domingo, 30 de septiembre de 2007

El Principito y yo

Hubo una vez (todas las historias empiezan así) en que me interesó la astronomía. Ocurrió en la época en que empezaba a salir de campamento a la playa o a algún lugar interesante, por el simple hecho de salir y hacer todo lo que no hago en mi casa, o sea caminar, sudar, cargar bultos y hasta cocinar.
La excusa esta vez era el paso de un cometa, así que la expedición era para mirar el cielo nocturno, lo cual ya es una razón suficiente, ya que en esta ciudad las nubes, la contaminación y las luces impiden ver la estrellas, además del hecho de que si en esta ciudad uno se queda mirando al cielo un rato, lo toman por tonto y le roban la billetera.
Nuestro guía en esa noche nos explicaba los nombres de las constelaciones y las estrellas más conocidas, a lo cual yo no hacía el mayor caso, fascinado como estaba con la simple contemplación del firmamento. Después de una pequeña cola, pude utilizar el telescopio que habían llevado. Nuestro guía, quien era también el dueño del telescopio, me quería dirigir la vista hacia Júpiter, pero yo me encontré instintivamente girando el telescopio sin rumbo fijo.

- ¿Donde está el asteroide B612?
- ¿Qué?
- El asteroide B612... Fué descubierto por un astronómo turco, pero la comunidad científica no le creyó hasta que se vistió con ropas occidentales y declaró su descubrimiento...
- No sé de ningún asteroide llamado así.
- Y de alli vino el Principito...
- ¡Dame el telescopio!
- Espera, creo que lo encontré... ¡Espera..! Ya me hiciste perderlo...
- ¿Qué cosa?
- El asteroide B612... Era un asteroide con una rosa en su superficie...

No pude volver a encontrar el asteroide en el telescopio. Pero hasta hoy estoy convencido de que fue en mi tierra donde el Principito llegó de visita. Me dijeron más tarde que el zorro era visto de vez en cuando en la zona, y que la serpiente también se deja ver a menudo. Como prueba puedo mostrar el sitio exacto donde cayó el Principito:
Como ven, fue aquí. Aunque otros lo nieguen, yo sé que al fin pudo volver a su asteroide, pudo salvar a su rosa de la muerte, y limpió los tres volcanes para que no erupcionen violentamente. De vez en cuando aprovecha otra migración para venir a visitarnos, pues también tiene que velar por el zorro que ha dejado aquí domesticado. Así yo he de encontrarlo un día, y me enseñará en un telescopio nuevamente el asteroide con una rosa en su superficie, invitándome a tomar una taza de té y ver una puesta de sol 48 veces en un día.

4 comentarios:

  1. Muy hermoso. Y por fin he encontrado a un hermano de espíritu, otro incomprendido que le gusta mirar el cielo y el paisaje, aunque la "simpática" gente madrileña diga abiertamente que es "un tonto que se queda mirando"

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  2. Gracias por tus comentarios. La ventaja de mi pais es que tiene muy buenos paisajes. Has de saber que cuando alguien señala al cielo, no todos los tontos miran al dedo.

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  3. Me encanto! Ojalá mucha gente grande lo lea... gente que solo tiene tiempo para contar objetos y no se permite mirar lejos, mirar el cielo

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