viernes, 27 de julio de 2007

En busca de una canción peruana



Todos los 28 de julio, al igual que el 31 de octubre, se vuelve una obligación escuchar música criolla. Lo cual no estaría tan mal si no fuera porque todos los años escucho la misma música. Pareciera que no se ha compuesto ninguna canción criolla desde hace 30 años. Que levante la mano el que pueda nombrarme un vals que tenga menos de 25 años.

De entre el repertorio peruano por estas fechas, los preferidas son las que, a falta de un mejor nombre, llamaremos "canciones patrióticas", las que nos hablan de lo bonito que es ser peruano y de lo bonito que es nuestro país. El problema es que la gran mayoría parecen forzadas, como si al compositor le hubieran dado la penosa tarea de hacer una canción que nos haga sentir mejor por ser peruanos, y que parece una de esas tareas que me hacían escribir en primaria sobre el 28 de julio. Nos hace falta una canción, algo así como "Las caleñas son como las flores", o "En mi viejo San Juan", que se note auténtica.

Así las cosas, me he dedicado a la tarea de buscar la canción que nos represente como peruanos y a todas les he encontrado algunos peros. Aquí va la lista, abierta a críticas.

1. El Himno Nacional. Obviamente, esta debería ser la "canción peruana", pero no nos gusta la letra. La música es muy buena, en eso todos estamos de acuerdo, y se adapta tanto a la marcha como a la música clásica, pero la letra... La letra no nos gusta, y de cuando en cuando la queremos cambiar. Esta letra fue criticada por Ricardo Palma, fue cambiada por una letra apócrifa, prohibida a principios del siglo XX para cambiarla por una letra compuesta por José Santos Chocano, luego "restaurada" por un italiano, (A propósito, la música del himno fue compuesta por un chileno), oficializada con la letra apócrifa, regresada a su letra original... y hasta ahora yo no se que es lo que debo cantar. El caso es que no nos gusto la letra original, ni la apócrifa, ni la cambiada. Los siento, chauvinistas, esta no es la canción peruana.

2. Y se llama Perú. Esta canción tuvo mucho éxito en los años 70, cuando el gobierno militar encargó su composición a Augusto Polo Campos y la utilizó en una campaña psicosocial con motivo de las eliminatorias al mundial de Argentina 78. Aparte de su casi siniestro origen, su punto en contra es el coro, que dice: "...Y se llama Perú/ con "P" de patria/ la "E" del ejemplo, la "R" del rifle... ¿La "R" del rifle? ¡Esta línea la debió haber incluido un general metiche! El nuestro es un pueblo que lo ultimo que haría es coger un rifle por ninguna razón. Somos pacíficos, y preferimos bailar a pelear. Canción rechazada.

3. Contigo Perú. Esta canción tiene la misma historia que la anterior, y la rechazamos por las mismas razones.

4. Cholo Soy. Esta canción, que hace llorar a los andinos e incomoda a los costeños es buena, tiene trasfondo social, y es popular. Nos es imposible pensar en Luis Abanto Morales sin asociarlo con esta canción. Pero hay un problema: ¡No es peruana! Es una adaptación de una canción argentina llamada "Gaucho Soy". Rechazada por su nacionalidad dudosa.

5. Mi Perú. Esta es una canción más movida. Todavía no está para bailarla bien, pero sirve. Hace años hubiera sido la elección, pero ahora ultimo los apristas se la han apropiado, y genera resistencias en la actualidad. Una lástima pero ya está maleada.

6. Estoy enamorada de mi País. Es una que podemos bailar sin escrúpulos, y la canta Eva Ayllón, que es lo mejorcito que tenemos. No es mala, pero, como dije al principio, la letra parece de esas poesías que me hacían recitar en las actuaciones de la primaria. Se acerca pero no aprueba.

