viernes, 23 de febrero de 2018

Hablando de Twitter


Desde hace un tiempo estaba alejado del Twitter. No es que me falte ganas, simplemente no tengo la inspiración twittera que tenía hace tiempo. Ya me cuesta trabajo acumular material para las frases twitteables que aquí publico. De vez en cuando sigo escribiendo algunas frases que se me ocurren, pero ahora paso más tiempo leyendo twittitos, twittines y twittazos. La distancia me permite ahora escribir y opinar un poco, como miembro no activo de la twittosfera, o como se llame, que nunca supe muy bien cómo era la cosa. Uno se da cuenta de que el tiempo pasa, aún para las redes sociales, cuando encuentra a alguien recordando con nostalgia los viejos tiempos. Antes Twitter era más divertido, leo con cierta frecuencia, la gente no se quejaba tanto. No les falta razón, sobre todo cuando caigo en la cuenta de que los que escriben esas cosas se están quejando de que la gente se queja. Referencia circular, le dicen en Excel.

Afortunadamente, sigue habiendo material para seguir visitando. Sigue habiendo una fauna variada en este bosque twittesco. Si me diera por comparar, diría que es como la aldea de los pitufos, o la aldea de los twittufos, más propiamente. Hay muchos twittufos gruñones, filósofos, vanidosos, bromistas, el puesto de Papá Twittufo está muy disputado por aquellos que se creen más sabios que todos, y claro, habemos muchos tontines también. Olvidaba a las Twittufinas, que abundan por aquí.

Esto de la aldea me hace notar en la cantidad de personajes caricaturescos, espero que sean simplemente casos de doble personalidad, no podría creer que ese tipo de gente existe en la vida real, esa que existe más allá de la pantalla del celular o la computadora. Quiero creer que la los que escriben así lo hacen solo para ganar algunos likes. Pasando ahora revista a los personajes clichés, podría comprobar que no falta ninguno. La feminista, el izquierdista, el moralista, el troll, el opinólogo, la azucarada, el corta y pega, el super sabio, el amargado, el poeta.

Y aquí llegamos a uno de los grandes misterios de Twitter. ¿Para qué sigo escribiendo allí? No soy para nada una cuenta popular, ni escribir tantas twittadas me presenta ningún beneficio. Me imagino que para eso se inventaron los tontos, para hacer cosas sin sentido. Solo en este momento me doy cuenta del porqué estoy escribiendo esto en particular. Me estoy burlando del auto corrector de mi celular con todas las palabras derivadas de “Twitter” que acabo de poner. Una razón tan buena como cualquier otra.

Buenas noches.

martes, 13 de febrero de 2018

Lugar de citas 3


Hace mucho tiempo que no publico un post de recortes propios. Es que cuando lo hago, es signo de que la inspiración empieza a flaquear y tengo que llenar el espacio con algo, para llegar a la conclusión de que yo soy el único a quien puedo plagiar sin meterme en problemas y líos de derecho de autor. A veces, (lo he mencionado antes) me doy a leer mis propios archivos por la curiosidad de ver si mis escritos todavía funcionan. Afortunadamente la mayoría todavía son legibles. Soy un tonto que no pasa de moda, me digo. Aquí están los pedazos de textos que el cura y el barbero salvarían de la biblioteca del Quijote si los encontraran en su requisa.

I
Cuenta una antigua leyenda de la tribu Opa, que el demonio, deseoso de confundir a los hombres y alejarlos del camino recto, dijo primero a los hombres que la contemplación del propio ombligo les daría la sabiduría. Cuando los hombres se dieron cuenta de que esto no era cierto, el demonio les convenció que la forma de las nubes guardaba el secreto del saber infinito. Los hombres pasaron mucho tiempo estudiando las formas celestiales hasta que cayeron en la cuenta de que no eran más sabios que antes. El demonio aún pudo convencer al hombre una tercera vez, diciendo que el secreto de la sabiduría podía encontrarse meditando inmóvil, con los ojos cerrados y sin hablar. Los hombres lo intentaron una vez más y cayeron nuevamente en la trampa. Escarmentados, los hombres juraron no volver a creer en las palabras del demonio y lo expulsaron de la tierra. Enfadado, el demonio les envió a los hombres blancos con sus cuentas de vidrio con espejos, sus televisores a color, sus revistas llenas de publicidad y sus libros de autoayuda, para hacerlos vivir eternamente engañados.

II
Erase en un lugar de mi país un lugar al que llamaban la morada del silencio, un lugar donde no se escucha ningún ruido del mundo exterior, donde existía un silencio ensordecedor, tal que en ese lugar hablar tenía mucho de sacrilegio, todas las palabras se escuchaban deformadas y horribles, pasar mucho tiempo allí hacía que la gente empezara a tener visiones del pasado, presente y futuro, en donde muchos de los que salieron de aquel silencio perdieron la facultad del habla durante días y semanas. Los pobladores de las cercanías advierten al visitante contando las historias de aquellos que perdieron la razón después de haber pasado demasiado tiempo allí.

III
Aquel que, enojado por una tormenta que arruinó un paseo por el campo con su prometida, prometió a su amada castigar a los elementos por ese ultraje. Así que salió de la cabaña en la que se encontraba blandiendo furioso su espada contra los elementos. La pelea fue corta y desigual, pues a los pocos minutos un rayo fulminó al incauto. Los familiares, durante el entierro, calificaban el suceso como un acto de Dios, otros mencionaban el castigo que Zeus, el dios del rayo, infligía a quienes osaban retarlo. Con seguridad que si hubiera estado de moda en ese tiempo, se hubiera hablado también del karma, La verdad es que esa muerte se debió a la pura y simple estupidez.

