sábado, 30 de junio de 2012

Frases Twitteables 12


Desde que tengo una cuenta en twitter, se están haciendo realidad mis temores, y estoy haciendo cada vez más frases twitteables en vez de esforzarme en escribir posts más largos y escribir las historias tontas que solía hacer. Algunas de estas debió haberse convertido en una historia completa, pero se quedó en el camino. No me queda más que decir que viva la ley del mínimo esfuerzo y publicar esta nueva tanda de twittonterías directamente desde mi colina.
  • Te adueñaste de mis pensamientos. ¡Exijo que me pagues el copyright! 
  • Solo gano una apuesta cuando apuesto a que voy a perder. 
  • Algo no funciona bien aquí. Mis palabras debieran hacerte pensar, no bostezar. 
  • Dentro de mis preparativos para conquistar el mundo, hoy me toca practicar en el Cityville. 
  • Yo esperaba que el amor toque mi puerta, pero solo aparecen testigos de Jehová. 
  • Estoy aquí, disfrutando de la tempestad que precede a la calma. 
  • ¿Matar moscas a cañonazos? Usando un cañón muy chiquito, por supuesto. 
  • ¿Teoría del caos? No conozco mucho, yo soy más bien práctico. 
  • Del Monopoly aprendí que la tarjeta adecuada te puede sacar de la cárcel. 
  • Debe tratarse de un error de traducción. Estoy seguro que no quisiste decirme muérete, no quiero verte más.
  • Nunca pudo demostrarse, pero Eva era terriblemente celosa. 
  • Tal vez el cielo nos usa como sótano donde guarda las cosas que no le sirven. 
  •  Acabo de darme cuenta que la realidad está en 3D… y no necesitas lentes.
  • No, la glándula pituitaria no sirve para escribir tweets. 
  • Ayer estaba de un humor Van Halen, Hoy estoy de un humor muy Radiohead. 
  • Nunca supe de dónde sacaban el oro que guardan los duendes en una olla hasta que me asaltaron dos de ellos en el bosque. 
  • Tenemos tanta sequía este año que nos tenemos que ahogar en un vaso de agua. 
  • No te ilusiones. Tienes los pies muy grandes para ser Cenicienta. 
  • Llevé a mi perro al mercado de pulgas porque ya se le habían acabado. 
  • Erase un hombre con tanta fe que se alquilaba para mover montañas. 
  • Creo que los zombies me consideran algo así como comida chatarra. 
  • Siempre que estaba deprimido, veía su reflejo en un espejo roto. 
  • Si te explicara lo que pasa conmigo, no lo entenderías... Aunque decir "soy un tonto" es una buena manera de resumirlo.

martes, 26 de junio de 2012

Cómo llegar a la verdad


Cada persona tiene una forma de llegar a la verdad, que proviene de sus ideas, de lo que le han enseñado, y de las experiencias que ha vivido. Basado en este hecho, El Instituto Internacional de Investigaciones Inútiles (I.I.I.I) realizó un estudio sobre la forma en la que distintos tipos de personas tienen para llegar a una conclusión que sea reconocida como una verdad. Este estudio, que incluyó entrevistas y experimentos sobre varios cientos de personas, arrojó como resultados concluyente que no tenemos la menor idea de la verdad, pero en cambio, tenemos una certidumbre absoluta de que estamos en lo correcto.

El I.I.I.I realizó un experimento preguntando a distintas personalidades ¿Cuánto es dos más dos? Inquiriendo, además, qué haría falta para llegar a la respuesta. A continuación, algunos de los resultados:

En primer lugar se preguntó a un Juez. El Juez preguntó a todos los implicados en el problema: Maestros de escuela, contadores, vendedores de pizarras, y a algunos transeúntes que pasaban casualmente por el lugar de los hechos. Se hicieron citatorios judiciales que se suspendieron por falta de los implicados, a los que se tuvo que citar de grado o fuerza. Al final del proceso, la respuesta fue que había circunstancias que hacían pensar que el resultado podría ser cuatro, pero que nadie había podido demostrarlo fehacientemente. En consecuencia, el caso queda sobreseído por falta de pruebas concluyentes.