7. El Cóndor Pasa. Aquí también hay ciertas dudas con respecto a su origen. Se supone que era parte de una zarzuela del mismo nombre compuesta por Daniel Alomía Robles, pero no se con seguridad si está realmente incluida allí. El que haya escuchado la zarzuela completa que me avise si la encuentra. El otro problema es que no tiene letra, además de haber sido malograda internacionalmente por Simon & Garfunkel. La canción queda en veremos.

8. Valicha. Esta es la que más posibilidades la veo como la canción peruana. Es andina, la podemos bailar, es contagiosa. Tal vez los costeños no la valoran tanto, pero ahí está.

9. La Flor de la Canela. El problema con esta canción es que es demasiado limeña. Y es de una Lima que ya no existe. El valiente que intente recorrer el camino entre el puente y la alameda, antes se encontrara con un asaltante que con la flor de la canela. Para un país dividido entre lo costeño y lo andino, ni esta ni la anterior parecen contentarnos a todos.

10. Perú Campeón. Esta polka fue compuesta para alentar a la selección de fútbol en el mundial de México 70, y tuvo tremendo éxito. Pero en los últimos 25 años de fracasos deportivos, ya parecemos cantarla con cachita. Como canción ya fue.

Ahora... ¿De donde sacamos una canción que cantemos los peruanos?

sábado, 21 de julio de 2007

Orgullo de ser peruano



En las fiestas patrias, los medios de comunicación nos martillean con variaciones de la frase "orgullo de ser peruano", frase que no suena tan creíble cuando los vemos en anuncios de transnacionales, ni cuando conversamos con la gente, que sigue buscando la oportunidad de emigrar a donde sea.

Aceptémoslo. El orgullo de ser peruanos es un bien escaso en este país. A lo más que llegamos la mayoría es a tener una relación amor-odio con la tierra que nos vió nacer. Un ejemplo: a un extranjero que llegó para un trabajo, en una provincia, todos le decíamos en una reunión lo bonito que era nuestro país, lo rica que era nuestra comida y lo buena que era la gente aquí. Conforme avanzaba la reunión, varios de los presentes llevaron al gringo a un aparte para preguntarle como podían hacer para ir a su país a trabajar. El Perú no era tan bueno como ellos mismos lo pintaban.

Yo mismo he pensado varias veces en irme a donde no tenga que trabajar 12 horas diarias, o por lo menos donde me paguen las horas extras. La ultima vez que consideré seriamente la posibilidad fue cuando el actual inquilino de Palacio de Gobierno se instaló nuevamente y declaré públicamente que este país no era lo suficientemente grande para los dos.

Por eso para estas fiestas patrias he pensado en hacer una lista por la cual nos debemos sentir orgullosos de ser peruanos:

1.- Los peruanos tenemos fé. No importa cuantas veces los políticos nos engañen, cuantas veces nuestra selección quede en último lugar, o cuantas veces nos hagan el carrusel con nuestro dinero, los peruanos seguimos creyendo en el futuro. En otros paises han hecho revoluciones por menos de eso. Pero aquí la fé nos mantiene vivos.

2.- En el Perú se puede vivir sin dinero. Si uno pregunta por la calle encontrará multitud de peruanos que no cobran su sueldo desde hace meses, o que cobran una cantidad que según estándares internacionales apenas alcanza para un pan. Sin embargo estas personas tienen familias con varios hijos a los que mantienen. En Japón por ejemplo, la gente se suicida al perder su trabajo y no poder mantener a su familia. Aquí, entre polladas, recurseos y sablazos, la gente sobrevive indefinidamente. Por eso en otros países se comenta lo difícil que es matar a un peruano.

3.- El peruano trabaja con lo que tiene. Esta es una habilidad que hemos adquirido por la práctica. Los europeos tienen una vida tan ordenada que si le falta la más pequeña de sus herramientas para trabajar o para vivir, entran en un estado de inamovilidad. Aquí por el contrario, si nos dan todos los implementos necesarios para nuestras actividades nos sentimos extraños. Como ejemplo, observemos la cantidad de autos que circulan sin luces, vidrios, termostato, parachoques, llanta de repuesto, tubo de escape, etc.

