martes, 25 de febrero de 2014

El día de volver al pasado

Hoy he decidido volver al pasado, tal vez tratar de recoger algunas de las cosas que dejé en el camino. Paso por mi sala y enciendo el enorme televisor a colores, uno de los primeros que salieron en el país, para ver los dibujos animados de los pitufos y Cool Mc Cool. Sobre el televisor está la vieja consola de juegos Atari 2600, en donde jugaba al Pacman y al Frogger, con gráficos que eran poco más que cuadrados redondeados y sonido pobrísimo. Cuesta ahora creer que en ese tiempo eran lo más avanzado. Las ahora omnipresentes computadoras personales no existen todavía, al menos no en mi casa, y el único teclado que hay en mi casa es el de una máquina de escribir Olivetti en la que hago los deberes escolares.

Tengo ahora en mi mano los viejos billetes de 50 mil soles y hasta los de 5 millones, que me recuerdan el tiempo en que todos eran millonarios, y cuando los millones no alcanzaban para comprar nada.

Puedo elegir entre poner una cinta en el Betamax que está conectado al televisor, o salir a la calle a buscar a los amigos con los que jugar fulbito con una pelota de plástico en el césped del pequeño parque a pocos metros de mi casa. Saldré a la calle, pasando los cercos hechos de matas de granadillas y cipreses, que después serán reemplazados por muros de ladrillo y rejas para evitar los robos.

En la calle veo pasar a los buses amarillos que llevaban al centro de la ciudad, y me daban unos boletos de papel blanco que coleccionaba en el forro de mis cuadernos de colegio. En ese tiempo recién aparecían los niños que cantan en el bus pidiendo monedas. Al ser los primeros, recibían muchas monedas de los viajeros, razón por la cual se multiplicaron tan rápidamente que cuando nos dimos cuenta, ya era imposible hacer un viaje sin que aparezcan dos y hasta tres veces en los pasillos cada vez más llenos.

La gente que circula por las calles lleva la ropa de antaño, cuando la moda era realmente distintiva y se podía marcar un corte con los tiempos de antes: Jeans estampados, desteñidos nevados, las camisetas Lacoste amarillas primero, de otros colores después; collares hawaianos para hacer juegos con camisas de flores de colores brillantes. Los peinados parecían querer llegar al cielo y ocupar todo el espacio posible.
Tomamos gaseosas en lata de marcas extrañas, con tal de que no fueran Coca-Cola ni Pepsi-Cola, en ese entonces enfrascadas en una guerra que hacía que nos inviten un vaso en la calle para tratar de adivinar cuál de las dos era. Estas gaseosas las compraba de camino al local de video juegos donde jugaba al Street Fighter, Miss Pacman o Donkey Kong, que trataba de evitar que Mario rescate a la princesa.

La música la pone el Walkman de Sony que viene con unos audífonos forrados de espuma plástica y necesita cassettes que duran 30 minutos a cada lado, y que lleno con música que grabo directamente de la radio FM: The Police, Duran Duran, B-52’s y otros más. La música pasaba de moda muy rápidamente en ese entonces, las canciones de hace tres meses eran reemplazadas por la nueva música, e incluso se podía ordenar las grabaciones por meses, sin miedo a equivocarse. En la tienda de discos, parada obligada en la ruta, compraba los enormes LPs de Queen, U2, y los primeros que conseguí de The Beatles.

Mi caminata por el pasado me lleva ahora al parque, aún sin los caminos de cemento que lo atraviesan, los árboles un poco más pequeños y con niños que lo rodean sobre sus skateboards. Más allá, hacia el oeste, puedo ver el sol al ocultarse, antes de que lo taparan los edificios del centro comercial que existe hoy. Ya había olvidado cómo el atardecer tenía de rojo las fachadas de las casas, sin tiendas ni avisos luminosos. Y una de esas casas es la que reconozco ahora. Este es el recuerdo que quería recoger, después de haberlo dejado en el camino. Me pregunto qué habrá sido de ti, que pasó después de que te mudaste y tu antigua casa fue convertida en un local comercial por los nuevos dueños.

