lunes, 31 de octubre de 2011

Frases Twitteables 6

  • Si buscas el significado de la vida, no lo busques en Google. 
  • Creo que al meter las cosas en la maleta se me activan las mismas neuronas que al jugar Tetris... ... eso significa una de dos cosas: 1) estoy acomodando todo muy justo y muy eficientemente; 2) soy muy geek. .... Tal vez las dos. 
  • Le decíamos El Peón, porque esperaba llegar al final para convertirse en Reina. 
  • Te quise decir que hoy estabas más bella que ayer, pero tú entendiste que estabas más fea que mañana.
  •  ¿Si hago el tamaño de la letra muy muy chiquito cuenta como resumen?
  •  Se le advierte que todo lo que twittee podrá ser usado en su contra. 
  • Traté de hacer lo imposible, pero no se pudo. 
  • No hay nada nuevo bajo el sol. Bajo la luna, hay un par de cosas. 
  • Sé que en el twitter solamente se pueden escribir 140 caracteres, así que seré breve y te diré al fin lo que tú querías saber: Mi secreto es 
  • Vivía imitando a otros, como mala copia. Al final, su muerte fue igual a la de tantos otros.
  • Esta noche me he dado cuenta que hay gente que entiende el baile como un arte marcial. 
  • En cada esquina hay alguien intentando salvar al mundo mientras yo te busco en cada una por si algún día intentas salvarme a mí.

miércoles, 26 de octubre de 2011

La pesadilla del bloguero

Hoy, como desde hace ya algunas semanas, me ataca el bloqueo del escritor. La pantalla del monitor me mira con impaciencia por ver qué va a salir esta vez del teclado, para verse vencida una vez más después de una hora esperando en vano hasta al fin cerrar el programa. Ni siquiera el remedio extremo de cambiar de escenario surte efecto. Intento escribir usando el Word, Open Office o el editor de Google, intento escribir en mi laptop, en la computadora de mesa, sentado, echado, incluso mi intento de escritura automática con el reconocimiento de palabras de Windows surte algún efecto. Me doy cuenta al escribir esto que tales intentos son más bien patéticos, pero lamentablemente, es lo que hay.

Paseando por internet no encuentro nada que valga la pena como punto de partida para un blog, mi vida últimamente carece de episodios blogueables. No es que sea aburrida, sino que más bien los temas no van del todo con el espíritu del blog, o son lo suficientemente personales como para que alguien se sienta aludido y me borre de su lista de amigos, me prohíba la entrada a su Facebook o cualquiera de esas cosas que hace la gente ahora cuando no te quiere ver.

Tal vez me queda el recurso de buscar algún conjuro para hacer que aparezca la musa. A propósito ¿Cuál es la musa de la escritura sin sentido? Cualquiera que sea, se ha ido a animar a otros más tontos que yo.

Reviso los borradores que tengo. Nada listo como para publicar. Reviso otros blogs en busca de una idea que pueda revisitar a mi propio estilo. Nada. Busco en la noticias algo que me sirva de punto de partida para un post. Tampoco. ¿Alguna anécdota reciente, una canción, película o evento para dar mi opinión o ilustrar una enseñanza? Nada.

Tonto consuelo me sirve saber que muchos escritores mejores que yo han pasado por esta famosa etapa del “bloqueo”. Yo he pasado por el bloqueo, el blanqueo y hasta el cuelgue, sin más beneficio que el mejorar notablemente mis habilidades para el solitario de Windows.