Luego se preguntó a un político. El político prometió convocar a una sesión de emergencia en el Congreso, dada la vital importancia para el país de la solución de este problema. El caso pasó a una comisión investigadora que solicitó 120 días para la investigación de los hechos, y la reunión de información, para lo cual se solicitó plenos poderes. Luego del plazo establecido, se pidió una prórroga adicional de 120 días, pues la Comisión dictaminó que el caso era más complicado de lo previsto, no había podido entrevistar a todos los testigos, y varias de las instituciones consultadas no habían cumplido con entregar la información solicitada. Pasados los 120 días adicionales, el político se disculpó por continuar con su labor como Presidente de la comisión investigadora, por tener otras urgencias en otras comisiones, y declaró “off the record” que dicha comisión había sido disuelta sin entregar su informe final, el que sería entregado sin falta antes del final de la presente legislatura.

La siguiente pregunta fue para un abogado. Este declaró que había implicancias legales que considerar antes de aventurar una respuesta. Pidió una semana para revisar la legislación aplicable sobre el tema. Después de ese plazo, indicó que el problema se hallaba en un vacío legal, y por lo tanto, se inhibía de proporcionar una respuesta para evitar posteriores acciones legales en su contra.

Se preguntó a un periodista, quien se comprometió a investigar a cambio de la exclusiva de la noticia. Cada semana informó sobre los progresos de su investigación, de su consulta a fuentes generalmente bien informadas, y de su trabajo de seguimiento a los números dos, tres y uno, para saber que ocurría durante las extrañas reuniones de los números dos. Después de cuatro semanas, informó al I.I.I.I. que abandonaba la investigación por motivos personales. Poco después, y prohibiendo ser citado, declaró que al parecer, el número dos tiene amigos en altos puestos del gobierno y que había sido amenazado para que no siguiera adelante con sus pesquisas.

Se preguntó a un contador certificado, quien analizando las normas tributarias y los últimos decretos de urgencia emitidos por el gobierno, declaró que era 51, valor que incluye los impuestos, tasas, y comisiones legales. Sin embargo, este monto podría ser menor si es que se presentaban solicitudes de dispensa y se acogía a los casos especiales de apoyo a los pequeños propietarios.

Se preguntó a un religioso. Después de varios días, informó que había estudiado la Biblia detenidamente buscando la respuesta sin encontrar el versículo exacto. Había preguntado al líder de su congregación, quien después de más días de investigación, le indicó que no necesitaba saber la respuesta, porque si no está en la Biblia, entonces no le es útil, y cualquier investigación posterior era una falta de fe que sería castigada con el fuego eterno, ya que la curiosidad por saber esas cosas era una trampa del demonio para hacerlo dudar de la palabra de Dios.

Por último, se preguntó a un niño que vendía caramelos en la calle. Este colocó dos caramelos sobre el piso, y luego otros dos. Procedió a contarlos y declaró que el resultado, sin lugar a dudas era cuatro.
Al enterarse todos los anteriores, impugnaron el resultado inmediatamente diciendo que era un menor de edad que había abandonado la escuela, por lo que no estaba capacitado para dar una respuesta.
Investigaciones posteriores hechas por el juez, el político, el abogado y el periodista indicaron que durante su permanencia en la escuela, se había equivocado en varias ocasiones, por lo que carecía de autoridad moral para responder a semejantes preguntas, y ordenaron su reclusión en un centro de rehabilitación de menores.

Ante esta situación, el I.I.I.I. ha sido informado que proseguir con esta investigación será motivo de acciones legales, por lo que ha suspendido el estudio. Sin embargo, deja los resultados preliminares a disposición del público en este blog, a fin de que el lector saque sus propias conclusiones y pueda averiguar cómo llegar a la verdad.

viernes, 22 de junio de 2012

El funerario moderno


En los buenos tiempos y en los malos tiempos, haga frío o haga calor, la gente se sigue muriendo igual. Es por eso que el funerario es un negocio más o menos estable. Y cuando la economía actual hace la competencia más temible, y en cualquier momento llega una gigantesca transnacional a invadir el mercado, Don Higinio Fuentes, dueño de la funeraria “Fuente de Vida”, sabe que hay que innovar para asegurar la clientela. Veamos a continuación un ejemplo de los nuevos métodos de ofrecer el producto:

- Buenos Días, señora, le ofrezco mis más sentidas condolencias por su enorme pérdida, que lamento desde lo más hondo de mi corazón… 
Obviamente la entrada es más fácil que en cualquier otro negocio, ya que nadie entra al establecimiento de Don Higinio solamente para mirar. Además, la cara de circunstancias de la dicha señora la exime de cualquier otra pregunta.

