Dentro del trabajo que realizo, me toca vérmelas con todo tipo de gente, y a su vez, a todo tipo de gente le toca vérselas conmigo. Es que yo me considero a mí mismo como una persona normal, pero en realidad soy un ingeniero. Y la gente tiene una opinión formada de lo que debe ser un ingeniero. Según la cual un ingeniero debe hablar de cosas ininteligibles para el resto de los mortales, debe estar siempre pensando en lo mal hechas que están las cosas y en cómo mejorarlas, y exasperarse cuando alguien no entiende de lo que está hablando.
En realidad existen muchas clases de ingenieros, y yo debo estar en alguna de ellas. Pero el tipo de ingeniero del que quiero hablar esta vez es un tipo especial: El Señor Ingeniero.
Esta es una persona que generalmente ha obtenido su título después de un gran esfuerzo. Desde su salida de un pueblito de nuestro país, o desde una humilde casita construida con el esfuerzo de sus padres, el Señor Ingeniero está convencido de que el título universitario le hace ascender automáticamente en la escala social, y que el resto de los mortales le debe reconocimiento en virtud al esfuerzo necesario para terminar tan difícil carrera.
Por eso, y aún antes de presentar su tesis y obtener el título oficial, insisten en que se les llame con el nominativo de “Ingeniero”. ¡Pobre de aquel que les llame “señor”! Esa es una ofensa que el Señor Ingeniero no perdona.
- ¡Oiga, yo soy INGENIERO! ¡No me he pasado todo ese tiempo en la universidad para que me llamen “señor”!
La mención al tiempo pasado en la universidad no es gratuita. Aunque nunca lo revelan, y se refieren a él como “todo ese tiempo”, lo normal es que el Señor Ingeniero no haya terminado la carrera en los cinco años normales. El Señor Ingeniero en realidad terminó la carrera en siete, ocho o más años, el tiempo exacto es un detalle que pone en peligro la admiración que ha de sentir la gente al saber que él es todo un Señor Ingeniero.
Para ser admirado, el Señor Ingeniero debe ser único. El otro personal que trabaja con él debe probar su valía antes de que el Señor Ingeniero lo reconozca como tal.
- ¿Qué, usted también es ingeniero? A ver, ¡Muéstreme su carnet! ¿De qué universidad es usted? ¿Cuál es su especialidad? ¿Qué experiencia tiene? ¿Dónde ha trabajado?
Estos datos son importantes para el Señor Ingeniero, porque le permiten verificar que su conocimiento es inferior, sobre todo si han estudiado en una universidad diferente a la suya, en una especialidad diferente, y no han pasado lo que él para ser llamados ingenieros.
- ¡Qué va a ser usted ingeniero! ¡De esa universidad, todavía! ¡Yo sí soy ingeniero! ¡Yo tengo mi postgrado en ciencia de los elementos infinitos! ¡He trabajado 5 años para INGSA! ¡Usted no es nada, hágame el favor!
El Señor Ingeniero, además, tiene la sobrehumana facultad de no equivocarse nunca. Aunque un proyecto bajo su supervisión directa tenga resultados desastrosos (y esto suele ocurrir) la culpa es de sus subordinados, que no siguieron al pie de la letra sus instrucciones, del cliente que no entendió lo que necesitaba hacerse, o de actos divinos que no se pudieron evitar. Y el fracaso no le inhibe de exponer en congresos y simposios su conocimiento de la ciencia ingenieril, donde describe la forma en que se deben manejar los proyectos, y recomienda a los demás a que sigan su ejemplo. Y si no le hacen caso, entonces por eso es que estamos así en este país.
Y hablando de congresos, este es uno de los lugares donde se puede distinguir al Señor Ingeniero a simple vista. Se le reconoce por la cantidad de insignias y prendedores de órdenes, asociaciones y congresos anteriores que lleva orgullosamente en las solapas de su terno oliendo a naftalina que se mezcla con el perfume barato que se echa generosamente en la cara. Y estará siempre tratando de convencer a otra persona de lo buen ingeniero que es y sobre como se le debería dar reconocimiento a él, en vez de a otros que no lo merecen.
Por eso, el Señor Ingeniero busca hacerse amigo de otros Señores Ingenieros con mayores influencias y cargos que él, para otorgarse entre ellos las medallas e insignias que tanto le gustan y que mostrará orgulloso en cuanta reunión pueda, con lo que se sentirá cada vez más cerca de su sueño máximo: que cuando muera, en su lápida sus deudos coloquen su nombre precedido de la fórmula “El excelentísimo Señor Don Ingeniero, lumbrera de la Ingeniería Nacional”, para que su nombre tenga la reverencia de los siglos venideros, tal como deseó que fuera en vida, y que este país lleno de envidiosos le negó en su tiempo.
Nunca uso mi título. Lo considero innecesario pues lo que importa es lo que sabes hacer, y eso se ve en la cancha, no en los titulares de la previa.
ResponderBorrarHola, paso sin permiso!
ResponderBorrarPues sí, es un diálogo para besugos bastante generalizado en España:
- Hola ¿quién eres?
- Soy Manolo, arquitecto.
- Buenas tardes, ¿le conozco?
- Soy Ana Rodríguez, psicóloga.
Parece ser que uno es lo que trabaja ¡gran y grave error!
Yo soy Licenciada en Ciencias Humanas y Sociales, Master en Estética y Creatividad Musical, profesora de viola, diplomada en Pedagogía, Doctora en Epigrafía griega de los siglos I-II adne, Doctora en Filosofía Y ESTOY SIN TRABAJO!!!!! ¿Dónde se me ubica pues socialmente?
Un abrazo desde Castellón.
Eres parte de la población ignorada. Has de saber que un Señor Ingeniero nunca está sin trabajo, amiga mía. Puede estar descansando, tomándose un tiempo sabático, o puede estar esperando que empiece su próximo proyecto. Para el Señor Ingeniero buscar trabajo es una actividad que realizan solamente los profesionales inferiores que necesitan demostrar su capacidad.
ResponderBorrar¡Ay de aquel que mencione siquiera la posibilidad de tomarle un test de capacidad! Conocerá su furia, al grito de ¡Yo no tengo que demostrar nada!
Y puedes pasar por aquí cuando quieras, que aquí, como a cualquier sitio público, nadie necesita permiso para entrar.