Al final, el miedo mayor de los blogueros se hace realidad. Estoy escribiendo sobre mi falta de temas para postear.

viernes, 21 de octubre de 2011

El Ajedrecista

He de reconocer que el ajedrez nunca fue lo mío. Eso no significa que haya significado algo importante en mi vida, sino más bien que nunca fui bueno en el juego.
Yo lo aprendí desde muy pequeño, por mi papá, que nos enseñó a jugarlo a mi hermano mayor y a mí. En ese tiempo eran noticia los campeonatos mundiales. Era la época de los rusos Karpov y Kasparov, y el ajedrez estaba de moda. Yo jugaba con entusiasmo, pero no llegaba a un nivel ni siquiera mediano. Vamos, era simplemente malo. La única vez que participé en un campeonato fui eliminado estrepitosamente en la primera ronda. Esto nunca hizo que perdiera las ganas de jugar. En secundaria, estaban de moda los pequeños tableros magnéticos. Con ellos en mi salón creamos torneos clandestinos, que empezaban en el recreo y continuaban en plena clase, en la última fila de carpetas y con el pequeño tablero oculto bajo la mesa.
Pero fue en la universidad en la que conocí a los verdaderos fanáticos del ajedrez, los que vivían estudiando libros rusos llenos de símbolos ajedrecísticos, y mantenían charlas interminables sobre las mejores aperturas y problemas sacados de alguna revista. Yo, por mi parte, nunca pude resolver alguno de los acertijos que prometían un mate en tres jugadas de esas revistas.
Pero fue allí que conocí al Ajedrecista. Este era un tipo alto y delgado, no muy bueno en los estudios, pero uno de los mejores en el juego-ciencia. Al menos eso es lo que él siempre decía, y yo no tenía motivos para cuestionarlo, alejado como estaba de la comunidad de ajedrez de la universidad. Como los buenos ajedrecistas, tenía una dosis de excentricidades, lo que motivaba en mi un interés psicológico de mi parte, que hacía que le buscara conversación siempre para verlo deslizar alguna frase o actitud digna de mis apuntes literarios.
El Ajedrecista, era, como he dicho una persona más bien desapegada a los estudios, prefiriendo jugar juegos de computadora en vez de ir a las clases. Una vez cuando recién lo conocía, lo encontré probando la última versión del Chess Master. Ignorante en ese entonces de sus habilidades, le propuse una partida. Su respuesta vino acompañada de una sonrisa condescendiente. “Si quieres, te juego veinte partidas, y te apuesto a que no me puedes ganar una”. Así era su actitud normal, despreciativa y sardónica. Afortunadamente yo no llevaba ninguna clase con él y nuestra relación se basaba en encuentros en la sala de cómputo donde cada quien hacía sus cosas. De otra manera, me habría parecido una persona insoportable, tal como a la mayoría de la gente que sí tenía trato directo con él.
Por supuesto que llegué a jugar una partida con el Ajedrecista. Antes de veinte jugadas me había destrozado, y el jaque mate era inminente. Entonces se me ocurrió una jugada que con mucha, mucha suerte, inclinaría la balanza a mi favor. Fue entonces cuando la sonrisa cachosa que le había acompañado durante toda la partida, se convirtió en una risa franca. “¡Buen manotazo de ahogado!” dijo. Era lo más cercano a un halago que jamás obtuve de él, y se debía a que su mate en dos jugadas que tenía ya preparado se convirtió en algunas jugadas más.
Esta actitud la llevaba también a los torneos en los que intervenía. Su manera de desconcentrar al adversario era su actitud sobrada, que le hacía reírse ante cada jugada del oponente, matar el tiempo comiendo galletas y mirando a los tableros vecinos durante el turno contrario, y su manera despectiva de oprimir el botón del reloj una vez hecha su jugada. El problema de esta estrategia era que no podía conservarla cuando iba perdiendo. Allí era verlo moverse incesantemente sobre su asiento, refunfuñar y fruncir el ceño. Si alguien pasaba por el tablero de juego no necesitaba preguntar para saber cómo iba la partida. Bastaba verle la cara, roja y sudorosa cuando estaba perdiendo, y fingiendo indiferencia y desprecio cuando ganaba.
Después de salir de la universidad ya no lo ví más. Yo me ocupé de mi trabajo y otras cosas y me dediqué cada vez menos al ajedrez. Solo volví a tomarlo brevemente cuando le enseñé a jugar mis sobrinos. Pero cada vez que alguien menciona a un ajedrecista, le recuerdo, con sus manías y su actitud, como la forma en que son los ajedrecistas. Como el Ajedrecista.

domingo, 16 de octubre de 2011

Inesperada musa


Decía alguien que la inspiración debe encontrarte trabajando, pero ¿Cómo trabajar si no se tiene inspiración? Tal vez por eso es que la inspiración hay que buscarla, y muchos de tanto buscarla se han perdido, quedándose a la vez sin inspiración y sin energías para escribir.