- Vengo a preguntar por un ataúd para mi difunto esposo… 
- Tenga valor ante la adversidad, mi querida señora, que su esposo ya ha dejado atrás el sufrimiento y está en un mundo mejor ¿Ha venido Usted por medio de uno de nuestros representantes? Si es así tenga la bondad de entregarme el volante… 
El volante mencionado es un papelito con las señas de la funeraria, que Don Higinio entrega a sus “jaladores” que tiene repartidos en hospitales, comisarías y velatorios. Cada papelito está firmado por el “jalador”, para hacerse acreedor a la comisión respectiva por llevar al cliente.

- El volante lo recogí en el velorio de mi primo hace dos meses… 
- Otra enorme pérdida de la cual nunca nos recuperaremos, pero recuerde que solo estamos de paso por este valle de lágrimas… Y qué mejor manera de ir al Paraíso que en una de nuestras finas cabinas mortuorias… Puede ver nuestros modelos en exhibición, o le puedo mostrar nuestro catálogo con los últimos modelos italianos… 
Ya nadie dice “ataúdes” que suena muy triste, el eufemismo actual es “cabina mortuoria”, que además transmite una imagen de modernidad, Y el catálogo es una revista extranjera que muestra ataúdes de colores, con acabado perlado o anodizado, y también estampados con logos de Supermán, Batman, o figuras de Dragon Ball y Naruto “que están saliendo mucho esta temporada, Señora”. La señora escoge un ataúd discreto, de acuerdo a la edad del difunto, que no está para modernidades de cabinas mortuorias en forma de automóvil o nave espacial. Aunque el precio le parece excesivo.

- ¿Por qué tan caro, señor? A un vecino mío el ataúd no le salió tanto… 
- Es que hay otros que les hacen las cajas de madera de cajón de fruta, y con acolchado de yute… Esas se rompen al cargarlas en pleno cementerio… Nuestras cabinas mortuorias se hacen de cedro seleccionado o pino importado, con seda interior… Acérquese y sienta la calidad… Además, su difunto esposo, que en paz descanse, se merece eso y mucho más… Imagine que dirán los vecinos cuando vean pasar el cortejo fúnebre… A propósito ¿Ya hizo los arreglos para el velorio? Porque también ofrecemos servicio de bocaditos, arreglos florales, filmaciones, souvenirs para los asistentes, Dolientes, Alabantes y Aliviadores…
- ¿Qué cosa? 
- Las Dolientes son profesionales que inspiran a los asistentes con sus demostraciones de pena, los Alabantes son personas que sustituyen a aquellos amigos que no han podido asistir, recordando a los asistentes las virtudes del difunto, o simplemente exclamando “Qué bueno era”. Los Aliviadores son profesionales que relajan el ambiente contando historias divertidas para demostrar que no todo es malo en esta vida. Tenemos además servicio de música para la ceremonia de inhumación… Ahora se está usando mucho los mariachis y los aires folklóricos… 

Hay que reconocer la inventiva de Don Higinio para crear eufemismos para las plañideras, los amigos contratados y los contadores de chistes infaltables en todo velorio que se respete.

- Pero eso es una mentira, señor, yo no puedo hacer eso… 
- Nadie se va a dar cuenta, señora, si nadie conoce a todos en el velorio. Además esos son servicios que hacemos todo el tiempo… ¿Se acuerda del chico al que atropellaron en la Avenida del Mundo hace poco? Ese servicio lo hicimos nosotros, y los amigos que salieron en la televisión y los que lloraban en el entierro eran nuestros profesionales… 

Tras el regateo, un tanto inusual en el negocio, pues los clientes normalmente no están con ánimos de discutir precios, la señora confiesa finalmente cuánto es su presupuesto.
- Por esa cantidad no es negocio, señora… No alcanza ni para el cajón… Lo que puedo hacer es ofrecerle el alquiler de ataúd… Se lo alquilo durante el velorio y en el camino al cementerio lo cambiamos por uno de triplay pintado… Nadie se da cuenta… ¿Cerramos el trato? 

