lunes, 25 de febrero de 2013

El equilibrista


Como todas las noches desde hace tanto tiempo, el funámbulo realiza su acto. Hubo un tiempo en que hacerlo representaba una real aventura, pero ahora, muchos años después, la repetición del acto se le hace una actividad tan monótona que no puede comprender el asombro del público cada noche y dos veces los fines de semana.
Para él, siempre es el mismo truco. Bailar sobre la cuerda floja, hacer malabarismos con tres pelotas en lo alto del cable, y la simulación de un resbalón para que la gente grite de emoción. Este último detalle es lo que más le agobia. El acto es tan mecánico que no puede creer en la reacción del público. Le parece que la audiencia es la misma de ayer, la misma de hace un mes, la misma siempre, un público tan entrenado y rutinario como él, con aplausos que la costumbre convierte en un acto mecánico, hecho para engañarlo a él, como si los papeles se hubieran invertido y fueran ellos ahora los que se burlan de él.

Hay una forma, sin embargo de romper ese círculo vicioso de la costumbre. Hacer algo inesperado. Algo no planeado, que en realidad el público no espere. Solo así recuperará la emoción y volverá a sentirse vivo otra vez.
Da un paso al vacío, aun sabiendo que no hay red que lo detenga. Solo quiere escuchar un grito verdadero del público. Mientras cae, sonríe pensando en lo que dirá cuando le pregunten qué fue lo que pasó. Y su respuesta será: “Parecía una buena idea en ese momento”.

miércoles, 20 de febrero de 2013

El regalo de San Valentín



Llega el día de San Valentín y hay que regalar algo, ya sea por presión de los medios publicitarios, porque todo el mundo lo hace, para olvidar que el resto del año no se ha regalado nada, o simplemente porque se espera que uno lo haga. De cualquier modo, hay que salir a la calle a buscar algo, revisar las ofertas por internet, y preguntar a todos los conocidos si alguien sabe algo o tiene una buena idea de regalo.
Aun así, hay dificultades en el camino. He recibido hace unos días la carta previa avisando que no quiere que pase lo de los años anteriores. Maldita memoria de las mujeres, pienso al leer la última frase de la carta, que suena como una amenaza mortal: ¡NO MÁS PELUCHES! Ya me suena eso conocido al leerlo poco después como mensaje de texto, luego escucharlo como llamada telefónica y después personalmente al encontrarnos en el almuerzo. Siento un poco de pena por la tienda de peluches cerca a mi casa, que me tiene como a uno de sus mejores clientes y que este año no podrá pagar el colegio de sus hijos por culpa de esta prohibición.

Empiezo a pensar ahora en qué es lo que les gusta a las mujeres. ¿Peluches? No, eso me lo acaban de prohibir. Estoy seguro que no podré recurrir tampoco este año al lugar común de decir que la intención es lo que vale. Recuerdo esa vez que intenté escudarme en ese dicho y mi único regalo fue precisamente eso: una intención. La respuesta me duele aún en la mejilla cada vez que me río.

Sigo intentando ¿Peluches? Sería una buena idea si no fuera porque creo que algo me han dicho que no quería peluches o algo así. Los chocolates, el otro medio socorrido por los hombres con falta de imaginación, me causa miedo desde aquella vez en que le llevé unos bonitos chocolates en forma de corazón y la vi comerlos con tal avidez que me pareció una aterradora metáfora ver a una mujer destrozando y devorando el corazón de un hombre sin remordimiento alguno.

Debe haber otra forma de regalar a una mujer. ¿Peluches? Creo que no es una idea muy buena. Creo que algo me mencionó sobre que no quería peluches. Tal vez un ramo de flores. La florería, que está en temporada alta me desanima al querer cobrarme por un ramo de rosas como si quisiera venderme el jardín entero. Además, el tiempo en que he estado dudando ha hecho que ya todos los ramos estén reservados. Solo quedan algunas margaritas sueltas en mal estado. Descarto la idea.

Empiezo a pensar si no sería mala idea comprarle un peluche. ¿No me había dicho algo sobre los peluches? No puedo recordar si es que me había dicho si le gustaban o es que quería uno. También podría ser un perfume. Me asalta la duda si es que no pensará que sea una indirecta y que crea que yo opino que huele mal y necesita un perfume. Veamos: Jennifer Lopez, Shakira , Emma Watson, Kate Winslet. Todas las estrellas de moda parecen tener su propio perfume. El único perfume que está dentro de mi presupuesto es el de Amy Winehouse, que parece que ya está un poco pasado porque huele a borrachera rancia. No sé si es porque Amy Winehouse ya está muerta hace tiempo o porque el perfume representa la vida agitada que vivió.