Me quedo pensando en el tiempo que ha pasado, en si valió la pena cambiar de década, cambiar de milenio, en lo que hemos hecho desde entonces y en si fuera posible dar marcha atrás y recuperar aquello que hemos dejado en el camino.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Frases Twitteables 27


  • - He vuelto, después de tres años. - ¿Trajiste el pan?
  • Últimamente me da miedo cuando pienso.
  • Se venden cuervos criados en casa. preguntar por el ciego.
  • La colina se alegra. Llega la primavera. Y el tonto sigue allí.
  • De vez en cuando encuentro gente que se agarra del suelo para no caerse.
  • Yo me colgué de una nube, pero empezó a llover y me caí.
  • ¡Están lloviendo tontos!
  • Poco a poco, imperceptiblemente, me he vuelto retro.
  • Funciona en el cine, no funciona en el mundo: Un tipo con falda y la cara pintada de azul inspira a un pueblo.
  • Funciona en el cine, no funciona en el mundo: Un tipo bajito, calvo y verdoso, que no sabe hablar, es tu respetado maestro.
  • Hoy me toca escribir algo profundo: ¡ABISMO!
  • Todo se me haría mucho más fácil si tuviera superpoderes.
  • Lo único super que tengo es una supervisión que me está vigilando.
  • No importa a quien le preguntes, los buenos tiempos nunca fueron estos.
  • Nada ocurre por casualidad. Esa paloma tenía un plan.
  • No traten de engañarme, el secreto mejor guardado no será publicado.
  • Tengo problemas de credibilidad, nadie me cree cuando digo una mentira.
  • Para conocer el fin de tu historia tendría que matarte.
  • Soy impermeable a las tormentas de ideas.
  • Ayer tuve una idea, pero no sé dónde la dejé.
  • Buscaba a una mujer perfecta, y cuando la encontré, no me hizo caso, pues ella también estaba buscando a un hombre perfecto.

jueves, 13 de febrero de 2014

La frase de San Valentín


Buscando algo bonito y esclarecedor que escribir para el día de San Valentín, rebusqué entre mis papeles y mis cosas algún verso o texto perdido que pudiera reciclar, o por lo menos me sirviera de puntapié inicial para escribir ese post que me merezca la posteridad entre la cantidad de tonterías que aparecen en internet con motivo de estas fechas. Ya que a mí no se me da lo cursi ni lo poeta, decido mantenerme en mi especialidad que es la tontura con clase, como la calificó una de las seguidoras de este blog en afortunada frase. El problema es que la musa que era mi casera anda coqueteando con otros tontos, según parece, porque por aquí ya no aparece ni de casualidad.

Antes de que se me caliente la hiel y decida traer a la mencionada musa de las orejas para que aprenda a no tenerme abandonado, reviso, como decía anteriormente, mis papeles anteriores donde colecciono los retazos de historias que me ocurren a ver si queda algo rescatable. Como siempre, no encuentro nada ni siquiera para un tweet, no digamos para un post completo. Revisando entre las interminables páginas de internet tampoco encuentro algo que me saque de la convicción de que en la red andan demasiados que se quieren parecer a Arjona o a Paulo Coelho, y casi ninguno que quiera parecerse a Becquer, o por lo menos a Sabina.
Decido entonces armar un post con retazos de frases que tengan por tema el amor, de esos que andan sueltos por el twitter como perro por su casa, y que terminan la mayoría de las veces con un “Tú sabes a quién me refiero”. Esta es una frase que debe usarse con cuidado, porque la primera y única vez que la usé tuve que desgastarme aclarando a quién iba dirigida la mención: No, tú no eres; Tú tampoco, que a ti ya te olvidé; Tú menos, cómo se te ocurre; A ti es que te digo; No, a ti no; Tú, a ti te digo, no te hagas la tonta, etc.