4.- El peruano nunca se aburre. Siempre la vida cambia día a día en el Perú. Nuevas leyes, disposiciones, trabas, hacen que nos mantengamos alertas. La ruta a mi trabajo cambia cada semana debido a obras, construcciones, marchas, huelgas o al simple afán del chofer de la combi en ganarle la carrera al otro, por lo tanto, el paisaje nunca es el mismo. Del mismo modo, siempre hay un escándalo del que hablar, ya sea político, deportivo o chisme del espectáculo (las fronteras entre estos temas se hacen cada vez más difusas, dicho sea de paso), que nos mantiene entretenidos. Por eso los peruanos en otros países se aburren tanto que prefieren trabajar. Gracias a eso los peruanos tienen una fama ganada como gente trabajadora en otros países.

5.- Los peruanos tenemos vocación constructora e imaginación arquitectónica. No contentos de tener una de las nuevas maravillas del mundo (Gracias, Pachacútec), los peruanos iniciamos construcciones portentosas llenas de imaginación. Quien haya viajado por el Perú sabrá que las plazas principales de la mayoría de nuestros pueblos y ciudades no pudieron ser imaginados por la más afiebrada imaginación extranjera. Podemos tranquilamente organizar tours por las plazas de armas de muchas ciudades, y en Lima, tenemos la única alameda de concreto del mundo, que se encuentra donde alguna vez se quiso construir un tren eléctrico.

He evitado deliberadamente mencionar los lugares comunes de la comida, las mujeres, y el trato de la gente, así que existen muchas mas razones para sentirnos orgullosos de ser peruanos. Felices Fiestas Patrias.

sábado, 14 de julio de 2007

El Plazo Final


[Música de fondo: Life in the Fast Lane - The Eagles]


Ocurre cada vez que tengo que entregar un trabajo. Y esta es la historia que se repite con pocas variantes cada vez:

Llega la orden del cliente y mi jefe me dice que yo me haré cargo de este trabajo, con la ayuda del capaz personal de la empresa asignado al proyecto.

- Disculpe, jefe, ¿A este no lo puede asignar a otro equipo? La última vez me tuve que quedar hasta las 3 de la mañana corrigiendo sus burradas...

- Yo sé que tú lo puedes manejar, no te preocupes... Ah, y no descuides el otro trabajo...

El otro trabajo es el que me tiene loco desde hace dos semanas y se resiste a morir, ya que el cliente siempre pide algo más que se le había olvidado. Por lo tanto dedico todos mis esfuerzos a lo urgente y me olvido de lo nuevo hasta que mi jefe me lo recuerda:

- ¿Y? ¿Entregaste al cliente el cronograma del trabajo nuevo?

- Ahorita lo mando...

10 segundos después, le encargo hacer el cronograma a uno de los más tontos de la oficina, que da la casualidad de que solamente está haciendo dos cosas a la vez. ¿Para cuándo? Para hoy, naturalmente.

Cuatro días después reviso el cronograma que ha hecho mi subordinado, le recorto todas las tareas para hacer que la entrega sea una semana antes y lo envío a mi jefe, quien a su vez le recorta una semana y lo envía al cliente. Dos días después el cliente nos reenvía el cronograma revisado, donde todas las tareas han sido recortadas para que se entregue dos semanas antes. Al ver la versión "oficial" del cronograma, recortada en cuatro semanas, me pregunto si el cliente realmente cree que podremos terminar en un plazo tan corto. Por suerte aún tenemos algo de tiempo antes del inicio de la obra, pues las especificaciones y planos del cliente no llegan todavía.

El día del inicio programado de la obra, no tenemos planos, ni especificaciones, y los equipos de importación se han quedado en la aduana porque les ha tocado la luz roja. Se acuerda con el cliente una reprogramación del trabajo para empezar dos semanas después, pero sin alterar la fecha de entrega.