La hora se acerca y tengo que tomar una decisión. Compraré un peluche. Al pagar, siento una sensación extraña. Creo que ella mencionó algo sobre los peluches, pero no puedo recordar exactamente qué fue. Bien, una vez pagado y envuelto el regalo, me dirijo a nuestra reunión.

 Nuestra reunión no fue para nada como yo lo esperaba. En realidad, todo fue bien hasta que ella abrió el regalo. Allí empezaron los gritos, la histeria, y el pobre peluche volando en línea recta hacia la ventana más próxima. Yo solo pensaba en que no entiendo a las mujeres. Con todo lo que he pasado para encontrar un buen regalo ¿Cómo quiere que me acuerde que me dijo que no quería un peluche? Al salir del restaurante, me puse a reventar todos los globos en forma de corazón que encontré en el camino. Sí, esto también tiene valor como metáfora. 

viernes, 15 de febrero de 2013

Retazos


Karate Kidding

El maestro Miyagi me dijo “Pinta esta cerca”, y yo la pinté. Luego me dijo: “Pule todos estos autos”, y yo le hice caso. Por último me dijo: “Lija este piso”. Yo le obedecí. Cuando llegó, le dije “¿Ahora ya estoy aprendiendo Karate?”, y me respondió: “No, yo solo buscaba alguien que me haga las cosas sin preguntar”.

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Fin
Andrés Gresso intenta devolver a la vida a María Elena Duett. Le habla, la toma de la mano, le pide que resista; no sabe cómo detener la hemorragia que él mismo le ocasionó. La ambulancia no llega, las páginas se acaban, el plan de Andrés salió mal. María Elena ha muerto, la novela ha terminado.

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En Alemán

El idioma alemán, aunque difícil, brinda algunas facilidades a la hora de expresar muchas ideas. Se sabe que el alemán es el idioma de los filósofos. Incluso las preguntas más conocidas sobre la existencia suenan más importantes cuando son pronunciadas en alemán: Wer bin ich? Wo gehe ich hin? Was mache ich hier? Sin embargo, la mayoría de mis ideas suenan igual de tontas aunque las escriba en otro idioma: A silly idea is still silly even if I write it in another language. Aquellos que conozcan otro idioma entenderán lo que quiero decir.

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Campo de Batalla
Saber de cierto que la guerra está perdida
mas aún quedan batallas por librar.
Las pocas armas que me quedan he de usar.
Y aunque con ganas de dejar ya la partida
no pienso retirarme sin luchar.
Y no habrá rendición.
Y no habrá huida.
Y mi victoria será no renunciar.
(Otro cortipegado, esta vez de http://softhands66.blogspot.com/)



domingo, 10 de febrero de 2013

El misterio inglés


Dentro de las habilidades que tengo, es decir de esas habilidades que me permiten progresar en mi trabajo, no las habilidades tontas que comentaba en un post anterior, está la de saber inglés y un poco de alemán.  Al menos puedo hablar el suficiente inglés como para poder expresarme sin hacer el ridículo ante los extranjeros con los que tengo contacto de vez en cuando. El alemán lo tengo bastante olvidado y apenas puedo mantener una conversación básica con alguien bastante comprensivo. Pero este no es realmente el problema. El problema es cuando las demás personas al verme hablando o haciendo una traducción de un documento me preguntan dónde es que aprendí inglés.

El caso es que nunca puedo dar una respuesta convincente a esta pregunta aparentemente tan simple. Y como tengo la manía de convertir las explicaciones en una historia, aquí va la historia para esta explicación:
Desde los tiempos en que era apenas un tontito de menos de un metro de altura, tuve la predisposición a imitar, cualidad que conservo hasta el día de hoy como una característica de la que me tengo que cuidar, como explicaré más adelante. El caso es que tenía facilidad para la imitación, y eso me ayudó cuando me dieron las primeras clases de inglés en el jardín de niños. Las maestras se sorprendían de lo rápido que aprendía y de lo bueno de mi pronunciación. Pero en mi país el idioma inglés no se puede aprender bien en una escuela pública, en donde es un curso más que se pasa sin que la gente realmente aprenda. Que levante la mano el que ha aprendido en la escuela un inglés que permita pasar del “this is a pencil” o el “good morning, teacher”.

