Una de las verdades ocultas por las oscuras fuerzas que dominan actualmente el mundo es esta: Un tonto no es un inútil. Aunque mucha gente cree que a un tonto no se le puede encargar tarea alguna, porque la hará mal, la verdad es que los tontos tienen muchas y variadas aplicaciones, y un tonto no es lo mismo que un inútil. Esto trataré de explicarlo con un ejemplo sacado de la vida real:
En una ocasión, una importante fábrica de muebles sacó a la venta una línea de muebles modulares del tipo “ármelo usted mismo”. Tanto para el diseño como para las instrucciones de armado, la premisa era que cualquiera pudiera armarlo. En la fábrica esta premisa se convirtió en “hasta un tonto debe poder armarlo”. El problema para la oficina de calidad fue conseguir un tonto con el cual demostrar el cumplimiento del objetivo, es decir, alguien sin conocimientos que pudiera armar el mueble. Pero al contrario de lo que los diseñadores pensaban, conseguir a un tonto no era tarea fácil. Normalmente llamaban a alguien sin conocimientos previos (es decir, a un inútil) y le encargaban que arme el mueble. El problema es que a un inútil se le puede utilizar para esta tarea una sola vez. A la siguiente, ya ha aprendido de la experiencia, y deja de ser un inútil para convertirse en un “útil”: avisado, experimentado y diestro. Por eso era importante conseguir a un tonto. Un tonto tiene la facultad de ser inmune a la experiencia y cumplir siempre con la tarea con la misma candidez e inocencia de quien lo realiza por primera vez. Y este tonto es extremadamente difícil de conseguir. Las áreas de ingeniería y calidad gastaron muchos inútiles antes de dar con un tonto a quien encargar la delicada tarea de probar los productos. Al encontrarlo, lo convirtieron, con un buen sueldo, en una parte importante del proceso de ingeniería de la empresa.
Como este ejemplo hay muchos. Los tontos, como cualquier otro recurso especializado, son valiosos, y solo quienes se dan cuenta de su verdadero potencial serán los triunfadores en este mundo. Pero, atención: mucho cuidado con confundir la utilidad de un tonto con la búsqueda de un “tonto útil”. El tonto útil es normalmente un estúpido que cree que sacará provecho de alguien más inteligente y maligno que él. Cuando el “tonto útil” se da cuenta de que es solamente una pieza en un juego más grande que no le traerá beneficio alguno, y que al contrario, lo perjudicará, se convierte en un enemigo temible.
Y ahora se acerca la temporada en que los tontos serán más reclamados que nunca. La cercanía del Mundial de Fútbol hace que en las oficinas y centros de trabajo empiecen a organizarse las “quinelas” o “pollas”, juntando dinero para aquel que acierte los resultados de los partidos mundialistas. Olvídense de los especialistas, los que estudian los ataques, defensas y mediocampo de cada equipo, los que analizan los antecedentes, posibles formaciones y condiciones de juego en cada partido. Ni siquiera consideren a los que revisan las cartas astrales, y verifican las posiciones de los astros sobre el estadio. Ellos, los estudiosos, jamás han ganado la quinela. La fría estadística nos indica irrefutablemente que aquellos que ganan son los que no saben nada de fútbol, los que escogen al ganador por el día de la semana, por el color de la camiseta o por alguna remota razón que la inteligencia no alcanza a dilucidar. Por esta razón, lo mejor es encargar la predicción a alguien que no piensa usando la lógica. Es decir, a un tonto.
¿Quieren una explicación científica? Pues bien: Es un hecho universalmente aceptado que el fútbol no tiene lógica. También es sabido que el pensamiento de un tonto se aparta de la lógica. Si unimos estas dos fuerzas que no son regidas por la lógica, habrá una gran posibilidad de que estas se alineen y entren en armonía, coincidiendo en sus resultados.
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