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miércoles, 3 de agosto de 2022

El Día Internacional del Hoy



Hoy, como todos los días, es el Día Internacional de Quién Sabe Qué Cosa Pero Igual No Me Interesa. Supongo que en alguna época los días eran solo días, una hoja menos en el calendario, sin más relevancia que la del santo del día, pero a alguien se le ocurrió ponerle un nombre y hacer una celebración con ello. Supongo que todo habrá empezado con el Día de la Independencia, y habrá seguido con una conmemoración de alguna batalla importante o algún héroe sacrificado. 
En vista del éxito en hacer de esas fechas una celebración laica, no tardó en cundir el ejemplo y aparecieron el día de la madre, del trabajo, de la victoria y así, una vez puesto el ejemplo, no tardaron en aparecer días internacionales de cualquier causa imaginable, hasta llegar hasta hoy, en que no puede uno despertar tranquilo sin que los noticieros o las redes sociales le informen que es el Día Internacional del Reconocimiento y la Concientización del Síndrome de Applegate o algo semejante. 

La gran mayoría de estos días no me afectan ni me interesan y me parecen absolutamente prescindibles. Si algo, me servirán para recordar que existe una minoría minúscula que es lo suficientemente activa como para intentar convencer a mucha gente, pero no me harán tomar ninguna acción por ello. Debemos concentrarnos en cosas realmente importantes, no en el aniversario del día en que Tony Stark derrotó a Thanos, ni en el día del abrazo al perro callejero. Por eso hoy propongo crear el Día Internacional del Hoy. Que sea un día en que olvidemos el pasado y sus traumas, y dejemos de preocuparnos del futuro incierto. Que nos dediquemos por un solo día a disfrutar del hoy. 

No digo que nos tomemos un día de vacaciones, ni que lo tomemos como pretexto para tirarnos panza arriba sin hacer nada. Utilicemos este día para hacer lo que hoy necesitamos hacer, sin temer al mañana ni angustiarnos por lo que pasó ayer. Carpe Diem, como dijeron los romanos hace mucho. Hagamos algo que nos dé satisfacción por el día de hoy, de manera que podamos cosechar sus resultados en el mismo día, sin esperar a que los frutos de nuestro trabajo nos beneficien el próximo año, cuando salga de vacaciones o en un futuro que siempre estamos postergando. Vivamos el hoy, aprovechando que el pasado acaba de terminar y que el futuro todavía no empieza. 

Por mi parte, quisiera que por un día nos olvidemos de la linealidad del tiempo, que olvides lo que dije ayer, que dejes de postergarme hasta mañana, que vivamos un presente eterno, aunque solo sea por un día, que te quites de una vez por todas esa actitud de “mañana empiezo”. ¿Verdad que sería bonito dejar de lamentarse por el ayer y gozar del hoy? Por este día, dejemos el mañana para mañana, que ya habrá tiempo mañana. Hagamos de este el Día Internacional del Hoy, pero no solo para un hashtag en las redes sociales, que para eso no es ese día (como solo para eso parecen muchos de los Días Internacionales de Algo), sino que usémoslo para aprovechar el día de hoy, y se sabe que la gente feliz no se distrae para twittear ni se detiene a hacerse selfies. Hagamos de hoy el Día Internacional del Hoy.

martes, 2 de enero de 2018

Cómo empezar un 2018


Con un poco de calma después de la tormenta de las celebraciones, saludos y abrazos, escribo algunas líneas antes de que se me pase la inspiración.

¿Cuántos saludos por navidad y año nuevo han enviado? ¿Y cuántos fuera de las redes sociales? Es tan fácil mandar un mensaje por Facebook o WhatsApp que ahora (y siempre) vale más una llamada personal o mejor aún, un abrazo en persona. Que sea este uno de los propósitos de este año.

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Estamos todavía en los días de los primeros. El primer amanecer, el primer café, el primer día de trabajo, el primero de algo que hacemos siempre, pero que ahora parece diferente porque es el primero del año. En el fondo me parece más de lo mismo, seguimos con las mismas cosas. Yo anotaré y publicaré cuando ocurra algo que no pasó en el año anterior.

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Ya otras veces he comentado de lo poco que duran los propósitos de año nuevo. Este año será diferente, este año por fin haré esto. Pues yo empezaré a divulgar uno de los secretos de la vida: si hay que cambiar algo, cualquier día es bueno, no es necesario esperar a que empiece el 2018 ni el 2019, ni el año nuevo chino ni el cumpleaños, escojamos cualquier día como el día internacional del cambio de vida.

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La última. En estos días de deseos de cambio, veo dos tipos: lo que quieren cambiar y los que desean que cambie el resto de la gente. Los primeros se rinden los primeros días al darse cuenta que no era tan fácil. Los segundos se decepcionan en la primera semana porque no comprenden que el mundo no cambia mágicamente en dos días sólo por cambiar de año. Solo unos pocos se esfuerzan por cambiar ellos y cambiar el mundo. Esos son los que valen.

Feliz 2018.

jueves, 5 de junio de 2014

Dios visitará tu casa


En una casa decente y honrada, de esas que mantienen a la vez pobreza y dignidad, en un pueblo tan alejado de los grandes problemas del país como de los beneficios del progreso, vivía un hombre que vivía tan tranquilo como lo permitía su modesta condición económica. La casa, una chacra que a duras penas rendía paltas y naranjas, amén de unos cuantos pollos y patos completaban el patrimonio familiar. Le llamaremos Renato, que es un nombre tan común como cualquier otro.

