lunes, 25 de enero de 2021

Frases twitteables 58


Últimamente me he estado sintiendo un bicho raro en Twitter. Al parecer soy el único que en su cuenta no se indigna de algo, no critica al personaje de moda, no opina sobre las series de Netflix, ni le dice a desconocidos cómo pensar y cómo vivir. ¿Qué pongo en Twitter entonces, si no hago ninguna de esas cosas? La respuesta es: tonterías, tonterías y más tonterías. Pruebas al canto en las siguientes líneas.
  • Después de tantos errores, ¿Por qué no me he convertido en experto? 
  • Quiero inventar una máquina del tiempo para regresar dos días antes y salir a la calle más abrigado para no resfriarme. 
  • Me ofrezco para soportar el peso del mundo. Única condición: La persona que lo pida debe soportar el peso de mi mundo a cambio. 
  • Se dice que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Pues detrás de mí solamente hay varios acreedores. 
  • Mi género literario es el “Realismo tonto”. Solo por si alguien preguntaba. 
  • La curiosidad del día: Los que dicen que usamos solo el 10% de nuestro cerebro, normalmente tipean textos con solo dos dedos, usando solo el 20% de su mano. 
  • Episodio en la casa de un asesor motivacional: - ¡Hay una cucaracha en la cocina! - Enfréntala, tú eres más grande que tus problemas. - Ya sé que soy más grande, pero mátala tú. 
  • Mi psiquiatra dice que tengo doble personalidad. Yo creo que solo me quiere cobrar doble. 
  • Viendo fútbol por TV. Antes sabía si el partido era importante, por las tribunas llenas. Antes sabía si el partido era emocionante, por los gritos del público. Ahora no sé lo que veo. 
  • Hoy amanecí deprimido, así que decidí darme a mí mismo una charla motivacional. No me creí ni una palabra. 
  • Hoy me desperté con ganas de inventar una máquina del tiempo, y terminé comprando un equipo de aire acondicionado. 
  • Pregunta suelta: ¿Todavía existe gente que dice “de algo hay que morirse”? 
  • Cuando estás conmigo eres otra persona, me decía. Esa era su excusa para engañarme. 
  • Hoy me tocó hacer reparaciones en mi casa, levanté un martillo para clavar un clavo, y no pude evitar exclamar “Aún soy digno”. Claro que cuando empecé a clavar destrocé clavo y pared. Después de todo no era digno. 
  • Érase un día tan triste que hasta el cielo se puso a llorar. 
  • A veces pienso que nací como Sancho Panza y la vida me convirtió en Don Quijote. Otras veces pienso que el proceso fue exactamente al contrario. 
  • - Enseñé al viento a decir tu nombre. - ¡Qué romántico! - Y hoy todos temen al huracán Carlita. 
  • El año pasado todas tus selfies salían con cara de perrito, este año en todas tus selfies sales con mascarilla. No es mi culpa si ya no recuerdo tu rostro. 
  • Dicen que un meteorito gigante iba a impactar contra la Tierra, pero cuando vio lo que pasaba aquí, se dio la vuelta diciendo “Ya para qué”. 
  • Continúe - dijo el psiquiatra al hombre tendido en el diván - ¿Dice que el dinosaurio seguía allí cuando despertó? 
  • Buscando la luz al final del túnel, descubrí que estaba detrás de mí, y sonaba como un tren. 
  • Aviso a la comunidad: Esta cuenta no ha sido hackeada, siempre ha sido así de tonta. 
  • Cuando me di cuenta, mi zona de confort se había convertido en un lugar común. 
  • No he encontrado un test, o meme, que me diga cuál sería mi nombre de noble: debe ser algo así como Juan Francisco Javier de La Colina y Lomasaltas, Conde de Fuendeabajo y Marqués de Villaenjundia, Caballero de la Orden de San Pazguato. 
  • Dichos modernos: El que ríe al último, es porque estuvo verificando si el chiste era políticamente correcto. 
  • Otra pregunta tonta: ¿Tus pensamientos flotan o se hunden?

viernes, 15 de enero de 2021

El microchip



Las primeras noticias del año 2021 se refieren al inicio de la vacunación contra el Coronavirus. Y en estos días es cuando aparece la gente que tiene miedo de que le inyecten un microchip disfrazado de vacuna contra el coronavirus. Cuando leo una de esas cosas que me envían como cadenas en las redes sociales me da vergüenza ajena y pienso qué voy a decirle a los extraterrestres cuando me secuestren y me pidan contarles sobre la gente de mi planeta. Afortunadamente tengo un generador de ucronías que todavía funciona y me permite saber que es lo que pasaría si en realidad se pudiera inventar un microchip que se pueda inyectar con una jeringa. A continuación, como primicia mundial, les presento cómo será la vida con un microchip insertado dentro de cada uno de nosotros. 

