miércoles, 26 de mayo de 2021

Sobre Democracia y otras cracias


La reciente campaña electoral en mi país ha sido la más floja de ideas que he visto en mi vida. El nivel de ideas ha sido paupérrimo, incluso para una población acostumbrada a votar por el mal menor. Ni siquiera ha habido, como en otras ocasiones, una idea de mercadotecnia o un spot publicitario que comentar. Los candidatos, con todos sus asesores y equipos de campaña no han podido levantar el interés de la gente, lo que me hace temer por el futuro, en manos de candidatos tan malos. La única anécdota de la campaña ha sido tan mala que he tenido que poner todo mi esfuerzo para esta pequeña crónica de una tontería:

Para uno de los candidatos, el tema de cómo afrontar la campaña al parecer lo dejó en manos de estudiantes de marketing, que le recomendaron hacer videos de TikTok como el soporte principal de su campaña. Videos de adolescentes corriendo a abrazarlo y bailando con él se volvieron virales, es cierto, pero como burla y no para generar respeto a un contrincante a la presidencia de la República. La siguiente idea, sacada de uno de los primeros capítulos de un manual de mercadotecnia, fue crear una frase que se identificara con él y creara un vínculo de recordación. En una de las entrevistas previas a los debates presidenciales, soltó la frase: “Necesitamos a alguien nuevo en la política, porque los demás candidatos son parte de la mismocracia”. Para explicarse continuaba diciendo que todos los candidatos eran “más de lo mismo”, y que él era el único novedoso. 

La palabrita “mismocracia” al parecer tuvo éxito entre sus seguidores en Twitter, porque desde entonces se empeñó en usarla cada dos o tres minutos cada vez que tomaba la palabra en un discurso, declaración o entrevista. A mí siempre me pareció que usaba esa palabra para distraer a la gente y que no se dieran cuenta de que no tenía la menor idea de cómo conducir un país. 
En el primer debate de candidatos a la presidencia, fue preparado para acusar a los demás de ser parte de la “mismocracia” en toda ocasión que se le presentara. Lo que tal vez no entró en sus previsiones fue que los demás candidatos tomaron nota de su descubrimiento y decidieron hacer sus propias versiones del término. Solo uno de ellos, el más tradicional de todos, habló de la defensa de la democracia. Los otros inventaron su propio neologismo en el debate. Uno se declaró en contra de la “izquierdocracia”, otro acuñó el término “oligocracia” para atacar al anterior, y un tercero usó la palabra “solocracia” para atacar a los dos anteriores. 

El debate se convirtió en una balacera de “cracias” que relegó a la confrontación de ideas al último lugar. Burocracias, plutocracias, tecnocracias y gerontocracias eran arrojadas a diestra y siniestra en una batalla campal de todos contra todos. El candidato de la “mismocracia”, como ya se le conocía, se atrevió aún a rizar el rizo con la frase “tu idiosincrasia es la mismocracia”, pero el efecto ya se había perdido entre una montaña de adjetivos como “cleptocracia”, “dictocracia”, o “filocracia”. 

Al día siguiente, las redes sociales se vieron inundadas de nuevas palabras para agregar a la avalancha. Aparecieron la “heterocracia”, la “idioticracia”, la “parlocracia”, la “recomendocracia”, y la “xenocracia”, amén de multitud de invenciones que llevaban y traían al pobre sufijo “cracia” a donde nunca quiso ir. Los partidarios de los candidatos en pugna tampoco desaprovecharon la oportunidad de hacerse notar, colaborando con inventos como “plenocracia”, o “justicracia”. Si hubo un lingüista que trató de poner algo de sensatez en la discusión, nadie lo supo nunca, tal vez porque su opinión no daría rating, o peor aun, podría acabar la discusión. 