La búsqueda de la musa se convierte así en una aventura por sí misma. Hay que buscarla en las calles, en las avenidas, en el campo, en la ciudad, en el silencio, en el ruido, en la diversión, en el aturdimiento, en la calma, en la oscuridad, en la luz, escondida detrás de unos ojos, camuflada entre la multitud, a la vista de todo el mundo. Nunca se sabe dónde aparecerá, y por eso uno debe estar preparado para atraparla apenas asome la cabeza.

Esa fue exactamente la lección que aprendió aquel escritor que buscaba su musa incansablemente, ávido de emociones nuevas, perdiendo en el camino todo aquello que una vez le interesó, y olvidando la razón de su alocada búsqueda. Un día, en plena calle, sin razón aparente, sin el más mínimo aviso, apareció la musa. De pronto, todo pareció encajar dentro de un complejo plan de casualidades, azares y encrucijadas de caminos que no llevaban a ningún lugar.
En ese momento se sintió capaz de escribir sobre todo lo que había vivido, las historias que llevaba tanto tiempo esperando aparecer parecieron fluir tan naturalmente que no pudo creer las largas temporadas de páginas en blanco. Los personajes aparecieron ante su mente completamente definidos, como una multitud de viejos conocidos que vinieran a una reunión en su honor, y sin embargo, todos ellos tenían ya una personalidad propia, una historia y hasta un futuro, como si cada uno de ellos exigiera su existencia, incapaz de soportar su ausencia del universo literario.

Historias fascinantes, riqueza de personajes, paisajes, metáforas, anécdotas, máximas, descripciones evocadoras, todas aparecieron ante el mágico influjo de la musa. Solo haría falta algo de trabajo, poco más que dejar los dedos flotar libremente sobre el teclado para crear los más maravillosos y evocadores textos. Si es que lograba poner en limpio todo lo que se agolpaba en su mente en ese momento. Porque las musas tienen también la cualidad de desvanecerse en un instante, si es que no encuentran una voluntad capaz de plasmar en una obra toda la inspiración que han proporcionado.

Desesperado, el escritor buscó un lapicero o un lápiz, comprobando con terror que los había perdido en algún lugar de su alocado periplo anterior. Empezó a buscar en el piso algún pedazo de lápiz perdido quizá por algún transeúnte. Preguntaba a los peatones con desesperación si no tenían de casualidad un pedazo de papel, un lapicero olvidado, siquiera un cartón de cigarrillos que desfondar y en donde escribir lo que la musa le gritaba, exigiendo obediencia a los dones de la inspiración. Los desprevenidos paseantes se alejaban espantados, creyendo encontrarse en presencia de un loco peligroso. Tampoco parecía haber un teclado disponible donde volcar las historias que cada vez le pesaban más y que parecían querer hacer estallar su cerebro.

Al final solo pudo observar impotente como las más grandiosas historias se tornaban borrosas, los personajes se desvanecían en humo, los artificios del lenguaje que iluminarían las descripciones se convertían en confusos galimatías, y en fin, todo parecía desaparecer como los sueños de los borrachos. La musa se iba sin poder hacer nada para retenerla. Solo una idea le quedó martillando la mente. Era cierto. La inspiración debe encontrarte trabajando.

martes, 11 de octubre de 2011

Lo nuevo de Die Musikanten

Esta vez presentamos el último trabajo de Die Musikanten. Para aquellos que no los conocen, son uno de los grupos más representativos del Animal Metal, ese género nacido en Alemania y del cual se considera actualmente la salvación del Metal.
Primero, veamos un repaso de la carrera de este grupo:

