Dentro de una de esas conversaciones tan raras que parecen perseguirme, y que han dado tema para más de un post aquí, recordarás que terminamos hablando de las hadas. Hasta ese momento no me había planteado seriamente la existencia de este tipo de seres, así que te pedí instrucciones para invocar a un hada, y lo que debía hacer en caso de tener éxito. Recuerdo que tu respuesta, casi ahogada por tu risa, demostró tu poca fe en mí:
Debo confesar que me piqué con esa respuesta, que no me convenció tampoco. Soy un tonto, y no hay mejor manera de no perder la pureza de corazón que siendo un tonto. Tengo además, como todos saben, mi propia colina, lo que me da tanto derecho como cualquier otro a ver un hada, y entablar conversación con ella, quizá intercambiar opiniones, aceptarnos en el Facebook, o lo que se presente.
Después de la conversación, me quedé pensando toda la noche sobre cómo sería encontrarse con un hada, tal vez yo le hablaría de mis tonterías, y ella me daría consejos sobre cómo cuidar mejor mi jardín. De tanto pensar, caí en la cuenta de que mañana, como toda la semana, es día de trabajo, el cual debo cuidar, ya que anda muy atrasado. Y traté de descansar un poco, aunque sin éxito.
El caso es que cuando muy temprano me levanté para no llegar tarde al trabajo me dispuse a prepararme un café con leche que me mantuviera en pie hasta terminar la jornada. Y allí empezaron a ocurrir los prodigios. Cuando llegué con el azúcar había un hada sentada como si tal cosa sobre la taza de café, esperándome sin duda. El milagro, sin embargo, no fue ese. El milagro fue que yo, en estado zombie debida a la mala noche, no hice caso, urgido como estaba de tomar esa vivificante taza de café. Con la cuchara aparté al hada como quien espanta una mosca. El hada quedó así tirada sobre la mesa, sobándose las alas golpeadas. Sin cejar en su empeño, el hada se colocó en mi línea de visión para que le prestara atención. El problema es que mi línea de visión estaba precisamente sobre la taza de café, y derramé sobre el hada toda la cucharilla de azúcar. El hada se retiró a un costado refunfuñando en un lenguaje ininteligible al sacudirse el azúcar. Hizo aún un último intento de llamar mi atención revoloteando sobre mi taza, sin más consecuencia que recibir de lleno el chorro de leche que le agregaba al café, cayendo dentro de la taza y escapando apenas a tiempo de convertirse en parte de mi desayuno, que estuvo a punto de convertirse en un café con leche con azúcar con hada. El café surtió efecto inmediatamente, haciendo que caiga en la cuenta de lo que acababa de ocurrir.
Sin embargo, ya era demasiado tarde. Cuando quise reaccionar solo pude ver al hada huyendo malhumorada y llevándose mis flores como reparación civil. En vano fue llamarla con mis más dulces disculpas y prometerle que no volvería a ocurrir.
Eso es lo que pasó. Finalmente puedo decirte que creo en todo lo que me dijiste, en los espíritus del bosque, en las hadas, en sus poderes y encantos, aunque lamento también informarte que ya no veré a ninguna en el resto de mi vida, pues sin duda el hada que escapó ya debe haber avisado a todo el sindicato para que no vuelvan a aparecerse en la casa de un tonto que se levanta todas las mañanas sin ser capaz de apreciar las maravillas que aparecen enfrente de él, aunque se le atraviesen entre su carota y su taza de café con leche.
Me encantó ^_^
ResponderBorrarMe considero un profesional en las artes de andar espantando ilusiones, todavía no me he cruzado con aquella meta, a la de las hadas me refiero, seguramente se ha escurrido la voz de mis encantos por su sindicado, descartando cualquier posibilidad de encuentros.
ResponderBorrarTe felicito por tu espacio que me resulta más que interesante, yo recién comienzo uno nuevo y me gustaría insertar un blogroll con aquellos blog de mi interés así poder saber de nuevas publicaciones siempre y cuando cuente con tu permiso.
Saludos!
Estuvo muy chistoso tu relato
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