En fin, mi intención era pedir a distintas personalidades una frase alusiva a estas fechas amorosas para publicar. Pero como esas personalidades ya me conocen, creían que la cosa iba de chiste y me dejaron frases bastante tontas. Con todo, decido publicarlas hoy, porque sé que estas frases vienen del corazón, y a fin de cuentas, el amor nos vuelve tontos a todos y cuando uno está enamorado se cree que cualquier tontería es poesía, más o menos como cuando le dedica a su enamorada una bachata. Pongo aquí entonces las frases famosas antes de que regrese la musa y me interponga una demanda por escribir sin su permiso:
 Pienso en ti, luego existes. (Descartes)
  • Sin embargo ¡Cómo te mueves, morena! (Galileo)
  • Que sueñes conmigo. (Freddy Krueger)
  • Si no existieras, tendría que armarte. (Frankenstein)
  • Hoy te ves muy mona. (Darwin)
  • Qué ganas de llegar a tu corazón. (Drácula)
  • Eres el amor de mi tercera vida (Un gato)
  • Ay, que me vas a hacer perder la cabeza por ti. (Maria Antonieta)
  • Tú sabes que eres la única mujer para mí (Adán)
  • Te juro, mi amor, que los enanos eran solo amigos. (Blancanieves)
  • Me gusta cada pedazo de ti. (Jack el Destripador)
  • Mi vida, tú sí que tienes un físico impresionante (Einstein)
  • ¿Que te traiga la luna dices? Está bien, haré el intento. (Neil Armstrong)
Ya que dicen que el amor vuelve tonto al más sabio, que tengan un tonto y feliz día de San Valentín.

viernes, 7 de febrero de 2014

Se prohibe



  • Se prohíbe fumar al leer este blog. No es un lugar público, pero el humo puede permanecer un largo tiempo en el ambiente después de fumar.
  • Se prohíbe comer o beber mientras se lee este post. Puede malograr su digestión, sin mencionar el riesgo de derramar café o migas de pan sobre el teclado.
  • Se prohíbe tener más de 4 ventanas abiertas al mismo tiempo mientras se lee esto. Procure leer esto sin distracciones, en un momento de tranquilidad. Me lo agradecerá cuando lo comente a sus amigos y pueda recordar de qué se trataba este blog.
  • Se prohíbe leer apuradamente, saltando líneas, como si se leyera algo prohibido antes de que lo atrapen.
  • Se prohíbe leer con mala actitud, con ganas de criticar. Están prohibidos aquellos que buscan solamente errores ortográficos o tipográficos, y no pueden ver las sutilezas ocultas apenas entre las líneas.
  • Por último, se prohíbe leer si es que no se está dispuesto a dejar algo de sí en esta lectura, porque el acto de leer no es solo recibir, sino también opinar, cuestionar, dudar de lo escrito, pensar. Si al leer estas pocas letras uno queda algo más sabio, la labor del escritor quedará cumplida.

sábado, 1 de febrero de 2014

Suicidio


Todo empezó un día en que me sentía totalmente desanimado, sin ganas de vivir. Decidí entonces acabar con todo. Un frasco completo de pastillas seria suficiente. Una rápida revisión en mi botiquín reveló una nueva decepción: con solamente pastillas purgantes, píldoras naturistas y vitaminas milagrosas el resultado no es la muerte sino el ridículo o la muerte civil, que no es lo mismo. En la farmacia no tuve mayor problema para comprar el frasco más grande de calmantes que encontré. Al ser requerido por la receta por el empleado, bastó con decirle que tenia dos hijos y tres sobrinos en la casa. 

Una vez en mi casa me dispuse a partir de este mundo sin más contratiempos. Tomé una pastilla, luego otra y otra más. Al tomar la cuarta ya me sentía mucho mejor. Estos calmantes son realmente buenos, creo que voy a recomendarlos. Así que dejé por esa ocasión la idea del suicidio. Sin embargo, en los días siguientes me quedó la sensación de una tarea inacabada. La idea del suicidio fallido me empezó a atormentar, tenia que acabar lo que había empezado. 