A mediados del año 2021, se anunció que los primeros microchips intracorporales ya están listos para su distribución. Como suele ocurrir, los primeros en probarlos son los ricos y famosos, que brindan entrevistas para mostrar las ventajas del chip. Son seguros en caso de secuestro, pues pueden enviar señales de localización, y se les puede rastrear igual como se hace con los teléfonos móviles. Pueden servir como identificador, eliminando la necesidad de cargar con documentos de identidad y tarjetas de crédito. 
Como consecuencia, muchas personas hacen cola en los centros de distribución para inyectarse la moda del microchip. Pronto salen al mercado los artefactos compatibles con el chip intracorporal. Puertas de garage, sistemas de iluminación y aire acondicionado, televisores y sistemas de sonido activados al detectar la cercanía del microchip, con los ajustes personalizados dependiendo de la persona. Pero como siempre, una cosa es lo que dice la publicidad y otra muy diferente es lo que pasa en la realidad. 

Salgo a la calle con mi microchip a hacer las compras de la semana, para enterarme cuando ya estoy en la cola de la caja que mi microchip no es compatible con el sistema de caja del establecimiento. Lo siento, nuestro sistema es IOS y usted tiene microchip Android, me trata de explicar la cajera cuando le estoy haciendo un escándalo por no aceptar mis compras. Otro cliente en otra caja se queja de que le han hackeado el microchip, mientras la cajera le dice que tiene que cambiar de microchip, porque el sistema no lo lee. 

Al llegar a casa, veo en los noticieros sobre el último hackeo de Anonymous a los microchips, han divulgado el historial de ubicaciones de miles de personas, incluyendo a autoridades y respetable gente que ha estado en lugares nada respetables. 
Cuando al otro día le comento este tipo de noticias a un compañero de trabajo, este me dice que esas noticias son totalmente confiables, incluso su esposa ha descargado el programa de rastreo de microchips, y lo ha cargado con sus datos. Ahora no puede escaparse de la casa ni decir que se queda tarde en el trabajo, porque su mujer tiene su ubicación controlada a todas horas. Ese maldito microchip me ha desgraciado la vida, concluye. 

Otro de los problemas del microchip es que, como ha sido introducido al cuerpo por el torrente sanguíneo, puede salir de la misma manera. Hay noticias de personas que han donado sangre y su microchip ha terminado en el cuerpo de otra persona, y han realizado compras a cuenta ajena. En uno de tales casos, la policía fue a arrestar a una persona basándose en la ubicación que le daba el chip, y arrestaron a otra que había recibido la transfusión. Se dice que algunos han expulsado el microchip por alguna lesión con sangrado, o incluso por el sistema digestivo. 

Los chinos también han hecho su versión del microchip, más barato y con mejores prestaciones, y los han empezado a vender en todo el mundo. El intento de los norteamericanos de volver el microchip chino ilegal solo ha hecho al negocio más rentable. Las ventajas del chip chino es su mayor capacidad de memoria y la capacidad de apagar el microchip mediante un app. Cuando las autoridades se dieron cuenta, encontraron personas con más de un microchip, cada uno con datos personales diferentes. 
Apareció así la clonación de microchips. En una operación policial se encontraron traficantes que llevaban en su torrente sanguíneo decenas de microchips. 

