamos terapia, un tratamiento que nos quite la locura, pero no una terapia convencional, eso sería aceptar que estamos locos, aceptar la derrota, guardemos algo de orgullo. Busquemos entonces una de esas terapias novedosas que han aparecido en los últimos años, creadas por un loco verdadero (se sabe que el mejor modo de comprender y curar una enfermedad es sufrirla en carne propia), una terapia de esas que nos hacen sentir que no estamos locos y que solamente estamos a la moda.

Buscaremos entonces a un gurú de las terapias alternativas para que nos imponga un tratamiento. Hay dos reglas que debemos observar para escoger a nuestro guía terapéutico. La primera regla es que debe llamarse a sí mismo “gurú”, “maestro”, “chamán”, o algo semejante. Afortunadamente ninguna institución otorga título oficial de gurú o chamán, así encontrarlos es tarea fácil, no es necesario ningún diploma a nombre de la nación ni certificado de estudios. Ha de bastar con la palabra del gurú, quien además nos convencerá de que las escuelas de medicina representan a la ciencia oficial y por lo tanto no comprenden estas cosas.
La segunda regla es que la terapia no debe ser dolorosa ni ser causa de sufrimiento alguno, eso hay que dejarlo para la medicina oficial, que desbalancea las energías.

Así, el primer encuentro con un Iluminado nos lleva a un centro de investigación sospechosamente parecido a una trastienda en el centro de la ciudad, donde nos presentan a la aromaterapia, donde nos llenarán de flores y perfumes para que las malas energías se desvanezcan en el aire. ¿Para eso hay que bañarse primero? – Para eso tiene que limpiar su casa y su dormitorio, para que no huela tan feo, luego tiene que bañarse también, no sea cochino. – Bueno, aprovecharé para usar ese perfume que me regalaron… - No, ese perfume no sirve, tiene que ser el que vendemos aquí, si no, no funciona. No me convence, no puedo creer que el perfume de Antonio Banderas no sirva para estas cosas, por más que me lo diga un chamán que afirma haber hecho viajes astrales a Alemania para seguir un curso de flores de Bach.

Mi segunda parada es la terapia con imanes. Me colocan unos imanes en el cuerpo para alinear las energías. Creo que estoy falto de hierro o los imanes tienen poca potencia, porque no me siento diferente, y me pongo a revisar los imanes. – Qué polo está aplicando – le pregunto. ¿Me está poniendo los imanes del lado del polo positivo o del negativo? Acto seguido nos enfrascamos en una discusión sobre si los imanes deben colocarse por el lado positivo o negativo. El lado positivo atraerá a las cargas negativas, pero el polo negativo alineará las partículas de hierro de la sangre en armonía con el polo magnético terrestre. ¿Y si al estar cargado de energía positiva atraigo a las energías negativas, como dictan las leyes de la electrostática? Tal vez lo mejor sea una terapia que use electroimanes con corriente alterna de 60 Hz. Así la energía se balanceará y obtendré el equilibrio.
La experiencia me sirve para comprender dos cosas: la primera es que si todas las terapias buscan hacer que uno se sienta mejor, podría encontrar actividades que hagan sentirse mejor y crear mi propia terapia, y la segunda es que puedo aplicar mis conocimientos científicos de ingeniero para la creación de terapias alternativas. Manos a la obra, entonces.

Mi primera creación es la “Especuloterapia”. Esta será una creación para las personas vanidosas, y consiste en la contemplación del propio reflejo en el espejo. Si existe la cromoterapia que consiste en llenarse de colores, la especuloterapia seguirá el mismo principio. Y aplicando los avances de la ciencia, puedo instalar en el espejo parlantes que repitan frases de autoayuda al mirarse. O espejos programados con filtros como los de Instagram para borrar arrugas, crecer músculos o ponerse nariz de perro cuando detecte que el usuario está de buen humor. También podría agregar al espejo una antena Bluetooth que tome selfies y los postee en las redes sociales automáticamente.

Sin detenerme allí, también me decido a crear la “Nintendoterapia”. No saben la cantidad de gente que conozco que se siente mucho mejor después de matar 1237 enemigos en una hora de juego. Estoy pensando en cómo será mi “Centro de Nintendoterapia”, con muchos televisores conectados al juego de moda y salas especiales para los juegos en red.

Por último, sería una buena idea compartir con el mundo la terapia que yo uso. Cuando no tengo nada que hacer, o cuando no tengo ganas de hacer lo que tengo que hacer, me pongo a escribir tonterías. Es muy reconfortante y no se imaginan lo animado que me siento después de escribir una. ¿Cómo llamaré a esta terapia? Creo que será la Tontoterapia.

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