viernes, 26 de febrero de 2021

Dime, margarita, si me quiere



Paseando por un parque, costumbre que había dejado por un tiempo, descubrí las margaritas que crecen al lado de la vereda. Por un instinto reflejo, cogí una de ellas y empecé a deshojarla lentamente mientras caminaba. No me importó la respuesta que me dio, porque en estos tiempos no tengo a nadie por quién preguntarle, y además tuve un arrebato de corrección política que me hizo preguntarme qué va a saber de mis amores y desamores una margarita que no me conoce y que tuvo la mala suerte de cruzarse en mi camino. 
¿Cuántas margaritas a lo largo de la historia han sido sacrificadas inútilmente por un tonto que no está seguro de los sentimientos de su pareja? Es un milagro que no hayamos llevado a las margaritas al borde de la extinción. Supongo que en algún lugar del mundo ha de haber un monumento a las margaritas caídas en el cumplimiento del deber. Y si no lo hay, pues debería haberlo. 

Esto me recordó el tiempo en que pensé seriamente que sería una buena idea hacer una app que cuente los pétalos de las margaritas y proporcione una respuesta sin necesidad de sacrificar a la pobre flor. Algo así como tomarle una foto a la margarita elegida y, mediante un sencillo algoritmo, contar los pétalos. Si el resultado es un número impar, entonces el afortunado podrá ir con la frente en alto a la búsqueda de su amada, y si es par, pues gracias por participar, siga intentando en Tinder. A la fecha estoy seguro de que esa app existe en algún lado, la humanidad no puede haber perdido esa oportunidad de negocio. 

También podemos hablar sobre el tipo de gente que coge una margarita creyendo sinceramente que ésta posee el profundo conocimiento de las emociones humanas, o que por lo menos, tiene informantes que le han dicho, más allá de toda duda, si la pareja por la quien pregunta está siquiera consciente de la existencia del preguntante. Definitivamente, quien hace esto es un enamorado, que es lo mismo que decir que es un tonto. Si esta condición es temporal o permanente, ya es algo que se verá después. 
La especie más común es el que deshoja una margarita, y la margarita le dice que no, entonces pasa a la siguiente y así hasta que encuentre una que le diga que sí. Estos son los que dejan despoblados los parques de flores por no creer lo que le dicen las primeras 33, hasta que la última le dice que sí, mas por un tema de supervivencia que por otra cosa.
El tipo anterior es muy similar a aquel que deshoja una margarita, y por la ley de probabilidades le sale que sí. Al instante ya está buscando iglesia donde casarse, destino de luna de miel, departamento que admita niños y escuela donde los reciban.
Hay quien deshoja margaritas rápidamente, ansioso por saber la respuesta. 
Hay quien deshoja margaritas con miedo, cada vez más lento, temeroso por llegar a esa última hoja que le diga que no. 
Hay quien deshoja margaritas tratando de calcular cuántas hojas faltan, tratando de adivinar lo que dirá la última. Estas personas suelen después insultar a la margarita que les dio una respuesta negativa como si ella tuviera la culpa. 
Hay quien deshoja margaritas y luego sigue con otra, para confirmar el resultado. 
Hay quien deshoja margaritas para luego decir que no cree en esas cosas. 
Hay quien deshoja margaritas, resulta que le dice que sí y ya está buscando a un notario que legalice la operación y llevarla triunfante a su pareja. El resultado es inapelable, una margarita no se puede equivocar.
Hay quien deshoja margaritas con fe, aunque dude a la mitad del camino. 
Hay quien deshoja margaritas como probando, y termina con entusiasmo, y luego agarra otra con la esperanza de que le dé la misma emoción. 
Hay quien deshoja margaritas simplemente para ver qué pasa, sólo por las dudas. 
Hay quien deshoja margaritas después de pensarlo mucho, para descubrir que le gusta esta actividad. 
Y por último estoy yo, que una vez empecé a deshojar una margarita, luego seguí con otra, y así me entretuve tanto tiempo que llegué tarde a la cita y cuando aparecí ella ya se había ido. La margarita tenía razón.

domingo, 21 de febrero de 2021

Escalera al cielo



El universo está al revés, decía Rovira. ¿Por qué tenía Dios que poner el cielo arriba y el infierno abajo? Si el cielo estuviera abajo en vez de arriba, sería más fácil para nosotros llegar. En cambio, es el infierno lo que nos han dejado abajo, y ya se sabe, es más fácil bajar que subir. Vea usted, si yo doy un salto muy grande, no llegaré al cielo, subiré un poquito y después bajaré, así que llegar allá es muy difícil. En cambio, con un salto muy grande hacia abajo, me rompo la crisma y me voy derechito al infierno. Solo por eso el infierno ahorita ya debe estar reventando de gente, y en el cielo debe sobrar espacio.