El trato no pudo cerrarse porque mientras la señora regateaba con el funerario Don Higinio, los hijos habían levantado con todos los bienes del difunto, dejando a la señora sin más que lo puesto. Los vecinos tuvieron que hacer una colecta para una caja comprada en una carpintería del barrio. Don Higinio, al enterarse, piensa que a pesar de las estrategias de marketing, los eufemismos y los servicios adicionales brindados no siempre se gana en esta vida…

lunes, 18 de junio de 2012

Mostrando los dientes


Hoy me toca ir a visitar a la única mujer que me deja siempre con la boca abierta. O sea, a la consulta con mi dentista. Tal vez para otras personas esto sea de lo más normal, pero no para mí. Es que siempre he tenido temor a los dentistas, desde que en mi más temprana infancia, mis padres me amenazaban con que si no me portaba bien, me quitarían los dientes, me pondrían puentes para alinearlos y otras amenazas que terminaron cumpliendo escrupulosamente a pesar de mis esfuerzos por comer bien y cepillarme los dientes cada mañana.
Afortunadamente, y desde hace algún tiempo, tengo una dentista a la que llegué a través de una complicada cadena de recomendaciones, que es más o menos lo que se acostumbra por estos lares. No negaré que parte de mi preferencia se debe a la simpatía personal de la dentista, quien es una chica de buen ver y agradable trato, lo cual me hace más fácil el tradicionalmente escabroso momento de pedirle una cita. Es decir, todo se hace más fácil hasta el momento de llegar a su consultorio, en que me olvido de que la considero amiga mía y pienso en ella como una dentista. Aquí es donde empieza la aventura que se repite con pocas variantes cada cierto tiempo:


Nos saludamos amicalmente, normalmente después de una cortísima espera. Tal vez sea porque ella es una persona muy organizada con sus citas, o por su método de ir directo a la tortura, sin espera ni tiempo de preparación. Porque no conozco cosa más estresante que la espera en el consultorio del dentista, que es cuando mi mente empieza a divagar siempre con los temas de todas las películas de terror sangriento que he visto en los últimos cinco años.


Al entrar en la sala de torturas, quiero decir, el consultorio, ella trata de bajar la tensión del momento con un poco de conversación mientras prepara su arsenal, quiero decir, sus instrumentos. En el momento en que me pide que me siente en la silla es cuando se disparan todas las alarmas, y me doy cuenta de que estoy sentado indefenso ante una mujer con máscara, armada y con licencia. En ese momento espero que en el tiempo que llevo sin verla, su vida sentimental haya transcurrido sin novedades, y sobre todo, sin nada que la haya hecho odiar a los representantes del sexo masculino. La usual reprimenda de por qué ha pasado tanto tiempo desde nuestra última cita y de lo mal que me he estado cuidando no me tranquiliza mucho tampoco.


Afortunadamente parece estar de buen humor y me sigue conversando, preguntando por mi familia y contándome acerca de la suya, a lo que no puedo más que asentir con sonidos guturales, ya que durante todo este proceso mi boca está abierta y cabeza está inmóvil, mientras ella me realiza una limpieza dental.
Mi dentista tiene la facultad de hablar y hablar y seguir hablando mientras trabaja, en lo que pienso en que solo es una maniobra para distraerme del horroroso sonido de su taladro. Yo solo espero que su charla no le haga perder la concentración y le haga atacar al diente equivocado. Mis alarmas se van apagando poco a poco hasta el momento en que, acabados los temas familiares, empieza a hablarme de su vida sentimental, justo en el peligroso momento en que está atacando a mis dientes del fondo. De pronto aparece ante mí la imagen de ella guardando en una caja y en perfecto orden los dientes de todos sus ex, incautados como trofeos de guerra. Trato inútilmente de distinguir su sonrisa sádica a través de su máscara, inmóvil ante el temor de ver en cualquier momento un chorro de sangre y a ella cambiando el torno de dentista por una sierra eléctrica. Me agarro fuertemente a la silla hasta que me anuncia que ha terminado y que me enjuague la boca, momento en que aprovecho también para limpiarme las lágrimas que han salido de mis ojos. Me cae simpática mi dentista, aunque siempre me haga llorar.


Ya más repuesto, y terminada la sesión de tortura, digo la consulta, puedo conversar un poco y darle algunas respuestas al larguísimo monólogo, que no conversación, que hizo durante la atención. No es que desconfíe, pero por seguridad, doy una mirada a su mandil para verificar la cantidad de sangre derramada. Para demostrar que no me afectó la sesión, bromeo un poco y le cuento el chiste del dentista que quiso instalar un soporte para el televisor de la sala de espera de su consultorio e hizo huir a sus pacientes cuando llegó con un enorme taladro a la consulta.


Me despido de mi dentista esperando que no note el temblor que aún no abandona mis piernas.
-          Adiós, hasta la próxima…

jueves, 14 de junio de 2012

La luna


En caso de que salgan, señores, de noche, no está demás que levanten un poco la vista y contemplen la luna. Si, despeguen un momento la mirada de su celular o smartphone, que les aseguro que no se perderán de muchos twitts o actualizaciones de facebook.

