lunes, 22 de enero de 2024

Piropos con subtítulo



Lo difícil no es conquistar a una mujer, sino romper con ella, desatar los lazos que uno, o ambos, han anudado, me decía un compañero que ya había pasado por varias de esas experiencias y trataba de terminar su actual relación y no encontraba cómo hacerlo. Es que no tenía una razón contundente a la cual apelar, sino multitud de pequeñas razones. Por esta razón, me confió, que cada día le reservaba un piropo, que al terminar la frase remataba mascullando un agregado inaudible, pero que representaba lo que en verdad sentía. Subtítulos, los llamaba, y los usaba para desfogarse y aliviar la tensión diaria. 
  • Eres lo mejor que me ha pasado (con énfasis en el “ha pasado”) 
  • Te ves más hermosa que ayer (es decir, más fea que mañana) 
  • Por ti no pasan los años (se te quedan todos) 
  • Eres verbo más que sustantivo (porque te conjugas en primera, segunda y tercera persona, en singular y en plural) 
  • Quiero gritar lo nuestro a los cuatro vientos (como advertencia) 
  • Eres la mujer que me quita el sueño (roncas a todo vapor) 
  • Por ti subiría a la montaña más alta (para escapar) 
  • Me pregunto qué haría sin ti (y las ganas que tengo de averiguarlo)
  • Si se acabara el mundo, quisiera pasarlo contigo (para asegurarme de que te mueras)
  • Hoy tengo ganas de invitarte a salir (de mi vida)
Al final, me contó tiempo después, ella nunca captó las indirectas, y en cambio lo dejó al poco tiempo por una razón tan tonta como las que él tenía contra ella, y él quedó lamentando el tiempo perdido en una relación sin interés. De todo aquello solo quedaron algunos de estos piropos con subtitulo que dejó tirados y que yo recogí.

...

Ya que este post está tan corto, como bonus track, dejo esto que encontré y comparto, ya que va con el tema anterior:

Cada vez que sacudo la sábana por las mañanas, saltan, desde ella, algunos de los personajes o elementos de mis sueños que han quedado adheridos a su tela. Un sinfín de cosas fantásticas han eyectado al latigazo preciso de la sábana en el aire, desvaneciéndose luego en motas multicolores. Todo muy bonito, hasta que sales proyectada tú, lo que significa que he soñado contigo aunque no lo recuerde ni quiera. Qué rabia. Cuando eso pasa, agarro la sábana, la lavo y la seco al sol. El agua y las lágrimas se mezclan y escurren. Esa noche duermo en el sofá.

viernes, 12 de enero de 2024

Una sonrisa que salió a la calle



Hoy, como parte de mis propósitos de Año Nuevo, he decidido hacer algo que ya nadie hace. He decidido salir sonriendo a la calle. Aunque no lo parezca, salir con una sonrisa a la calle es un acto insurgente, revolucionario, provocador. La gente con la que me cruzaba empezó a mirarme extrañada. Unos pocos respondieron a mi expresión con una tímida sonrisa avergonzada, que mostraron apenas por un segundo. Otros, en cambio, tomaron mi sonrisa como una ofensa, y pude escuchar sus murmullos insultándome mientras se alejaban. En el transporte público, noté que algunos trataban de mantener su distancia, temerosos tal vez de qué fuera un loco que pudiera ponerse violento de repente, o peor aún, tal vez temiendo que mi sonrisa fuera contagiosa, y los obligue a ellos también a mostrar su sonrisa en un lugar lleno de desconocidos. Allí me di cuenta de que la gente esconde sus sonrisas en los lugares públicos. Incluso la gente que mira en su celular videos humorísticos contiene su risa cuando hay testigos a su alrededor. No es prudente mostrar siquiera un segundo de felicidad en esta ciudad en donde ser infeliz es la norma. 

No digo que encontré otra sonrisa en la calle, pero estas tenían un efecto extraño al ver la mía. Un niño respondió a mi sonrisa con otra, hasta que su madre lo alejó de mi campo visual, reprendiéndolo por sonreírle a un extraño. Una joven en un parque sonreía mientras se grababa con su celular, y yo le dediqué una sonrisa al pasar. Ella interrumpió su video de repente, me dirigió una mirada de molestia e incomodidad, y esperó que me alejara para volver a sonreír y continuar con su video. Algo parecido ocurrió con una pareja de hombre y mujer. El joven me devolvió una mirada de odio y estuvo a punto de acercarse a mí con ánimo de pelea, pero fue detenido por la mujer. 

Durante mi recorrido, el único que me sonrió sin restricciones fue un perro a quien su dueño pasaba con una correa. El dueño sólo me hizo un gesto de compromiso mientras continuaba con su camino. 