viernes, 12 de febrero de 2021

El San Valentín más cursi



No son muchas las personas que saben que mantengo un sitio donde poner la cantidad de tonterías que se me ocurren, pero algunas de ellas en épocas normales me retan a escribir algo sobre tal o cual tema, y en ocasiones especiales me piden ayuda. Uno de ellos, un compañero del trabajo, me pidió algo de mi inspiración hace un año, cuando se acercaba el día de San Valentín y afortunadamente, aún se podía salir a la calle normalmente para tener una cita como Dios manda, en lugar de lo que pasa ahora, en que hay hacerlas por zoom y resignarse a un beso a través de la mascarilla, con lo incómodo que resulta. 

Como siempre, me negué caballerosamente, diciendo que no escribo por encargo y no siempre tengo la inspiración para tales cosas, ya que hace mucho que no tengo una musa propia. Esto no fue suficiente para mi amigo, que siguió machacando su pedido, porfiando cada pocos minutos y confiando en que el cansancio me haría acceder. Tuvo razón, así que le pedí un poco de contexto, los detalles de su plan y la forma en que entraría yo en dicho plan. 

El caso es que mi amigo quería un par de versos para agregar a su regalo y así pareciera más personal, y no quería correr el riesgo de que su enamorada los encuentre en internet para llevarse el crédito de la poesía. Fiel a mi reticencia, traté de disuadirlo explicando los detalles técnicos sobre la diferencia entre sonetos, octavas y décimas, y sobre la diferencia entre un poeta y un repentista o improvisador de versos, dado el poquísimo tiempo que me estaba dando. Transamos en que yo le facilitaría un par de frases para poner en la tarjeta del oso de peluche que le iba a regalar. Para ese entonces yo ya estaba picado y me propuse en secreto ponerle la frase más cursi que se me ocurriera. De este modo, el encargo sería un reto para mí, y para él su pareja no tendría problemas en creer que realmente él las había escrito. 

Con una sonrisa maligna tomé lápiz y papel (es sabido que estas cosas no se pueden hacer en un teclado) y me propuse crear las frases de amor más cursis jamás escritas. Buscando un poco en internet me di cuenta de que la vara estaba muy alta, porque encontré frases realmente antológicas, pero al final pude hacer varias candidatas, que le mostré, confiando en que al leerlas me las tirara por la cabeza y no me molestara más. El resultado fue este: 
  • La belleza del ocaso en una playa tropical… no es tan bella como tú. 
  • Reconstruí mi corazón pieza por pieza para empezar de nuevo, sin darme cuenta que deje adentro un pedacito de ti. 
  • Siempre río al último, porque es tu sonrisa la que me hace reír. 
  • Cuando estoy contigo apago la luz para que me ilumine tu sonrisa. 
  • Cuando no te veo, quisiera verte y hacer lo nunca visto. 
  • Hasta las princesas de Disney envidian el amor que yo te tengo. 
  • Ya no deshojaré margaritas preguntando si me amas, alguna podría decir que no. 
  • Hay quien se ahoga en un vaso de agua, yo me ahogo en tu mirada. 
  • Quiero sacarte una radiografía, solo para confirmar que también eres hermosa por dentro. 
  • Ayer pensé que era imposible amarte más, pero hoy te amo más que ayer. 
  • ¡Te quiero con muchos I Love Yous! 
Para mi sorpresa, le encantaron todas las frases, me agradeció efusivamente y me dijo que cambiaría el plan. Ahora imprimiría un pequeño libro con esas frases y se lo pondría al oso de peluche como si lo estuviera leyendo. No sé si la idea era buena o tan cursi que haría juego con las frases, así que no tuve objeción alguna. En retrospectiva, debí advertirle que las frases eran un shock diabético y solo funcionarían si su enamorada veía comedias románticas todos los días y tenía cuenta de wattpad, pero me quedé callado. 