Al final, el iniciador de esta guerra de palabras bajó desde un primer lugar en las encuestas hasta el quinto lugar en la elección, en un lapso de dos meses, y se ha mantenido en una justa y saludable cura de silencio desde entonces. Quiero creer que en la tranquilidad de su hogar, y ya sin asesores que le digan en todo momento qué hacer, ha reflexionado sobre el poder de las palabras y el peligro que conllevan a quienes las usan irresponsablemente.

lunes, 17 de mayo de 2021

Frases en una galleta de la suerte



Buscando un trabajo que me permita sobrevivir a la cuarentena, he estado preguntando a mis amistades si alguien necesita de una persona con agudo criterio, ingeniosa, algo simpática y de buen gusto musical. Obviamente no mencioné nada de que soy un tonto, porque eso es más bien un plus sorpresa que pienso añadir cuando ya me hayan contratado. Sorprendentemente, alguien se creyó todo lo que dicen mis amigos y me contactó. Un emprendedor que también trata de sobrevivir a la pandemia. ha estado fabricando galletas de la suerte y se ha quedado corto de frases imaginativas. Según me comentó, en internet no hay tantas como uno pudiera pensar, son solo unas cuantas decenas que se repiten ad infinitum y que además, han estado dando vueltas por las redes desde los tiempos de los BBS, pasando por ICQ, el primer Messenger de hotmail, Twitter, y hasta la fecha siguen circulando como si nada. Necesitaba, pues, una fuente fresca, desenfadada y algo tonta que pudiera aportar frases ingeniosas e inspiradoras para que la gente que abra la galleta y lea el mensaje se sienta inspirada para pedir más.

Aunque la paga no era mucha, era mejor que nada, y venía acompañada de la promesa de una bolsa de galletas de la suerte para mi consumo personal. Me dispuse entonces a espulgar mi archivo de frases twitteables en busca de aquellas que mejor se prestaran al loable propósito de animar a los corazones que acaban de terminar su plato de comida china, hallando varias joyas de literatura comprimida en una frase, que no me importaría sacrificar a cambio de un pequeño incentivo económico. En el camino surgieron también frases que se me ocurrieron en el momento, cuando me puse a pensar qué es lo que necesita alguien leer en una galleta de la suerte.

Una vez que reuní las mejores frases que se me ocurrieron, fui orgulloso a entregarlas al fabricante, quien las aceptó sin revisarlas. Tenía prisa, según me dijo, pues había obtenido una orden importante y tenía que imprimir los mensajes y colocarlos en las galletas lo antes posible. Inútil fue que me empeñara en hablarle sobre la calidad de las frases entregadas, así que me quedé sin comentarle sobre frases como estas: 
  • ¡Piensa! 
  • Después de todo lo que acabas de comer, necesitarás de mucha, mucha suerte.
  • I'm with stupid. 
  • Conocerás a alguien interesante. Yo no. 
  • Es ist zeit, andere sprache zu lernen. 
  • Hoy no se me ocurre nada. Mejor lee la galleta de tu vecino y piensa que es la tuya. 
  • Fíjate por quién votas esta vez. 
  • Déjale una buena propina al mozo. 
  • ¡Sígueme en Instagram! 
  • Haz tu propia suerte, no pongas tu fe en una galleta. 
  • No voltees, te estamos apuntando. Solo deja tu dinero en la mesa y retírate lentamente sin mirar atrás.
  • Hagas lo que hagas, no entres a la cocina de este restaurante. 
  • Algunas veces, una sola frase puede cambiar tu vida. Esta no es una de esas veces.
  • ¡Sigue participando! 
  • Mientras estás leyendo esta galleta, tus amigos le están diciendo al mozo que tú pagarás la cuenta.
  • Reservado para el monstruo comegalletas. 
  • Esta galleta contiene 150 calorías. Piénsalo bien. 
  • Que tu suerte sea mejor que la de esta galleta. 
  • Error 404. File not found. 
  • ¿Dejarás que el mensaje en una galleta se interponga en tu futuro?
No sé qué fue lo que sucedió después. No sé si hubo quejas de los clientes sobre las frases encontradas en las galletas, ni si tuvo problemas con los clientes, ni si dichos problemas se deberían atribuir a la calidad de las galletas o si las frases tenían parte o total responsabilidad. El hecho es que fui informado de que mis servicios ya no serían requeridos. Así terminó otra de mis aventuras buscando un trabajo durante la cuarentena. Solo me quedó la exigua paga prometida y una bolsita con galletas de la suerte. Abrí una de ellas como quien prueba suerte y encontré este mensaje: “Se solicita escritor de mensajes en galletas de la suerte. Razón aquí.”

