domingo, 27 de mayo de 2018

Mi futuro invisible



Yo, que presumo de ser una persona racional, no creo en los horóscopos ni en la influencia de las estrellas. Cada vez que alguien me menciona el tema de la astrología, las energías y las creencias new age, recibe de mi parte una andanada de hechos científicos y simple sentido común para exorcizar los demonios. Esfuerzo inútil, porque nunca he logrado hacer cambiar de opinión a alguien ya entregado a estas cosas, a lo más he logrado hacer dudar a alguien por unos minutos.

Pero, a pesar de lo que pudiera pensarse de alguien como yo, un ingeniero acostumbrado a dudar, no descarto la posibilidad de que haya “algo” que escapa a nuestros sentidos y que sea interpretado como magia o mensajes de una dimensión desconocida. Pero con un pero: ese “algo” no aplica a mí mismo. Parece que yo soy un agujero negro impermeable a los mensajes extra dimensionales del futuro. Y puedo contar casos que demuestran esta afirmación.

Una vez, cuando yo era todavía un estudiante que luchaba por sobrevivir cada semana, pasé por una feria en donde un adivino ofrecía ver el pasado, presente y futuro. No tenía nada que hacer, y estaba necesitado además de alguna palabra de consuelo, sea de quien sea. Me acerqué, pero el adivino me detuvo con la mano, diciéndome “No, tú no”. Ante mi mirada de sorpresa, me dijo “Tú no tienes dinero para pagarme”. Es cierto que mi aspecto en ese tiempo no era nada próspero, pero aún así quedé herido en mi orgullo, y rebusqué en mis bolsillos hasta comprobar que el adivino había acertado limpiamente. Ante la comprobación de haber encontrado un adivino que no era un charlatán, me hice el propósito de regresar en cuanto tuviera oportunidad y algo de efectivo. No sirvió de nada, cuando pasé otra vez por allí el mago había desaparecido para siempre. Tal vez nunca existió, pensé, e imaginé todo esto.

En una ocasión años después, cerca al mercado, una chica me ofreció una lectura de las hojas de coca a precio rebajado. Una ganga, porque, según me explicó, la señorita venía directamente desde el Cuzco, y venía también de un linaje experto en la adivinación. En ese entonces, casualmente, me encontraba también desempleado, y lo de la rebaja se lo creí, porque era un día de semana muerto, y yo era el único prospecto de cliente en toda la calle. La chica resultó ser una adivina bastante didáctica, que me explicaba lo que significaba la posición en que caía cada hoja de coca. — Esta hoja así quiere decir que estás buscando trabajo, pero no te preocupes, porque cuando cae una hoja encima así y otra hoja por aquí, significa que vas a conseguir un buen trabajo, pero lejos de aquí – me decía. Yo, que ya me tenía confianza en ese aspecto, además de una propuesta laboral, escuché la predicción como quien escucha algo que ya sabe, pero a mí me interesaba otra cosa. - ¿Y en el amor? – La chica arrojó nuevamente las hojas y me miró perpleja. – No hay nada, las hojas caen todas desordenadas, no forman nada –
A mí me parecía increíble que una adivina me dijera que no veía nada, y que ni siquiera tratara de inventarme un futuro para contentarme. A modo de comprobación, echó nuevamente las hojas, esta vez con mayor concentración, para encontrar el mismo resultado. – No hay nada – me dijo con un tono que parecía a la vez afirmación e interrogación. Después de un momento de incómodo silencio, le pagué de mala gana. Ella también recibió mi dinero con un cargo de conciencia, para alejarse y buscar sin duda a su progenitora, a su maestro en el arte de la adivinación y contarle mi extraño caso, pidiendo consejo en caso de volver a encontrar un caso semejante.