Mientras tanto, yo sigo luchando para que en algún establecimiento puedan leer mi microchip. Tienen que pasarme la maquinita lectora varias veces y siempre sale error. Cuando voy a reclamar, me dicen que por error me han puesto el microchip de mi perrito. El funcionario que me atiende me dice que aproveche para pedir un seguro o un crédito bancario, porque si mi microchip se lo pusieron al perro, los bancos y las aseguradoras creen que yo estoy la mayor parte del tiempo en mi casa y solo salgo al parque un par de veces al día, y ese tipo de personas son las que obtienen los mejores créditos y seguros de vida. Al final, me dicen que no pueden solucionar mi problema porque los microchip para reinstalar se han agotado, y no van a llegar hasta el otro mes. Lo que pueden hacer, me explicar, es inyectarme un chip provisional, que dura un mes, hasta que llegue la nueva remesa. Cuando salgo, entro a un comercio para probar, y recibo una respuesta que ya no me sorprende: “Lo siento, señor, no podemos atenderlo, el chip que usted tiene es una versión antigua, nuestro sistema solo atiende chips con la versión de hardware 4.0 o superior”. 

Con cosas como estas, sé que debería sentirme mal, pero me consuelo pensando en todos aquellos que están empezando a aparecer tumbados en la calle, y que son atendidos por empleados desmotivados que solo explican a los transeúntes “Es que se le cayó el sistema a su chip”.

miércoles, 6 de enero de 2021

El reencuentro olvidado



No soy de las personas que recuerdan todos los nombres y caras de la gente que conocen. Dentro de mi entorno de barrio, los cambios, mudanzas y transformaciones han sido tan frecuentes que me perdido el rastro a muchos conocidos. Y en lo que respecta a mi trabajo, es usual formar equipos que durarán unos cuantos meses hasta que el proyecto termine y me integre a otro equipo. Puede ser que encuentre entonces en un nuevo entorno con personas con las que he tenido anteriormente contacto. Por eso me suelen suceder esos episodios embarazosos en que otra persona me saluda con entusiasmo y hasta se lamenta de no contar conmigo en su propio equipo, mientras yo trato desesperadamente de recordar su nombre y de dónde nos conocemos, hasta que alguna palabra de la efusiva bienvenida me da una pista que desenrede el hilo de esa madeja en que se ha vuelto mi cerebro.
 Como esto me ha sucedido no una, sino varias veces, ya estoy más o menos acostumbrado a este tipo de escenas, aceptándome a mí mismo como alguien que no se acordará de la mitad de las personas que ha conocido en su vida. Para lo que no estaba preparado era para lo que me sucedió hace algunos meses, que es la historia de este cuento.

Cuando todavía podía encontrarse mucha gente en las calles que paseaba solo por el gusto de hacerlo, sin necesidad de mascarillas que hacen hoy tan difícil identificar a alguien conocido, escuché en una tarde perdida una voz que me saludaba cálidamente. Al voltear a ver el rostro de quien me llamaba vi una cara con una sonrisa que activó el modo de búsqueda en mi cerebro. Evidentemente conocía a esa persona, pero no podía recordar su nombre ni circunstancia alguna en nos hubiéramos conocido. Respondí con un “Hola” automático que escondió muy bien mi falta de memoria, como ya he hecho antes en situaciones similares, y esperé una respuesta que me traiga el recuerdo correcto para identificarla. Ella siguió la conversación con un par de comentarios atemporales que no ayudaron en nada, pero que me dejaron en claro la verdad. Ella tampoco podía recordar quién era yo, y trataba, al igual que yo, de que una palabra mía le refresque la memoria. 

Durante un par de minutos sostuvimos una conversación tan impersonal como amena, sin que nadie mencione el nombre del otro, sin que ninguno de los dos admita que no lograba recordar con quién estaba hablando. Lo único que sacamos en claro era que ambos efectivamente nos habíamos conocido alguna vez y que nos habíamos llevado bien, a juzgar por la sonrisa de viejos amigos que teníamos los dos. Yo le dije que había sido un gusto verla, y ella remató con un “Ya nos veremos por ahí” antes de alejarse y perderse nuevamente entre la multitud. 

No pude recordar después nada de ella, solo una vaga sensación, más que un recuerdo, de que ella tal vez vivía en algún lugar no lejos de mi casa. Este episodio me dejó varias cosas en qué pensar. Primero, que no soy el único despistado que olvida a la gente que no ve todos los días, lo que me causó cierto alivio. También estaba la cuestión de cómo es que terminamos conversando.Tal vez mi rostro le activó cierta parte del cerebro, y ella me saludó como un acto reflejo y después no pudo más que seguirme la corriente. Luego, me puse a pensar qué pasará si nos volvemos a encontrar otra vez. ¿A alguien más le ha sucedido algo como esto, o yo soy el único tonto?
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