Cuando empezamos, tres semanas después, no tenemos planos, especificaciones, ni equipos de importación. Ni siquiera tenemos materiales, pues el cliente nos ha pagado con letras en lugar de efectivo. La fecha de entrega, por supuesto, no se ha movido.

Los primeros días son de pedir a la oficina principal que nos mande los planos, materiales y herramientas para que los trabajadores no se queden con los brazos cruzados. El cliente llega a la obra para preguntar por el avance del trabajo y termina preguntando cuándo es que empezamos. Ante tanta insistencia, empezamos a trabajar bajo las buenas suposiciones de que el plano que va a llegar quién sabe cuándo diga que tenemos que hacer lo que estamos haciendo.
Conforme pasan las semanas el trabajo toma cuerpo. El mayor sobresalto fue el día en que al cliente se le ocurrió venir a preguntar como estaba el avance con respecto al cronograma. Me fue difícil responder, tomando en cuenta que ni siquiera recuerdo haber traído el dichoso cronograma alguna vez a la obra.

Las siguientes visitas del cliente empiezan a generar miedo. Cada vez nos trae más modificaciones al proyecto original. Además el cliente parece tener un problema serio de perspectiva. Aunque los cambios solicitados implican desarmar partes completas y varios días adicionales de trabajo, le siguen pareciendo cambios pequeños. Para el cliente también son pequeños los errores que contienen los planos, errores tales como no considerar el cerro que existe justamente en medio de su edificio proyectado. Estas visitas siempre terminan recomendándome que apure las obras porque la fecha de entrega no se va a mover.

Al acercarse la fecha límite, el tono sube, y las quejas por el pobre avance del trabajo se hacen más fuertes. De nada sirve anotar que los planos finales los han entregado hace una semana, y que no se parecían en nada a los primeros que nos entregaron.

Faltando tres días para la entrega "teórica" del trabajo, tenemos una reunión en las oficinas. El tema es preguntarnos si podemos si podemos hacer el trabajo que falta (más de la mitad) en los 3 días que quedan. Con el debido respeto, explico que si ponemos 50 personas más, y trabajamos 30 horas al día, podremos terminar en un mes. La cara de terror del cliente vale la pena esta sinceridad, pero la cara de mi propio jefe me dice claramente lo que opina de un tonto que le dice la verdad al cliente. Se acuerda una "ultima fecha de entrega" en 10 días.

En castigo por decir la verdad, me quedo 12 horas diarias en la obra, para vigilar también al turno de noche. El nuevo cronograma, al igual que el anterior, es solo un enunciado de buenas intenciones, ya que en realidad se avanza lo que se puede y cuando se puede. Es la ventaja del peruano, puede trabajar sin planes y el resultado queda tan bien como si lo hubieran hecho los gringos. En realidad, se pudo haber terminado en la fecha re-programada, si no fuera por las 17 "pequeñas" modificaciones que trajo el cliente al día siguiente de nuestra reunión.

El día anterior al plazo "final", tenemos otra reunión para fijar una fecha "final-final" para la entrega. Al igual que la vez anterior, nadie hace caso cuando digo que el concreto tarda 3 días en secar y que no se puede pintar y tarrajear al mismo tiempo. El plazo "final-ahora sí" es en una semana. Luego vendrá el plazo "de todas maneras", el plazo "último-último" y el plazo "último-como sea".

La fecha "final-última-ahora sí-ya no hay más ampliaciones" fue rebasada solamente en 8 días, y yo he pasado lo últimos dos días sin salir de la obra. El cliente la recibe conforme "salvo algunos detallitos" que según mis cálculos me harán quedarme aquí dos semanas más.

Al regresar a la oficina, 3 semanas después haciendo trabajos adicionales a la obra, mi jefe me llama:

- Tenemos otra obra, es como esta que acabas de terminar, pero los plazos son más cortos, yo sé que tú puedes hacerlo...

