jueves, 25 de noviembre de 2010

En el nombre del hijo


Sucedió hace tiempo ya. En una sala de maternidad, un asustado padre lleva a su esposa con los dolores del parto, adelantados casi dos semanas. Entre el ajetreo de la llegada intempestiva, los trámites de admisión para la madre, la búsqueda apurada del médico, y la tropa familiar que más que ayudar estorba, al pobre padre se le ha acabado la calma hace ya bastante rato. Por eso cuando la enfermera le da la noticia de que su bebé ya ha nacido, el hombre está aún en estado de shock. Más aún cuando le dicen que tienen un lindo niño y no una mujer, como le dijo con insistencia el doctor durante los cuatro meses previos. Cuando la enfermera le pregunta sobre el nombre que le pondrá al bebé en todos los trámites posteriores, el padre de otros dos hijos estalla al fin, presa de las tensiones:
- ¡Lo único que quiero es que este hijo sea el último!

Más de treinta años después, Último García tiene aún que sufrir las consecuencias del exabrupto paterno. Al menos no se siente tan solo en compañía de otros casos de nombres inusuales que parecen ser cada día más frecuentes. A los nombres sacados del santoral, que dieron frutos tan raros como Cristóforo, Anacleto o Nepomuceno, le han sucedido los nombres provenientes de las películas, telenovelas o series de TV. Y como siempre, el único que no tiene no voz ni voto es el pobre infante, que cargará para siempre con el peso de su nombre.

- En serio, ¿Por qué le pusieron ese nombre?
- Es que mi padre era fanático de las películas musicales, admiraba tanto a Gene Kelly que me puso ese nombre…
Kelly Alberto Muchotrigo explicaba de esta manera su solicitud de cambio de nombre ante la oficina competente. Allí, a modo de consuelo le explicaron los casos de nombres como Hitler, Stalin, Pavlov, Kennedy, Roosevelt y otros más que se estilaron en tiempos antiguos.

Ahora parece que además, los nuevos padres recurren además a la imaginación para nombrar a sus hijos. Me estoy encontrando cada vez con mayor frecuencia con casos que desafían todo intento de buscar un significado al nombre, salvo en aquellos casos en que la explicación viene dada por el progenitor:
- ¡Qué bonito niño! ¿Por qué dices que lo llamaste Helio?
- Porque cuando mi mujer se embarazó, me dijo que solo era un gas…

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