No negaré que me interesó el resultado de ese plan, pero como el 14 de febrero caía en viernes, tendría que esperar hasta el lunes para saber si el famoso plan habría tenido el resultado esperado. Aprovechando que la casa de mi amigo quedaba de camino al trabajo, pasé por allí y al llegar a la esquina pude ver al oso de peluche tirado en la vereda, descabezado y con el relleno a la vista, como víctima inocente de un plan cursi de San Valentín, unas frases hechas con maldad y un enorme error de apreciación sobre el carácter y el sentido del ridículo de una mujer.

jueves, 4 de febrero de 2021

Leyendas Peruanas: El país de Jauja



En Europa, el nombre de Jauja significa un lugar de maravillosa abundancia. "Estar en Jauja" significa vivir en abundancia, tener una vida tan relajada como inmerecida. Dentro de todas las leyendas de lugares fantásticos y llenos de riqueza que circularon en Europa en el tiempo que siguió a la conquista española solo Jauja existió en realidad, como existe hasta el día de hoy, aunque sus habitantes actuales poco saben de esta fama y de este mito que fue verdad por un pequeño lapso de tiempo. 

En el año 1534, durante la conquista española del imperio de los incas estaba todavía en desarrollo. Las huestes de Francisco Pizarro eran pocas y estaban rodeadas de indígenas, y las posibilidades de ayuda estaban a varios meses de distancia. Mediante un golpe de audacia y mucha suerte, en Cajamarca habían obtenido el tesoro más grande del que se hubiera conocido jamás: el rescate en oro y plata del inca Atahualpa. Con la parte que tocaba al soldado de menor rango, hubieran podido poseer todo lo que quisieran de vuelta en España, sin volver a trabajar en toda su vida, pero la codicia era más poderosa, y todos querían llegar al Cuzco, la capital del imperio, donde les aguardaba el premio mayor. Todos los indígenas con quienes hablaban les decían que el oro y plata que llevaban no era nada en comparación con lo que encontrarían en el Cuzco. Pero para conquistar el imperio, primero tenían que llegar, y el camino no era fácil para los españoles con armaduras, caballos, y el peso del tesoro que cargaban. 

Los caminos incas no estaban pensados para el paso del ejército español. Aunque empedrados y en buena condición, apenas tenían el ancho para dos personas, y pasaban por las partes altas de las montañas, lejos de los ríos. Los soldados iban a pie, debido al peligro de caer por los abismos que bordeaban el camino, y además porque preferían usarlos para cargar los lingotes de oro y plata que traían desde Cajamarca. Aún así, era necesario tapar los ojos de los caballos para pasar por los caminos al borde del precipicio, que aterraban también a los españoles, que sufrían además del “soroche” o mal de altura. El paso era lento y dificultoso, porque los españoles no iban solos. Francisco Pizarro usaba sus dotes políticas para atraer a su bando a los “curacas” o gobernadores de los pueblos que pasaban, convenciéndolos de que ellos estaban para liberarlos de la opresión incaica. De esta manera los 200 españoles hacían el viaje hacia Cuzco con más de tres mil indígenas que creían que iban a liberar a sus pueblos. 

El imperio inca estaba tan bien organizado que en el camino se encontraban cada cierto trecho “tambos” o almacenes de alimentos, pero las dificultades del camino y la cantidad de gente hacían que estos fueran insuficientes. El hambre empezó a atacar al ejército. Llenos de oro pero sin comida, los soldados españoles experimentaron el primer episodio de hiperinflación del que se tiene registro, llegándose a pagar varios lingotes de oro por el cadáver de un perro para comer, o por unos cuantos vegetales. Esto, aunado al vicio del juego que trajeron los conquistadores, hizo que muchos de los soldados volvieran a la pobreza. 

A mitad del camino entre Cajamarca y el Cuzco, encontraron la que era una de las ciudades más grandes y ricas del imperio, habitada por los Xauxas. Esta ciudad se encuentra en un amplio valle, y tiene caminos que la conectan con la costa. El comercio y la agricultura del valle hacían a esta ciudad abundante en alimentos, y la riqueza de sus templos rivalizaba con los del Cuzco. A los fatigados y hambrientos españoles esto les pareció sin duda el paraíso. Los huancas, la nación de la que eran parte los Xauxas, habían sido conquistados hacía relativamente poco por los incas, así que recibieron amistosamente a los españoles. 

Los curacas Huacra Paucar y Cusichaca, creyendo que los españoles venían a liberarlos, dejaron que saquearan los templos incas y aún la casa de las vírgenes del sol, de donde literalmente tomaron lo que quisieron. Mucho del oro y plata que no pudo llegar a Cajamarca para el rescate de Atahualpa se encontraba también allí. El ejército español se vio de pronto en abundancia de comida y riquezas, Pizarro quedó tan encantado con la ciudad y su clima, que decidió hacerla la capital del dominio español en el Perú. Para mayor alegría, el nombre de la ciudad, Hatun Xauxa (Alto Jauja), les recordaba al nombre de la ciudad española de Jauja, en Cordoba, por lo que se hizo la fundación española con el nombre de Santa Fe de Hatun Xauxa. 