Poco tiempo después, una visita en mi casa nos ofreció los servicios de un chamán recién llegado, que nos podía hacer una “pasada de cuy” a mí, especialmente, para quitarme lo atarantado. Naturalmente, me negué. Sabía yo que la ceremonia consiste en acercarme un cuy y llevarlo de gira alrededor de todo mi cuerpo para que absorba las malas vibras, y luego abrirlo para ver si su interior está oscuro, lo que significa que me ha limpiado el alma. No, dije no voy a sacrificar a un cuy inocente que nada me ha hecho, mis pecados los lavo yo, y en casa. A cambio, me ofrecieron una “pasada de huevo”, que es algo parecido, pero usando un huevo. El resultado fue semejante al de las hojas de coca. El chamán dijo que los resultados eran “no concluyentes”, lo cual es lo mismo que decir que no tenía ni idea de lo que había pasado.

Esa fue la última vez que me presté a tales cosas, con el convencimiento de que la magia me rechaza, o que soy un agujero negro para esto de ver el futuro. No hay quiromancia que valga, señores, aquí no hay nada que ver.

jueves, 17 de mayo de 2018

Mi Actualización de términos


Últimamente varios de los servicios que uso en mi computadora han decidido hacer una actualización de los términos y condiciones de uso, lo que significa, en la práctica, que debo cambiar nuevamente mis contraseñas dos veces seguidas por cada programa que utilizo.
Y digo dos veces porque siempre que cambio una contraseña la olvido al día siguiente y debo cambiarla por una que termino apuntando en un papel para no olvidarla.

La tal actualización de términos me llega en un enlace al iniciar o un en correo que nunca leo, porque sé que me dirán que ahora sí se van a portar bien, ahora sí van a proteger mis datos y otras promesas que se parecen mucho a las que da cualquier ex cuando quiere regresar a donde ya no lo quieren.

Tal vez es por esto que al ver el último aviso me vino a la memoria cuando una dama a la que yo frecuentaba me hizo llegar una actualización de términos de uso que me quitaba los derechos de reproducción, exhibición pública, difusión y hasta el derecho a silbar o tararear su nombre, bajo amenaza de hacerme caer todo el peso de la ley, detallando los miles de dólares de multa o pena de prisión, más o menos como los términos de uso de Microsoft cuando quieres escuchar música.
Con tales restricciones, no me quedó otra que hacer lo que tanta gente hace en una situación similar: buscar una versión pirata y hacerme el loco si alguien pregunta.

Por eso, y para no ser menos que las grandes compañías de programas y redes sociales, decido hacer mi propia actualización de términos y condiciones de uso de este humilde blog, la cual se hace efectiva desde el día de hoy.

1. El usuario de este blog, aquel que pase o haya caído de casualidad buscando otra cosa (a quien desde ahora será llamado “El lector”, aunque bien podría llamársele “El tonto en ciernes”) tiene derecho a leer los relatos aquí consignados, que después de todo, para eso están aquí, y no estoy yo para negar placeres culpables, ni puedo lanzar la primera piedra.

2. El lector, por el hecho de quedarse leyendo, se compromete a leer todo hasta el final, a ser comprensivo con el autor y a no buscar críticas, ni renegar, ni a amargarme la vida, que ya tengo un trabajo donde hacen eso mismo, pero al menos me pagan.

3. El lector tiene derecho a comentar el contenido de este blog en las conversaciones que tiene durante el almuerzo, en su muro de Facebook, o como manera de romper silencios incómodos, siempre y cuando me cite como el autor de estas tonterías, y cuando corresponda, agregue un enlace a mi página, que no me vendrían mal unos cuantos lectores más.

4. El lector está prohibido de usar el contenido de este blog como chistes de cantina, como recurso literario o para ligar a una chica. Esta prohibición no es para proteger mis derechos de autor, sino para proteger la integridad del lector, que se expone a vergüenza pública, pérdida del buen nombre y a una fama de tonto difícil de quitar. Se recomienda especialmente evitar hacerlo dentro de un ascensor, donde el espacio es muy reducido y se hace difícil esquivar los golpes.