sábado, 8 de mayo de 2021

El Smartphone de Platón



He aquí lo que narraba hace mucho tiempo Platón sobre una de las enseñanzas de su maestro Sócrates, y que aún hoy nos sirve de enseñanza en estos tiempos. 

Un día, en las reuniones que solían tener los discípulos de Sócrates, se hablaba del conocimiento, y fue allí cuando el maestro tomó la palabra: Ven aquí, Glaucón, hermano mío, que he de contarte lo que significa el conocimiento en estos tiempos confusos… 

Inspira tu mente e imagina por un momento a un grupo de personas en una sala, en el atrio de una mansión, o en el ágora de la ciudad. A todos ellos les fue dado por sus padres un smartphone, algunos en la creencia de que les serviría para su educación, a otros como muestra de cariño, algunos lo recibieron porque todos los demás niños lo tenían, y unos pocos, al fin, porque los mantenía distraídos y dejaban de molestar a sus padres. Desde que esos niños recibieron su smartphone quedaron mágicamente ligados a él, de modo que no volvieron a imaginar su existencia sin observar su luminosa pantalla. Todos ellos olvidaron pronto cómo era observar el mundo con sus propios ojos y no volvieron a salir de sus casas. Tan solo las imágenes que ven en el smartphone les brindan la información sobre el mundo que los rodea, y creen que ese es el mundo real, un mundo de sonrisas y poses, de filtros y animaciones coloridas, chistes fáciles y likes. 

Pero una de esas personas consigue salir a la calle y despegar sus ojos de la pantalla. El mundo que ve le parece descolorido y frío, pero mucho más amplio que su pequeña pantalla. Descubre además que este mundo extraño estimula otros sentidos aparte de la vista y el oído. Siente los olores de los jardines y el frío del viento otoñal, pero es la sensación de amplitud de los espacios abiertos lo que lo paraliza por un momento. Abrumado, siente que caerá al vacío de los paisajes, se siente extraño al descubrir que las cosas tienen volumen y textura. Al hablar con la gente, se sorprende de que haya personas que tienen pensamientos diferentes a los suyos, de ver personas que no sonríen todo el tiempo y que tienen imperfecciones en su rostro. Finalmente, eleva la mirada para ver las estrellas, la luna y el sol. 

Todo esto no puede ser otra cosa que un mundo superior, piensa. El mundo en el que he vivido toda mi vida fue un mundo pobre, de ilusiones que no mostraban toda la verdad y el conocimiento. Debo regresar a mi casa y compartir este descubrimiento con los demás, todos deben conocer este mundo superior. 

Al regresar a casa y volver a ver su pantalla, no puede verla bien, sus ojos se han acostumbrado a la vista del exterior, y lo que ve en la pantalla le parece ahora pequeño, incompleto, tan solo una sombra de la realidad, y trata de explicar a sus grupos de facebook y whatsapp lo que es este nuevo mundo. Nadie le cree. Todos piensan que ha inventado lo que describe, opinan que salir al exterior ha dañado sus sentidos. Alguno ha encontrado un grupo de interés en donde dice que el mundo exterior es un lugar muy peligroso, por lo que no cree que haya podido salir y regresar con vida, por lo tanto, lo que cuenta ha de ser una invención. Nadie quiere acompañarlo en una nueva salida, por el contrario, es retirado de todos los grupos, por lo que nadie vuelve a saber de él y se le cree muerto. 

Así es el conocimiento, Glaucón - Concluye Sócrates - La gente está tan acostumbrada a su propio estrecho conocimiento que niega a quien trata de ampliar su mundo.
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