El descanso de los españoles en esta ciudad fue muy breve, pues Pizarro no había olvidado que su verdadero destino era la capital del imperio. Los soldados no volvieron a sentirse tan a gusto como en su estancia en Jauja y llenarían a Europa con historias sobre la abundancia de ese lugar, asociándolo con “El País de la Cucaña”, con el que se confundió en el imaginario europeo. Cartas primero, y el relato de los propios protagonistas cuando regresaron a España, hizo volar la imaginación y Jauja terminó siendo descrita como la ciudad capital del país de Jauja, con puertas de diamante y casas de mármol fino, donde aquel que era sorprendido trabajando, era castigado con 200 azotes, y donde no se moría sino de risa. Un romance del siglo XVII escrito por Lope de Rueda nos presenta la descripción del valle y la ciudad de esta manera: 

Primeramente hay en ella, a trechos proporcionados, 
Treinta mil hornos, y todos tienen, sin costar un cuarto,
Con abundancia molletes, pan de aceite azucarado, 
Vizcochos de mil maneras, chullas de tocino magro, 
Empanadas excelentes de pichones y gazpachos, 
De pollos y de conejos, de faisanes y de pavos 
De lampreas, de salmones, de atunes, truchas y barbos, 
De sabogas y besugos, y de otros muchos pescados; 
Pastelones de ternera, lechoncillos bien tostados, 
Tortradas de varios dulces, y de sazones agrios; 
Cazuelas de codornices, de arroz, tórtolas y gansos 
Y de pícaros bobos sabrosos y extraordinarios. 

De queso una gran montaña, de mantecados un campo 
De manjarblanco una dehesa y de cuajada un barranco 
Un valle de mermelada, de mazapanes dos llanos
y de azitrón dos collados

Hay de miel un largo río guarnecido y margenado 
de árboles cuyos frutos son pellas de manjarblanco 
Hay hojaldres muy sabrosos, buñuelos almibarados, 
Mantequillas, requesones y pepinos confitados 
Hay treinta acequias de aceite, y un dilatado peñasco, 
La mitad de queso fresco, y la otra mitad salado. 
Hay diez y siete lagunas continuamente manando 
Aceitunas como huevos, y alcaparrones tamaños; 

Hay de leche un ancho río, en muchas partes helado 
otro de natas y azúcar, a los golosos brindando. 
Hay una mar de vino griego, otro de San Martín blanco 
Dos ríos de malvasía, de vino Moscatel cuatro. 
De hipocrases tres arroyos, de limonada diez charcos, 
De agua de limón y guindas, canela y anís, seis lagos; 
De vinagre blanco y tinto diez balsas en breve espacio, 
De aguardiente treinta pozos, los más de ellos anisados; 
De agua dulce, clara y fresca, doce mil fuentes, que es pasmo
Lo artificioso de todas, lo primoroso y lo vario; 

Hay una hermosa arboleda, que tiene por todo el año, 
Peras, membrillos, camuesas, melocotones, duraznos, 
Manzanas, granadas, higos, todo bueno y sazonado. 
Hay campos que dan melones, ya blancos, ya colorados, 
Ya chinos, ya moscateles, ya escritos, ya borrados. 
Hay un espacioso bosque adonde nacen caballos 
Andantes y corredores, ensillados y enfrenados, 
Potros, yeguas, mulas, vacas, carneros, cabritos, gamos, 
Corzos, cabras y terneras, jabalíes y venados. 
De nieve hay una gran montaña, de virtud prodigio raro, 
Que calienta en el invierno y refresca en el verano. 

Hay en cada casa un huerto de oro y plata fabricado, 
Que es prodigio lo que abunda de riquezas y regalos. 
A las cuatro esquinas de él hay cuatro cipreses altos: 
El primero de perdices, el segundo gallipavos. 
El tercero cría conejos, y capones cría el cuarto. 
Al pié de cada ciprés hay un estanque cuajado, 
Cuál de doblones de a ocho, cuál de doblones de a cuatro. 

El nombramiento de Jauja como ciudad capital del Perú duró poco, pues a pesar de su abundancia, no tenía un acceso fácil al mar, facilidad que necesitaban los españoles para embarcar sus tesoros o para una rápida huida, pues la conquista del reino inca no había concluido. La ciudad siguió siendo un punto de comercio importante, pero no recuperó nunca su antigua grandeza, pero la fama ya había sido creada y la leyenda aceptada por los europeos. Desde entonces la fama de Jauja como lugar de abundancia se cimentó en Europa, aunque aquí en el Perú no era muy conocido.
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