Esa cosa grandota que aparece en el cielo, que parece un farol grandote y altísimo es la luna. Les dije que valdría la pena verla. Si se portan bien podría contarles algunas historias y leyendas de cómo llegó hasta allá, del porqué de su blancura y de su trágica historia de amor. Porque la luna así de solita en el cielo, siempre ha sido objeto de historias de amor de esas que acaban mal. Así ahora, que ando trabajando por los lugares más altos no pierdo la oportunidad de mirar la luna, sin la distracción de postes, luces de neón, edificios y anuncios luminosos del último producto maravilla del marketing.

Ahora que la luna está, según dicen los expertos astrónomos más cerquita, y que yo estoy en una comunidad a 4500 metros de altura, veo la luna al alcance de la mano, como si bastara dar un saltito para llegar y comprobar si en realidad es de queso.

Mirar de cerca la luna tiene sus ventajas. La veo desierta y hasta la fecha sin anuncios publicitarios, compruebo que a pesar de todos los políticos que la han prometido, de todos los enamorados que la han ofrecido como regalo a una linda chica, aún sigue siendo gratis para todo el mundo. No me imagino aún el día en que levante la mirada al cielo y no pueda verla, y haya un tonto enamorado diciendo que ya se la regaló a su novia.

Y hablando de tontos, veo que la luna sigue deshabitada, y no es cierto que los tontos vivan allá. Yo, por lo menos, no he cambiado de domicilio planetario todavía, aunque algunos crean que debo tener, como mínimo, un chalecito en la cara oculta de la luna desde donde me desconecto de todos los problemas terrestres. El día que los tontos nos mudemos todos a la luna, ya verán los demás cómo nos extrañan y nos piden volver, nostálgicos de la vida más divertida que nosotros sabemos hacer.

Y me pregunto si desde mi chalecito lunar podré escuchar los aullidos de los lobos y los perros que no pudieron llegar hasta aquí. Tal vez haga un esfuerzo para ver cómo los hombres lobo se transforman. No es que crea en ellos, pero modestia aparte, he notado que en las noches de luna llena la barba me crece más rápido y me tengo que afeitar con más frecuencia.

Así pues, solo me queda ponerme mis mejores galas esta noche y salir a saludar:

- Vaya, señorita Luna, ¿Qué hace solita de noche y a estas horas?

domingo, 10 de junio de 2012

Feliz No-Cumpleaños


Hay días en que necesito un empujón para seguir avanzando en esta vida llena de trampas, donde al tonto lo toman por tonto y lo tratan como tonto. Así que he de solicitar a mis lectores que me feliciten, porque hoy es el día de mi No-Cumpleaños. Claro, este recurso no es nuevo y lo ha hecho popular el Sombrerero que tomaba el té con Alicia, pero yo también tengo derecho a usarlo, antes de que a algún publicista se le ocurra patentarlo para utilizarlo en alguna campaña de ventas a nivel nacional. 

¿Por qué celebrar el No-Cumpleaños? Porque sí. Y porque si queremos celebrar algo, este día es tan bueno como cualquier otro. Y más aún si, como ya dije antes, necesito a alguien que me levante la moral. Celebremos, pues, que he sobrevivido a varias cosas que hubieran hecho caer a varios que se creían más pintados que yo, que una fila de malos presidentes, malos políticos y malos funcionarios no ha podido derrotarme y hacerme claudicar. Celebremos que a estas alturas de la vida, ya he vivido más tiempo que Cristo, que Alejandro Magno y que Rimbaud. Más tiempo que Jim Morrison, John Lennon y Kurt Cobain. 

Celebremos mi No-Cumpleaños, aunque sea porque nadie conoce su futuro y quién sabe si por algún accidente no llegaré a mi próximo Si-Cumpleaños. Que el fin del mundo nos pille bailando. Aprovechemos que hoy, por increíble casualidad, también es el día de tu No-Cumpleaños, evento astronómico que vaya usted a saber cuándo ocurrirá otra vez. Celebremos que la botella ya está abierta y el vaso servido, celebremos que no hay otra cosa que celebrar, que ya se nos ocurrirán otras cosas por las que celebrar, y si no, celebremos solo por celebrar.
Celebremos para pensar que no tenemos problemas y que tenemos motivos para celebrar, que al final es por lo que celebramos todos. Celebremos mi No-Cumpleaños para decir que tenemos algo que celebrar. Cuando la gente nos vea y nos pregunte, diremos simplemente que estamos celebrando mi No-Cumpleaños.