Esto de elegir la mejor manera de matarse no es tarea fácil, dependiendo de cómo quiera uno que lo encuentren, o de cuánto dolor es capaz de aguantar en el intento. Entre los suicidas existe desde hace mucho tiempo la leyenda de aquel que encontró la manera perfecta de suicidarse, pero que lamentablemente, se llevó el secreto a la tumba.
Así que, después de pensarlo un poco, mi siguiente intento fue dirigirme a ese puente que tanta fama ha tenido en los últimos meses como lugar donde los suicidas hacen su ultimo clavado artístico. Llegué allí en las ultimas horas de la tarde, para darme con la sorpresa de que han puesto un guardia para evitar que la gente se lance al vacío. Parece que se ha declarado el suicidio como ilegal, cosa que me tendría sin cuidado si estuviera penado con la muerte, pero al parecer es una multa fuerte como para quitarle a uno las ganas de matarse. Esperé pacientemente a que el guardia se retire, mientras disfrutaba del paisaje del atardecer. Qué lugar tan bonito para suicidarse, pensaba mientras esperaba, con razón la gente se mata aquí. Cuando el guardia se fue, era ya de noche. Menos mal, ya me estaba dando frío. Al acercarme al puente, fui interceptado por dos matones que me quitaron todo lo que tenia, hasta las ganas de saltar. Inútil llamar al guardia para pedir ayuda, porque ya se había ido.

Desengañado por este intento,  busqué otra forma de irme del este mundo. Buscando un enfoque más tradicional, decidí tomar una siesta tumbado sobre las vías del tren. El caso es que me dormí, me desperté y no había ni rastros del tren, a pesar de haber considerado que los trenes aquí siempre se retrasan. Tuve que ir a la estación a poner mi queja por el mal servicio, solo para enterarme que los trabajadores están en huelga desde hace tres días. Ahora resulta que no me puedo suicidar por culpa del gobierno.
No habiendo posibilidades por ese lado, decidí intentar colgarme de una cuerda. No es el tipo de muerte que mas me gusta, eso de andarle sacando la lengua a la gente después de muerto no es mi estilo, pero es lo que hay. El intento fue otro fracaso, estos albañiles de ahora no saben ni hacer un techo sin que se caiga al menor peso, casi me rompo la espalda con la caída.

La siguiente vez tiene que resultar, si sigo fracasando en mi empeño voy a ser el hazmerreir en el club de suicidas en el que me he inscrito. Afortunadamente, en cada reunión veo a menos gente. Ya me quieren elegir presidente del club por ser el socio mas antiguo. Allí comparto algunas ideas con otros postulantes a muertos por propia mano, pero la mayoría de ideas son bastante desagradables. No estoy yo para tomarme un trago de insecticida o para hacerme la manicure en las muñecas con una hoja de afeitar. 
En una de las reuniones supe de uno que tuvo éxito yendo a la tribuna norte del estadio con una camiseta del otro equipo, pero el cuerpo quedó irreconocible. No, creo que iré a los acantilados de la playa a dar un salto a la eternidad. Si no me rompo la cabeza con las rocas, moriré ahogado, ya que no sé nadar.

Voy con la confianza de que esta vez no voy a fallar, pero al llegar encuentro una cola de gente con las mismas intenciones que yo. Es temporada alta de suicidios, me explica uno. El gobierno está haciendo un buen trabajo quitándole a la gente las ganas de vivir, acota otro. Cuando llega mi turno, por primera vez tengo dudas. Producto de la lucha interior entre saltar y no saltar, me quedo dudando unos momentos, hasta que me despierta el escándalo de los demás que están en la cola reclamando ¡Apúrese, señor, que estamos en la cola desde hace rato! ¡Oiga, tírese de una vez, que no tenemos todo el día! Producto de la presión popular, y antes de que algún impaciente me lance de un empujón que no he pedido, me preparo a saltar con muy pocas ganas. Doy un salto tan pequeño que no logro ganar altura y aterrizo en una saliente a pocos metros abajo de donde empecé. Justo en ese momento llega la policía, los bomberos y los reporteros de televisión. El rescate fue transmitido en la edición estelar del noticiero, editando el momento en que pasé de intento de suicidio a intento de asesinato de la reportera que me empezó a hacerme preguntas estúpidas del tipo ¿Se estaba usted suicidando? ¿Por qué se quiere suicidar? ¿Qué le diría a sus amigos?

Después de todo esto, lo único que me queda es buscar a un psicólogo en el hospital del seguro, donde un doctor mal pagado me escucha con cara de aburrido mientras empiezo con mi historia: Doctor, estas ganas de suicidarme me están matando...
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