Desde ahora, mi principal preocupación será cómo suicidarme de manera rápida e indolora.

sábado, 7 de julio de 2007

En defensa de la garúa limeña



[Música de fondo: Here Comes the Rain Again - Eurythmics]

El que haya vivido en Lima, o la haya visitado en epoca invernal, debe haber visto la garúa. Esa lluvia que no moja, no molesta, no fastidia. Tratar de explicar la garúa a un extranjero que no la visto es tarea titánica. Los extranjeros tienen la idea de que una lluvia debe ser una experiencia imponente: Anunciada por un rayo, el cielo se oscurece de repente y con un estallido, enormes gotas caen al suelo en un estrépito acuoso que parece querer convertir la tierra en el fondo de un lago.

Pero no, la lluvia limeña no tiene rayos que la anuncien, es más, lo normal es que recién una hora después de iniciada, nos demos cuenta de que está lloviendo. El cielo limeño además nunca cambia el color panza de ratón con que se viste durante todo el invierno, lanzando la lluvia sin inmutarse, como quien tira la piedra y esconde la mano. Tampoco tenemos gotas de lluvia dignas de ser tales. Son gotas microscópicas que apenas mojan los parabrisas de los autos.

Supongo que si alguien quisiera crear una escala de lluvias, digamos, del 1 al 20, la intensidad 1 correspondería sin duda a la garúa limeña. Una conversación común ente dos personas que caminan por las calles de Lima es la siguiente:

- ... Oye....
- ¿Qué?...
- Eh... ¿Está lloviendo?
- No sé...
- Yo creo que está lloviendo...
- Dejame ver... Sí, creo que ha caído una gotita en mi anteojo...
- Espérate un rato... Si, creo que me ha caído una gotita.
- Si pues, está lloviendo.

Y las dos personas siguen su camino sin apurar el paso ni preocuparse más del tema.

La lluvia limeña es inofensiva. Cuando alguien va a salir y se da cuenta de que está lloviendo, no hace ningun arreglo especial. No se cambia de zapatos, ni lleva un impermeable, ni paraguas, ni un gorro. Estos elementos protectores son desconocidos en Lima. Una vez llevé un paraguas a un lugar de nuestra sierra donde sí llovía, y todos los limeños me preguntaban donde lo había conseguido.

Ni siquiera los propios limeños estamos de acuerdo sobre si la garúa se puede considerar o no como una lluvia. Un extranjero recientemente, al ver todas las casa con techos horizontales y sucios, nos preguntó si en Lima nunca llovía, y nosotros los limeños nos enfrascamos en una discusión que dejó a nuestro visitante tan a oscuras como antes de preguntar.

Por estas razones, muchos sociólogos consideran a la garúa como parte del carácter del limeño. Tal como su lluvia, al limeño no le gusta hacer escándalo, ni hacer daño directamente, sino hacer una paciente labor de destrucción hasta que, después de mucho tiempo, hace caer las paredes de las casas mas antiguas.

Por ello, algunos investigadores extranjeros pretenden que la garúa limeña es un mito, tal como el plátano recto y el político honrado. Expertos meteorólogos han formulado la teoría de que cuando (como es el caso frecuente en Lima) la humedad relativa llega al 100%, se produce lo que se llama el "punto de rocío", y todos los objetos expuestos al ambiente forman rocío con el agua del ambiente, tal como pasa en la madrugada en los países civilizados. Pero en Lima el rocío se forma rápidamente, dando la impresión de una lluvia finísima, indetectable para los extranjeros.

Por eso levanto mi voz de protesta, y propongo que todos los limeños nos echemos a correr cmo locos buscando un refugio al empezar la garúa, nos enfundemos en horribles impermeables, extendamos enormes paraguas e instalemos costosos sistemas de drenaje de lluvia en nuestras avenidas, para demostrar que la garúa existe, que no es un mito, y que nosotros somos tan invernales como el que más. Ya nos quieren quitar el Pisco, el cebiche, la papa, y hasta el suspiro a la limeña. Defendamos nuestra garúa, símbolo del invierno limeño.
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