sábado, 30 de abril de 2011

Si Dios fuera peruano


Ser Dios no es fácil. Hay que estar en todas partes. Si alguien te pregunta algo, tienes que saberlo todo, y hay que ver la de tonterías que pide la gente. Claro, se es todopoderoso, pero eso no significa que uno siempre tenga ganas de hacer las cosas.
Por eso me molesta siempre cuando la gente le echa la culpa a Dios de las cosas en que nosotros mismos nos hemos metido. ¿Guerras? ¿Calentamiento global? ¿No clasificamos al mundial? Dejemos de pelearnos con el vecino, no hagamos tanta basura y practiquemos pegarle a la pelotita en vez de estar criticando a Dios olvidando que nos dejó este mundo para cuidarlo y no para arruinarlo.
Otra cosa que decimos siempre que, contra todo pronóstico, nos sale algo bien, es que Dios es peruano. Así que, para desmentir esa idea, me puse a pensar qué hubiera pasado en el mundo si es que efectivamente Dios fuera peruano. He aquí lo que salió durante la creación del mundo, lo que hizo Dios durante esos días:

El primer día se la pasó durmiendo, pensando en lo aburrido que es el trabajo.
El segundo día se levantó, pero se la pasó si hacer nada lamentando todo el trabajo que había que hacer, y pensando si no habría una forma más fácil de hacer todo esto.
El tercer día por fin puso manos a la obra, aunque sin ganas. Al fin y al cabo, nadie va a venir a supervisarlo.
El cuarto día sigue trabajando sin mucho entusiasmo. Al primer problema que encuentra, se detiene completamente pensando que ya no podrá terminar y que mejor deja todo como está.
Al quinto día repara el problema, pero se da cuenta de lo mucho que le falta, y eso le quita ánimos para seguir. Interrumpe el trabajo y se pone a leer una revista. La encuentra tan entretenida que cuando se da cuenta ya ha perdido otro día de trabajo.
El sexto día al fin toma conciencia de todo el tiempo perdido y lo mucho que falta por hacer, así que trabaja como loco, haciendo todo a la apurada y dejando que muchos de los problemas se resuelvan solos. Cuando le toca hacer al hombre ya es bastante tarde, y falto de inspiración para hacerlo de una forma original, decide hacerlo a su imagen y semejanza. Termina tardísimo.
Al séptimo día se levanta tarde y avisa a todos los ángeles que ha estado trabajando toda la semana como un burro, así que se va a tomar el día libre, y que no lo fastidien mientras descansa.

Moraleja: Dios no es peruano, así que ponte a trabajar, nomás.

lunes, 25 de abril de 2011

Explicación


Vea Señor, yo sé que usted me va a comprender… Usted es hombre y ha pasado por esto. ¿Qué cómo lo sé? Porque usted es hombre, por eso… Todo hombre ha sufrido por una mujer ¿Verdad? Tal vez mi historia no sea diferente de cualquier otro, pero es la mía, mi propia historia…

No voy a contarle cómo empezó… No viene a cuento y además a lo mejor a usted no le interesa… Porque a usted lo que le interesa es lo que acaba de pasar ¿Cierto? Claro, cómo no va a ser cierto, sino no estaría usted aquí… La cosa es que lo nuestro acabó, y yo me sentí mal, muy mal… Como dije, usted es hombre, y estoy seguro de que sabe cómo son estas cosas… ¿Qué es lo que hace un hombre en estos casos? La mayoría sale a emborracharse, a tratar de olvidar con otra mujer, ya lo sé… Pero yo no soy cualquiera… No soy mucho de tomar, y tratar de olvidarla con otra ¿No le parece absurdo? Es como si yo me quemara y para curarme pusiera nuevamente las manos al fuego… No, esa no es la manera… ¿Matarla? ¡Por favor! ¡Es lo último que yo haría! No es que no sea fácil matar a una persona, hay muchas maneras, se lo digo yo, que tengo cierta cultura y que me gusta leer las novelas policiales… No, el verdadero problema es borrar las huellas, deshacerse del cuerpo, esas cosas… A los asesinos siempre los atrapan tarde o temprano por algún detallito olvidado, y yo no voy a desgraciar mi vida por ella…

Como le decía, lo mejor es el olvido… Lo que la mujer más odia es el olvido… Pero no es fácil olvidar, no… Uno tiene que cambiar de rutas, dejar de ver a ciertos amigos, dejar de hacer las cosas que le recuerdan a ella… En fin, lo que hay que matar es el recuerdo, borrarlo, exorcizarlo… ¡Sí! ¡Eso fue exactamente lo que pensé! ¡En exorcizar su fantasma, su recuerdo!