Allá los que celebran para olvidar. Aquí celebramos para recordar que es mi No-Cumpleaños. Y que esta sea razón suficiente cada vez que necesite un empujón para seguir avanzando en esta vida llena de trampas, donde al tonto lo toman por tonto y lo tratan como tonto.

miércoles, 6 de junio de 2012

El porqué

─ Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardín plantado. Algo que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, que tú plantaste, tú estarás allí. “No importa lo que hagas ─decía─, en tanto que cambies algo respecto a cómo era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después de que separes de ellos tus manos. La diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y el auténtico jardinero está en el tacto. El cortador de césped igual podría no haber estado allí, el jardinero estará allí para siempre.

Ray Bradbury (1920-2012)

Este párrafo de Ray Bradbury es uno de los que guardo como justificación del porqué sigo escribiendo en este blog. Ahora que es una buena ocasión, lo comparto con los que me leen.

sábado, 2 de junio de 2012

Encuentro con un hada


Dentro de una de esas conversaciones tan raras que parecen perseguirme, y que han dado tema para más de un post aquí, recordarás que terminamos hablando de las hadas. Hasta ese momento no me había planteado seriamente la existencia de este tipo de seres, así que te pedí instrucciones para invocar a un hada, y lo que debía hacer en caso de tener éxito. Recuerdo que tu respuesta, casi ahogada por tu risa, demostró tu poca fe en mí:
- ¡Para poder ver a las hadas debes estar cerca al bosque, debes ser puro de corazón! 

Debo confesar que me piqué con esa respuesta, que no me convenció tampoco. Soy un tonto, y no hay mejor manera de no perder la pureza de corazón que siendo un tonto. Tengo además, como todos saben, mi propia colina, lo que me da tanto derecho como cualquier otro a ver un hada, y entablar conversación con ella, quizá intercambiar opiniones, aceptarnos en el Facebook, o lo que se presente.
Después de la conversación, me quedé pensando toda la noche sobre cómo sería encontrarse con un hada, tal vez yo le hablaría de mis tonterías, y ella me daría consejos sobre cómo cuidar mejor mi jardín. De tanto pensar, caí en la cuenta de que mañana, como toda la semana, es día de trabajo, el cual debo cuidar, ya que anda muy atrasado. Y traté de descansar un poco, aunque sin éxito.

El caso es que cuando muy temprano me levanté para no llegar tarde al trabajo me dispuse a prepararme un café con leche que me mantuviera en pie hasta terminar la jornada. Y allí empezaron a ocurrir los prodigios. Cuando llegué con el azúcar había un hada sentada como si tal cosa sobre la taza de café, esperándome sin duda. El milagro, sin embargo, no fue ese. El milagro fue que yo, en estado zombie debida a la mala noche, no hice caso, urgido como estaba de tomar esa vivificante taza de café. Con la cuchara aparté al hada como quien espanta una mosca. El hada quedó así tirada sobre la mesa, sobándose las alas golpeadas. Sin cejar en su empeño, el hada se colocó en mi línea de visión para que le prestara atención. El problema es que mi línea de visión estaba precisamente sobre la taza de café, y derramé sobre el hada toda la cucharilla de azúcar. El hada se retiró a un costado refunfuñando en un lenguaje ininteligible al sacudirse el azúcar. Hizo aún un último intento de llamar mi atención revoloteando sobre mi taza, sin más consecuencia que recibir de lleno el chorro de leche que le agregaba al café, cayendo dentro de la taza y escapando apenas a tiempo de convertirse en parte de mi desayuno, que estuvo a punto de convertirse en un café con leche con azúcar con hada. El café surtió efecto inmediatamente, haciendo que caiga en la cuenta de lo que acababa de ocurrir.

Sin embargo, ya era demasiado tarde. Cuando quise reaccionar solo pude ver al hada huyendo malhumorada y llevándose mis flores como reparación civil. En vano fue llamarla con mis más dulces disculpas y prometerle que no volvería a ocurrir.

Eso es lo que pasó. Finalmente puedo decirte que creo en todo lo que me dijiste, en los espíritus del bosque, en las hadas, en sus poderes y encantos, aunque lamento también informarte que ya no veré a ninguna en el resto de mi vida, pues sin duda el hada que escapó ya debe haber avisado a todo el sindicato para que no vuelvan a aparecerse en la casa de un tonto que se levanta todas las mañanas sin ser capaz de apreciar las maravillas que aparecen enfrente de él, aunque se le atraviesen entre su carota y su taza de café con leche.
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