IV
Un libro es como un camino, cuando empiezas a recorrerlo no sabes hasta dónde te ha de llevar, el camino puede ser largo, puede ser sinuoso, habrá tramos en donde te sientas cómodo o partes empinadas y difíciles, paisajes por descubrir y recodos que sólo tú serás capaz de admirar. Después de llegar al final, sabrás si el viaje valió la pena, y descubrirás que el camino es solo de ida, que el regreso es imposible, que aunque regreses al lugar de donde partiste, no volverás como el mismo que partió un día.
(La biblioteca)

sábado, 3 de febrero de 2018

Cómo hablar en público


Hay historias que tengo que no puedo reflejar adecuadamente por escrito. Son historias en las que se debe gesticular, imitar un acento, mostrar alguna figura con las manos, haciendo una metáfora visual. La escritura de tales historias queda pálida y coja con sólo la escritura. Aún así, voy a arriesgarme hoy, y espero no quedar como aquella vez que en plan de broma, me puse a imitar la forma de hablar de los italianos, y creía que lo estaba haciendo perfecto, hasta que mi interlocutor me dijo que nadie creería que yo era un italiano. ¿Por qué? - Pregunté. – Porque no agitas las manos – fue la respuesta.

Para hablar en público se necesita un tipo especial de actitud. Curiosamente, hablar de manera natural ante una cantidad de personas es lo más difícil. Yo tengo la teoría de que todos arrastramos un trauma desde la infancia que nos dice que se habla en público solo cosas solemnes en eventos especiales. Eso nos corta y nos hace que en público hablemos como políticos antiguos, de esos que hablaban en balcones y plazas, sin entender que ya esa clase de políticos se extinguió hace años, como podemos ver cada vez que transmiten las sesiones del congreso.

Así, he identificado varios tipos de discurso que da la gente normal, no los habladores profesionales.
Primero están los que hablan en bautizos, matrimonios, quinceañeros o cualquier celebración en que el público empieza a corear el “Que hable, que hable”, al anfitrión. Este discurso suele ser ampuloso y altisonante, el orador trata de usar palabras difíciles que trasluzcan la cultura que no tiene. Algo así como:
“Estimados contubernios, en esta ocasión tan egregia que hoy nos acontece, quiero externar mis sentimientos de amicalismo a los distinguidos concurrentes agradeciendo su presencia en este magno evento. Extendiendo las salutaciones a aquellos que no han podido apersonarse con su presencia física pero han hecho llegar sus parabienes, levanto mi copa para aperturar un brindis, y que nos acompañe la alegría y la beneficencia.”
Al final, nadie entendió nada, pero todos lo felicitan y comentan "Qué bien ha hablado".

Otra forma de discurso es la de aquellos que han sido obreros y no conocen otra forma de hablar en público que la de los dirigentes del sindicato, hayan o no formado parte de él. Y el discurso sale algo como esto:
“Estimados compañeros y compañeras: Nos encontramos aquí, compañeros, para celebrar el aniversario del natalicio de nuestro compañero aquí presente, quien ha sido un gran amigo y excelente compañero. Quiero que sepan, compañeros, que el compañero es una gran persona y un excelente compañero, estimado por todos los compañeros. Por eso quiero, compañeros, un fuerte aplauso y palmas combativas, compañeros ¡Hip, Hip, Hurra! ¡Palmas, compañeros!”
Cuando escucho un discurso como este me remonto a mis épocas de estudiante universitario, donde tenía amigos de la dirigencia estudiantil que hablaban así cotidianamente y con más repeticiones de la palabra “compañeros” que las que pongo aquí.

También están los que van al otro extremo de la solemnidad y quieren hacer un discurso chistoso, ellos son los que cuentan chistes colorados en cuanta ocasión se presenta, y que no pueden dejar pasar la oportunidad de un público cautivo:
“¡Cállense, que voy a hablar! Solo quiero decirles que este de aquí, con su cara de cojudo y todo ¡Es mi pataza, mi causa! Yo lo estimo mucho, pucha que si fuera hembrita me enamoraba de él, por eso es que estamos aquí, porque todos los queremos, buena punta es, por mi vieja. ¡Vamos a brindar pues, carajo!”
Como se habrá notado, este discurso para ser efectivo y creíble, debe decirse con varias copas encima y una voz rasposa, y con la confianza de que nadie al día siguiente recordará nada, a menos que aparezca misteriosamente el video del discurso en Facebook.

Por último, están los que recuerdan las clases en el jardín de infantes, y deletrean la última palabra de cada frase, como para que lo entiendan hasta los que se sientan en la última fila:
“Damas y Caballeros, estamos aquí para… ce-le-brar,
¿Qué? Un aniversario - más
De esta bella pa-re-ja
Que todos esti-ma-mos,
Que tengan muchos más años de fe-li-ci-dad, aplausos, por favor”

Yo por mi parte, que tengo de vez en cuando que hablar en capacitaciones y presentaciones, trato de mantener el estilo coloquial que mencioné al inicio, con resultados dudosos. Y no porque la gente quede descontenta, todo lo contrario, sino porque la audiencia piensa que todo el rato no he estado hablando de un tema serio y olvidan después lo que he dicho, como si hubiera dicho puras tonterías. Al poco tiempo, cuando se necesita usar los conocimientos que eran el tema de la capacitación, no recuerdan hasta que suceden las consecuencias y solo ahí dicen “tenía razón el profe”.

Algo anda mal.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...