Así que reuní todo aquello que me traía a la mente su recuerdo, todo lo que ella hubiera tocado: cartas, fotos, regalos, los peluches… Ahora puedo decirlo: ¡Odiaba esos peluches! Claro, hubo cosas que se me hizo difícil incluir, como una camisa y una corbata que en verdad me gustaban… en fin, junté todo con la intención de alejarlo de mi vista para siempre… Y como le decía, para exorcizar su fantasma debía quemarlo todo, que el fuego purifique todo lo que ella representaba en mi vida, que su memoria se convierta en humo, que el humo se aleje con el viento, y que las cenizas sean esparcidas hasta que no quede rastro de que alguna vez existió en mi vida. Una ceremonia pagana, un entierro en el cielo es lo que yo buscaba… Al ver arder su recuerdo, yo reiría, curado al fin de las heridas, viendo en las llamas un anticipo del infierno, y gritando, orgulloso, que en adelante quedaría yo exorcizado, curado de mis males, libre al fin... ¡Ella ya no sería capaz de hacerme más daño!

Y así fue, señor, como empezó el incendio…

miércoles, 20 de abril de 2011

Reflexión de semana santa

Como mensaje de semana santa, dejo un cortipegado que encontré hace un tiempo y que siempre me ha parecido muy bonito y con el cual concuerdo totalmente. Ya se sabe que a mi no me gusta mandar cadenas de mail, así que esto es lo más parecido que obtendrán de mí.

El Dios en quien no creo

El Dios que ame el dolor
El Dios que ponga luz roja a las alegrías humanas
El Dios mago y hechicero
El Dios que se hace temer
El Dios que no necesita del hombre
El Dios lotería con quien se acierta sólo por suerte
El Dios árbitro que juega sólo con el reglamento en la mano
El Dios solitario
El Dios que manda al infierno
El Dios que no sabe esperar
El Dios que adoran los que son capaces de condenar a un hombre
El Dios incapaz de perdonar lo que muchos hombres condenan
El Dios que impide al hombre crecer, conquistar, transformarse
El Dios que exija al humano, para crecer, renunciar a ser humano
El Dios que adoran los que van a Misa y siguen robando y calumniando
El Dios que le agrada la limosna de quien no practica la justicia
El Dios del ya me las pagarás
El Dios que se arrepintiera alguna vez de haber dado la libertad al hombre
El Dios mudo e insensible en la Historia ante los problemas angustiosos de la humanidad
El Dios que crea discípulos indiferentes a la historia de sus hermanos
El Dios que ponga la ley por encima del hombre
El Dios a quien le falte perdón para algún pecado
El Dios que cause el cáncer
El Dios a quien sólo se le puede rezar de rodillas, a quien sólo se le encuentra en la Iglesia
El Dios que lleva al infierno al niño después de su primer pecado
El Dios que no tuviera palabra distinta, personal, propia para cada individuo
El Dios que nunca hubiera llorado por los hombres
El Dios que no pudiera descubrirse en los ojos de un niño o de una madre que llora
El Dios que no esté presente donde los hombres y las mujeres se aman
El Dios que destruyese la tierra y las cosas que el hombre ama, en vez de transformarlas
El Dios que no tuviera misterios, que no fuera más grande que nosotros
El Dios que destruyera para siempre nuestro cuerpo en vez de resucitarlo
El Dios para quien los hombres valieran no por lo que son, sino por lo que tienen
El Dios indiferente que deja que a la gente buena le pasen cosas malas
El Dios incapaz de divinizar al hombre, sentándose a su mesa y dándole parte en su herencia
El Dios que no fuese amor y que no supiera transformar en amor cuanto toca
El Dios incapaz de llenar de amor el corazón del hombre
El Dios que no se hubiera hecho hombre con todas sus consecuencias
El Dios en quien yo no pueda esperar contra toda esperanza

¡Sí, mi Dios es otro Dios!

Pbro. Juan Arias Martínez

En este enlace encontraréis el artículo original: http://expresionpersonal.blogspot.com/2008/08/el-dios-en-quien-no-creo.html

viernes, 15 de abril de 2011

El día que cayó un ángel

Era uno de esos días en que parecería que no iba a ocurrir nada fuera de lo común. Sin embargo, en la ciudad llena de gente, de pronto alguien vio el cuerpo tirado en la vereda. A pesar de que había una regular concurrencia en la calle, nadie lo vio caer. La gente empezó a arremolinarse alrededor del cuerpo, atraídos por su extraño ropaje, más propio del vitral de una iglesia que de un transeúnte como los que salían a trabajar a esa hora de la mañana.