Die Musikanten se forma en Bremen, Alemania, a fines de los 90, siendo de aquella generación inmediatamente posterior a la caída del Muro, por lo que el sonido desencantado y agresivo coincidía con el malestar general de la juventud que vivió tras la unión de las dos Alemanias. Pero a diferencia de otros grupos como Sieben Zwerge o Schweiβ Schnee, su sonido se diferencia claramente debido a las contraposiciones de voces utilizadas por el grupo. Esto hizo inevitables las comparaciones con Queen al inicio de su carrera, pero ellos supieron marcar la diferencia al editar su primer trabajo en 1999. Este disco, editado aún con el nombre de Die Bremer Stadtmusikanten, fue un bombazo en Alemania. El single "Tieren" fue llamado por la crítica “Un estruendo en medio del escándalo”.

A este le siguieron "Weg nach Bremen" y "Rathaus", que establecieron su reputación como un grupo atípico dentro del rock alemán. Las atrevidas armonías corales de sus cuatro integrantes les ganaron entonces un lugar dentro del panorama musical alemán, al mezclar la música tradicional campesina con influencias claramente wagnerianas, todo con unas voces de resonancia animal que logran sonidos imposibles para los humanos, fruto de la estrecha colaboración de los integrantes del grupo Hahn, Esel, Katze y Hund.

Su segundo disco, de nombre “Vier Köpfe und Sechzehn Fuβ”, ya con el nombre definitivo de Die Musikanten, supuso su reconocimiento en toda Europa. Tal como su nombre lo indica, la música de este disco suena como un mítico monstruo de cuatro cabezas y dieciséis patas. Mención aparte merecen sus imaginativos videos, siempre filmados al estilo de las antiguas películas de la UFA y narrando capítulos de antiguas historias populares.

Tras una intensa gira por toda Europa, el grupo tomó un descanso de dos años antes de volver al estudio. El resultado es el disco “Die Furchtlosen Vier”, de donde tomamos una de las canciones para aquellos que no conocen la música de este grupo. En este video, como podemos ver, ahora experimentan con la animación integrándola totalmente a su música.


jueves, 6 de octubre de 2011

Siete tonterías y un grito desesperado


Disclaimer
Todas las aquí publicadas son historias reales. Los nombres han sido cambiados para evitar que se rían de ellos por la calle.

Autocrítica
¿Eres tonto o qué?

Advertencia
Este blog contiene mensajes subliminales. Como este:

Algunas consideraciones sobre la calidad literaria de este blog
Perdón.


Disculpa
No estés decepcionada. Yo tampoco soy el hombre de mis sueños.


Pedido
Se solicitan temas para escribir en este blog. No importa lo tontos que sean, que aquí recibimos todo.

Un grito desesperado
¡Quiero ser un blog de culto!

sábado, 1 de octubre de 2011

Preguntas

¿Por qué el cielo es azul?
Porque la atmósfera del planeta contiene gran cantidad de nitrógeno y oxígeno. Estos elementos absorben todos los colores menos el azul, que es el que recibimos en nuestras retinas.

¿Por qué son tan hermosas las rosas?
Las rosas silvestres tienen tan solo 5 pétalos. La labor del hombre, a lo largo de miles de años, ha creado las variedades que hoy conocemos, mediante un proceso de cruces planificados para resaltar las cualidades que nos parecen agradables a la vista.

¿Por qué el cielo se incendia al atardecer?
La atmósfera está llena de impurezas como polvo, partículas de agua, cenizas, contaminación ambiental. Todos estos reflejan la luz provocando la difracción de los rayos solares. Al atardecer, la luz del sol atraviesa un camino más largo a través de la atmósfera, por lo que el efecto acumulativo de las impurezas actúa como un prisma, descomponiendo la luz blanca en un arco sus colores componentes, que son los que vemos al amanecer y al atardecer.

¿Por qué es tan terrible conocer todas las respuestas?
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