5. Los datos recopilados de los usuarios en los buscadores, perfiles y comentarios que dejan aquí no serán utilizados con propósitos malignos. Pero eso sí, corren el riesgo de convertirse tarde o temprano en una más de las historias que aparecen en este blog.

6. El lector debe estar consciente de que la lectura prolongada de este blog puede causar tontera. Se sabe que algunos han empezado a ver la vida con otros ojos y han perdido por ello amistades, amores y el respeto de quienes los rodean. Y no es para tanto, porque todo lo que encontrará aquí no son más que, al fin y al cabo, tonterías.

lunes, 7 de mayo de 2018

Historias de amor animales


Ayer me puse a pensar en todas las historias que la gente no conoce por no comprender el lenguaje de los animales. Las historias humanas llegan a aburrir después de un tiempo. Dos personas se conocen, se quieren, pasan por dificultades y permanecen juntos. Solo mucho tiempo después aparecieron los finales tristes, en los que la pareja no termina junta, que son los que están de moda ahora, pero aún así, no dejan de ser predecibles. Los animales, en cambio, pueden contar historias de verdad, aunque el humano no pueda comprender todas.

Alguien me comentó hace mucho en mi pueblo que los animales son más bien simples, como las historias de amor de los conejos. Todas son exactamente iguales, me decía: Se conocieron, se amaron, tuvieron muchos hijos, los conejos. Debo confesar que nunca lo creí. Para mí el amor de los conejos ha de ser un amor volcánico, estrepitoso, desaforado, y siempre con un final feliz. Solo una vez escuché la historia del conejo romántico que miraba todas las noches la función de magia, esperando que el amor de su vida salga de aquel sombrero.

Siempre que alguien quiere comentar sobre un amor que supera todos los obstáculos, debo recordar lo que pasa con los leones. Ellos deben vencer a todos los leones de la manada si quieren conquistar a las leonas. A diferencia de los hombres, los leones no conocen el dinero ni la leonas hacen caso a la billetera. La pelea ha de ser limpia y solo puede haber un ganador, ya que entre ellos no se usa el tener amantes escondidos.

Las historias humanas de quienes dicen arriesgar todo por amor, no son nada comparadas a las de muchos mantis machos que saben que morirán por amor y aún así se ofrecen ante la hembra que les cortará la cabeza.

Es sabido que entre los cuervos existen poetas, aunque la voz no les ayude, Qué hermosa, tienes los ojos de tu madre, dice el cuervo a su futura pareja, ofreciendo todas las mazorcas del maizal.

A pesar de lo que se suele creer, el de las palomas no es un amor tierno y desinteresado. Las palomas son muy dadas a las convenciones sociales, de modo que sus historias se parecen mucho a los dramas ambientados en la Inglaterra victoriana. Y tampoco son desinteresadas. Todos los años llegan a mi jardín palomos buscando un lugar para hacer su nido, ya que las palomas no aceptan menos que un buen nido en una zona residencial, con acceso a parques y bien ubicado. Al palomo enamorado no le queda más que trabajar mucho y endeudarse para lograr la apariencia de un terrateniente y obtener el sí de la cuculí elegida.

Pero también hay historias tristes entre los animales. Tras buscarlo toda su vida, se convenció de que el amor es un mito, el unicornio. O el cangrejo, que prometió regresar pero se alejaba cada vez más cuando lo intentaba. Si amas a alguien, déjalo ir, y regresará, eso no funciona para los cangrejos.

Por último, están las historias de soledad, como la del melancólico sapo que escuchaba a sus compañeros burlarse en el estanque: ¡Oye sapo! ¡Allí viene la princesa que te gusta! Es por eso que los animales no se interesan en las historias humanas.

Un atardecer le conté mi desventuras a una gaviota en la playa. Me escuchó solo por cortesía hasta el final, para salir volando inmediatamente, con esa risa estridente tan propia de las gaviotas.
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