Uno de los tenderos de la cuadra decidió tratar de averiguar si estaba vivo, para poder moverlo, pues interrumpía la entrada a su negocio. Al mover su hombro con su mano, la multitud que había reunido lanzó un grito de sorpresa. Un ala ligera pero fuerte apareció desde su espalda. El tendero pudo distinguir que apenas respiraba, mientras los presentes miraban fijamente el ala expuesta.

- ¡Es un ángel! Dijo una señora.
- ¡Eso es imposible! ¡Los ángeles no existen! ¡Solo son una construcción de nuestro miedo a lo desconocido, una invención creada para controlar nuestras vidas a través de la religión! - intervino furiosamente otro de los peatones, para agregar después: ¡Es tan sólo una ilusión óptica!
- ¿Cómo sabremos si es un ángel? Intervino el tendero.
- Nos debe decir cómo se llama, yo tengo aquí el libro de los ángeles, debe estar allí su nombre…
- Yo recuerdo que los ángeles pueden danzar sobre la punta de una aguja, esa es la prueba para reconocerlos…
- Pero ¿Cómo pueden ser tan tontos? ¿No ven que esto es una broma de algún programa de televisión? ¡Tal vez es un truco comercial de una nueva tienda!

Los presentes empezaron discutir entre ellos, hasta que un niño que estaba mirando se atragantó con un caramelo que estaba comiendo. La multitud se distrajo momentáneamente ante el nuevo espectáculo, hasta que alguien con más sentido común que los demás le dio al niño una violenta palmada en la espalda para que arroje el caramelo.
Fue entonces cuando una señora exclamó ¿Vieron eso? ¡Es un ángel de la guarda! ¡Por eso el niño se atoró con el caramelo!

La gente pareció aceptar que el que se hallaba era realmente un ángel, sobre todo cuando alguien mencionó que a dos calles un peatón que se encontraba hablando por el celular fue atropellado por una camioneta.

- ¿Qué haremos con él?
- Debemos llevarlo a la iglesia. Creo que hay una a 3 cuadras, pasando el parque ¿No?
- ¡Esa es una iglesia católica! ¡Allí no se siguen las enseñanzas de Dios! ¡Debemos llevarlo a nuestro templo!
- ¿Y si lo llevamos a un hospital?
Intervino una secretaria.

En eso, el ángel abrió los ojos y se incorporó pesadamente. Todos empezaron a hablarle al mismo tiempo.

- ¿Eres en realidad un enviado de Dios?
- ¿Vienes a anunciarnos el fin del mundo?
- ¿Puedes protegerme?
- ¿Por qué has dejado que el mundo esté tan mal?
- ¡Debes hablarme a mí, yo sigo la verdadera religión!


El ángel miraba a todos, incapaz de hablar, confundido por todas las preguntas y por todos los que se agolpaban para tomarle fotos con el celular.

En ese momento llegaron un par agentes del serenazgo municipal y dos policías.
- ¿Qué está pasando aquí? ¡Despejen, señores, despejen!

La actitud de los agentes no hizo más que empeorar la situación hasta convertirla en casi una batalla campal entre los que no creían en los ángeles y aquellos que, cada cual, decían ser la verdadera religión. El ángel quedó en medio del tumulto, paralizado y aterrorizado. De pronto, se irguió con dificultad entre el escándalo y emprendió el vuelo penosamente, tropezando con cables, las ventanas de los edificios y los carteles publicitarios, antes de perderse de vista en el cielo.

Todos los reunidos empezaron a alejarse, de mala gana.

- ¿Ven qué les dije? ¡Todo había sido un engaño! ¡No existen los ángeles!
- ¡La Biblia no dice nada de esto! ¡Todo ha sido mentira! -
Dijo otro.
- ¡Qué manera de hacernos perder el tiempo! ¡Voy a llegar tarde a mi trabajo!
- ¡Como si uno no tuviera ya suficientes preocupaciones!


Solamente quedé yo en el lugar, preguntándome por qué ninguno de nosotros fuimos capaces siquiera de una palabra amable para un ángel caído.

domingo, 10 de abril de 2011

Comentario político

Cuando me enteré de los resultados de las elecciones, mi reacción fue más o menos como esta:


seguido de la idea de que a nosotros los peruanos no nos gustan las cosas fáciles. Hemos vivido tanto tiempo de la manera difícil, que cuando vemos que las cosas ya no pintan tan mal, nos sentimos en la obligación de dificultarlas para no perder esa condición de "pobrecitos peruanos, tan sufridos ellos" que nos asegura ser beneficiarios de la bondad estatal y de las compasivas ayudas extranjeras.