Este breve paseo me hizo darme cuenta de que salir a la calle con una sonrisa es un acto de rebelión contra las normas establecidas, una falta de respeto contra todos los infelices del mundo, y una insolencia al restregar la propia felicidad en la cara de los demás. En esta ciudad, en este país y en este mundo, se ha perdido la capacidad de diferenciar una sonrisa burlona y agresiva de una sonrisa amable y sincera. No dudo de que varios de los que se cruzaron en mi camino estuvieron tentados de llamar a la policía, porque al parecer alguien que sonríe algo malo debe traer entre manos, significa una agresión al espacio personal, o al menos debiera ser tipificado como exhibición indecente. 

Regresaba ya a mi casa, derrotado, cuando una sonrisa me cortó el paso. Era una anciana que llevaba una caja llena de dulces y caramelos. ¿No me compra? Me dijo. Confundido, solo atiné a darle una moneda por un par de gomitas, antes de seguir mi camino sin recordar siquiera si le pude devolver la sonrisa.

martes, 2 de enero de 2024

Actitudes de cambio de año



Ahora que se acabó el año 2023, voy a repasar algunas de las actitudes con las que la gente enfrenta lo que le dejó el año pasado y las expectativas para este año que recién empieza. Habrá que preguntarse en qué grupo estoy yo, o en cuál estás tú.

Hay gente que trata al año pasado como esa relación tóxica que han tenido en algún momento. Se la pasan diciendo que los ha tratado mal, que no los quiso, que no podían deshacerse de él, que querían que se acabe y nunca se acababa. Ahora que todo ha acabado, dicen que ahora sí, todo será mejor, que no cometerán el mismo error, que ya han aprendido la lección, y que ahora sí están listos para una relación sana. 

Otro tipo de personas son las que tratan al fin de año como un viernes con esteroides. Ellos son los que en estos días, en vez de decir "por fin se acabó la semana", dicen "por fin se acabó el año". Los que se lamentan de todo lo que han trabajado durante el año y dicen que ahora van a descansar un poco, van a gozar de la vida, van a dedicarse a sí mismos, y van a cumplir sus sueños, cómo si el próximo año fuera uno de descanso en el que dejarán de trabajar para vivir y pagar las cuentas. 

También tenemos a los planificadores, que ya saben todo lo que van a hacer durante el año. El próximo año empezarán con el gimnasio, harán un largo viaje, llevarán un curso de posgrado, conseguirán un mejor trabajo, se llevarán mejor con su pareja, y un sinfín de propósitos que sólo cumplirán si el año tiene 15 meses y si la voluntad les dura mucho más de las dos semanas que les duró los propósitos del año pasado. 

En el otro extremo de los planificadores, están los que esperan que el próximo año todo les caiga mágicamente del cielo. Ellos son los que compraron su billete de lotería, siguieron todos los rituales de Año Nuevo, hicieron su baño de florecimiento, le rezaron a todos los Santos, e hicieron todo lo posible para que el universo se alinee a su favor. Hicieron todo, excepto aquello que realmente los acerque a sus propósitos, como trabajar, prepararse o por lo menos, arreglar sus cosas, que las tienen muy desordenadas. 

No olvidemos a las víctimas del año pasado, aquellos a los que el año les tomó una especial ojeriza y los trató injustamente tan mal. Ellos nunca tuvieron la culpa de nada, el universo conspiró contra ellos, se sienten como los jugadores que le echan la culpa de todo al árbitro. Este año, esperan que todo se presente a su favor, que se acabe ese odio injustificado del año pasado y que todo vuelva a la normalidad que ellos creen merecer. Es decir, que tengan toda la suerte que no tuvieron el año pasado. 

Y nos faltan los aplazadores, que dejan todo para después, que no empiezan esa dieta, ese curso, ni ese programa de ejercicios hasta que empiece el próximo año. Esos que quieren disfrutar el último pan con chorizo antes de comer sano el próximo año, sin falta. El problema con ellos es que en la primera semana del año caen en la tentación y no van a ese gimnasio, no compran comida sana, y siguen con las mismas costumbres que prometieron acabar el año pasado. Si alguien les pregunta, dirán que son rusos y empiezan el año en la segunda semana de enero, luego dirán que son chinos, y empiezan el año en febrero. Así seguirán transitando entre calendarios, postergaciones y disculpas hasta el próximo diciembre, en que reiniciarán el ciclo. 

Aprovechemos entonces esta primera semana de enero, para decir “este es mi año”, para pensar en el futuro, antes de que la realidad y la rutina hagan su trabajo y nos devuelvan a la realidad de que no cambiamos y no mejoramos por falta de voluntad, y no porque le hemos agregado un número más al año.
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