Lo que me salvó de la ignorancia completa del idioma inglés fue el descubrimiento de la música, y más específicamente, de los Beatles. Este descubrimiento  considero hasta hoy que fue uno de los más importantes de mi vida, pues me condujo a la afición por la buena música, y al interés por conocer qué es lo que decían las letras de las canciones. Así sin darme cuenta, empecé a leer los títulos de las canciones, que normalmente tenían las traducciones entre paréntesis. Esas fueron en realidad mis primeras lecciones de inglés. 
Conforme pasó el tiempo, y el tiempo en la escuela parece eterno, pude pasar, con mucha suerte a un colegio alemán. Allí realmente los profesores se preocupaban por que uno aprenda otro idioma, así que pude alcanzar en mis mejores épocas un dominio del alemán más que mediano. Y allí también seguí cursos de inglés a los que en realidad no puse demasiado empeño, gracias a una convicción insensata de que lo aprendería tarde o temprano, y gracias también a una compañera de carpeta que se esmeraba en que no perdiera el tiempo atendiendo al profesor en vez de disfrutar de su conversación interminable.
Mi gusto por la música me llevó a otros grupos y también a leer los cancioneros que contenían las letras de las canciones de moda y las canciones de los Beatles también. Mi conocimiento del inglés entonces se basaba en reciclar frases en inglés sacadas de los títulos de esas canciones, y e menor medida, de las letras que encontraba traducidas. Como dije, tengo esa predisposición genética a la imitación. Allí empezó la leyenda de que yo había estudiado inglés en un instituto británico, (gracias a lo británico de mi pronunciación) y que realmente podía mantener una conversación fluida. La gente simplemente se negaba a creer que mis maestros en realidad eran John Lennon y Paul McCartney.
Ya en la universidad, completé un vocabulario básico gracias a los innumerables libros en inglés que tuve que leer para progresar en los estudios. Adquirí cierta reputación en la traducción de textos técnicos en ese tiempo. La leyenda de mi dominio del idioma inglés creció, merced a las demostraciones de lectura de textos que hacía, y que sonaban absolutamente creíbles a los oídos de las personas que solamente hablaban castellano.

En el primer trabajo que tuve al salir de la universidad vino la prueba de fuego. Un vendedor de algunos equipos que se instalaban en la planta donde yo estaba trabajando perdió de vista al mexicano que le servía de traductor justo cuando alguien le hacía unas difíciles consultas, y todo el grupo de técnicos empezó a llamar a alguien que supiera inglés. Con más atrevimiento que convicción, creyéndome mi propia leyenda, hice el intento. Grande fue mi sorpresa cuando pude sortear la dificultad sin demasiados problemas, haciendo mi primer trabajo de intérprete. Por supuesto, nadie me felicitó, ya que todo el mundo “sabía” que yo hablaba inglés.

Desde entonces he podido comunicarme con buena fluidez con muchos extranjeros, he hecho varios trabajos de interpretación y traducción, y la leyenda ha crecido también. La gente cree que yo soy un verdadero políglota que habla varios idiomas. El único problema es cuando me preguntan en dónde aprendí, me preguntan por la calidad de tal o cual instituto de inglés y hasta me han ofrecido dar clases. Nadie es capaz de creerme cuando les digo que jamás he pisado una clase de inglés y que puedo hablar gracias a muchas canciones de los Beatles, varios libros, una rara predisposición genética y un temerario atrevimiento.

martes, 5 de febrero de 2013

Frases Twitteables 19



  • ¡Qué mala suerte que no exista el azar!
  • Si tropiezas con la misma piedra, es porque has estado yendo por el mismo camino.
  • Volvemos a encontrarnos, mi viejo enemigo, el karma.
  • Cosas que siempre van juntas, como el copy y el paste.
  • Cuando tuve que vender mi reloj aprendí que el tiempo no es tanto oro.
  • Si puede leer esto, felicidades. Usted sabe leer.
  • No pido que se haga la luz, rezo por que no la corten. (Lichis)
  • La vida es eso que pasa mientras estás ocupado escuchando a los Beatles.
  • Tropecé otra vez con la misma piedra en tu zapato.
  • Llámenme anticuado, pero yo aún escribo sin faltas de ortografía.
  • Las cosas, como son, me dijo cuando vino a verme sin maquillaje.
  • Elemental, mi querido Guasón (Sherlock Batman).
  • Tal parece que los inventos actuales se hacen confiando en la estupidez de la gente.
  • Entre nosotros, lo que pudo ser es más interesante de lo que hubiera sido.
  • Solo recuerda que lo que tengo atrás es mi espalda, no un estuche para tus puñales.
  • Tengo que hallar alguna forma de enviar mensajes subliminales por twitter.
  •  Son raras las veces en que encuentro a alguien que le guste la música tanto como yo. Le hablaría, pero no se quita los audífonos de las orejas.

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