Para la segunda vuelta, y de acuerdo a la clasificación hecha por nuestro reciente premio Nobel, espero encontrarme con discusiones como esta:
- Y... ¿Por quién vas a votar ahora? ¿Por el cáncer o por el sida?
- No sé todavía... El cáncer es tan bonito... usaremos máquinas de última generación y medicación de alta tecnología...
- Pero el sida te mata más lento...
- ¡¿Cómo se te ocurre?! El sida es bien feo... además, no está bien visto... Deja eso para los pobres...
- Yo no sé... de repente en algún momento encontramos la cura del sida... Además, no me gusta la terapia de shock...
- Sí, pues, pero de algo hay que morirse ¿no?

- Y tú... ¿Ya decidiste por quién vas a votar?

sábado, 9 de abril de 2011

Como un Beatle

Como Lennon en el ‘65, buscaré una forma de pedir ayuda.
Como Ringo durante el Album Blanco, me parece que ya no soy parte de todo esto, y no sé por qué.
Como Harrison durante Let It Be, lo que hago ya no me entusiasma tanto como antes.
Como los televidentes viendo Magical Mistery Tour, no tengo la menor idea de lo que está pasando.
Como Paul en el ‘69, tengo que explicarles a mis amigos que no estoy muerto.
Como Los Beatles en USA, no sé cuánto más durará todo esto.
Como John, Paul, George y Ringo, subiré a la azotea para hacer un último intento.
Como un Beatle, me siento como un tonto en la colina.

lunes, 4 de abril de 2011

El cuento de Caperucita


Hoy, como medida extrema ante la falta de vídeos nuevos que ponerle a la niña antes de dormir, el padre se dispone a contarle un cuento mientras se queda quieta el tiempo suficiente para que le agarre el sueño.

- Te voy a contar el cuento de la Caperucita Roja…

- ¿Y tú viste esa película cuando eras niño, Papá?
- …Había una vez una niña muy bonita que le gustaba usar una capucha roja, que no se la quitaba para nada…
- Ah sí, mi amiga Fernanda usa una de Hannah Montana…
- ¡No! ¡No era de Hannah Montana! Déjame seguir… Por eso a la niña la llamaban Caperucita Roja, y…
- ¡Qué tontos! ¿Acaso a mí me llaman “Mochila de LazyTown”?
- Te van a llamar “Niña que llora” si me sigues interrumpiendo… Resulta que su Abuelita se enfermó, y la mamá de Caperucita le dijo que le lleve una cesta de comida a la Abuelita…
- Hubiera pedido un pollo por delivery, como hace Mamá cuando no quiere cocinar…
- ¡No! Mandó a Caperucita a la casa de la Abuelita, que quedaba al otro lado del bosque, así que fue caminando por el sendero…
- ¿Y no le llamó ni siquiera un taxi? Por lo menos la mamá la hubiera acompañado…
- …Es que eran muy pobres… Además, creo que la Mamá no se llevaba bien con la Abuela, porque mencionó que ya no quería ver más su cara de perro, o algo así…
- Eso sí te creo, es lo mismo que dice mi Mamá…
- …Pero el lobo del bosque, que vió salir a Caperucita, se fue a la casa de la Abuelita, se la comió y se puso a esperar a Caperucita…
- ¡Agg! ¡Carne de anciana! ¿Cómo puede gustarle?
- No creas, hijita, acuérdate que gallina vieja da buen caldo… Mejor seguimos… Para engañar a Caperucita, se puso el camisón de la abuela y se echó en su cama…
- ¿Qué, Caperucita era tarada? ¿Cómo va a confundir a la Abuelita con un lobo?
- Ehhh… Lo que pasa es que el lobo era muy listo… Cambió la foto del Facebook de la Abuela para confundir a la Caperucita…

- ¡Ah, bueno…!


- Entonces cuando llegó Caperucita, encontró al lobo en camisón y empezó a sospechar…

- De repente pensó que era un hombre lobo como los de “Crepúsculo” ¿Verdad?
- … Y le empezó a preguntar que por qué tiene esa nariz tan grande…
- ¡Igualito que mi tío! Pero él se molesta cuando le dicen eso…
- ¡Déjame contar! El caso es que Caperucita se dio cuenta de que le habían cambiado de abuelita, se hizo la que iba al baño y llamó por su celular al serenazgo, que vino al rato, mientras… ¿Qué, hijita, ya te dormiste? ¡Justo cuando el cuento se estaba poniendo emocionante…! Bueno… Fue difícil, pero cumplí con mi labor de padre… ¡Qué bien se siente!

Al día siguiente, durante el desayuno, la madre pregunta a la niña que tal ha dormido anoche.
- ¡Terrible, Mamá! ¡Me tuve que hacer la dormida para que Papá deje de decir tonterías!
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