Para dar una mejor idea de esta persona, podemos decir que no soñaba. No quiere esto decir que no tuviera sueños, que si los tenía, como los tiene cualquier persona, que sueña con un destino mejor para sus hijos, una mejor casa, y poder reparar al fin todos los daños que ocasionó sobre su casa y su chacra la crecida del río, que fue tan fuerte hace dos temporadas. No, lo que queremos decir es que Renato no soñaba al dormir por las noches. La razón era tal vez que nuestro hombre salía al amanecer a las labores agrícolas, al mediodía hacía el camino al pueblo para conseguir provisiones y tratar con comerciantes por sus cosechas, para hacer el camino de regreso a la chacra y luego a su casa a donde aún ayudaba a su esposa en pequeñas tareas, y llegaba a su lecho tan agotado que no soñaba por las noches.

Por eso fue que se sorprendió tanto cuando soñó una noche. Y el sueño era además uno muy especial. Soñó que iba por el camino que recorría todos los días y se le aparecía un ángel de brillantes vestiduras. El hombre, sorprendido de aquella visión, pensó, dentro de su sueño, que le había llegado la muerte mientras dormía, pero no era así. El ángel le dijo con dulces palabras que no tuviera miedo, que solo le acompañaría un trecho, lo suficiente para anunciarle que recibiría la visita de Dios el siguiente sábado, y que tendría que estar preparado para cuando aquello pase. El buen Renato vio alejarse al ángel con un paso leve que no dejaba huellas ni manchaba sus vestiduras, a pesar de que el camino estaba lleno de barro por la lluvia de la noche anterior. Al despertar, se quedó pensando en lo sucedido, si sería realidad lo había vivido o sería solo un sueño sin significado ni premonición. Al comentar este hecho con su esposa, ella estuvo de acuerdo en que el sueño debía tomarse seriamente y habría que preparar la casa para la visita de Dios. ¿Pero cómo preparar su humilde vivienda para esa visita? La fecha prometida estaba a dos días, demasiado cerca para pintar la casa o arreglar el jardín, comprar cosas con qué adornar la sala, o siquiera para pedir la ayuda de su hermano, que había trabajado en la ciudad varios años y conocía mejor los protocolos para recibir visitas distinguidas.

Confuso aún, fue a la pequeña iglesia del pueblo a hablar con el cura. El sacerdote, al oír la historia, la descalificó como un simple sueño. ¡Cómo crees que Dios te va a visitar! Dios no se va a aparecer en este pueblo olvidado, y menos alguien que va a la iglesia solo en las fiestas, se toma sus tragos y no colabora cuando pasan la canasta en la misa, le explicó el cura. A la salida de la iglesia, al ver la cara de desconsuelo de nuestro hombre, se le acercó un sujeto que había venido hacía algunos meses al pueblo con una biblia de tapas negras y hojas llenas de marcadores. Le habló del verdadero Dios, de cómo prohíbe adorar imágenes, de la cercanía del fin del mundo. Cuando al fin dejó de hablar un momento, el hombre empezó a narrar su sueño. El extraño ni siquiera lo dejó terminar. Eso es una trampa del demonio, que te quiere confundir, le dijo. Dios no visita a las personas, y los ángeles solo vendrán a la tierra para anunciar el fin del mundo. Inmediatamente quiso leerle todas las referencias que tenía marcadas sobre el tema en su Biblia para mostrarle su error. El evangelista no se sintió satisfecho hasta que Don Renato le aceptó unos folletitos y le hizo concordar en que era imposible que Dios visitara a alguien que no sigue las enseñanzas de la Biblia.
Incapaz de obtener ayuda sobre cómo recibir a Dios en su casa, Renato regresó dispuesto a hacer lo que mejor pudiera para recibir la visita. Esa noche decidió con su esposa que arreglaría la casa lo mejor que pudiera. Llamarían también a sus hermanos y cuñados para que estuvieran presentes. Los trabajos de la chacra podrían soportar dos días de desatención a la vista de este mucho más importante evento.

La tarea resultó mucho más fácil de decir que de hacer. Consiguió prestado un poco de pintura del local comunal para pintar el pequeño comedor de la casa, ya que no tenía sala dónde recibir visitas. Se aseguró también de colocar mallas en la puerta que daba al corral, de manera que los pollos no pasaran como lo hacían siempre y no interrumpieran la comida. La señora decidió por su parte que lo mejor sería hacer ese caldo de gallina que con tantas ganas alababa la familia cuando había una fiesta. También haría un chancho al horno con hierbas que estaba segura le gustaría mucho a Dios. Pidieron ayuda a los vecinos para terminar con los arreglos. Todos consideraban la idea como una locura, pero varios ayudaron a la familia. Los hijos también ayudaron en cuanto vinieron del colegio, poniendo el mantel, algunas flores, y trayendo frutas de la chacra. Cuando la esposa de Renato se dio cuenta de que más que ayudar, estorbaban, los puso a practicar el Padrenuestro para que puedan decirlo sin equivocación al servir el almuerzo.

El problema era que cada vez aparecían más detalles que arreglar, y cada solución parecía generar un problema mayor. Primero se remplazó el fluorescente de la entrada y el cambio obligó a reparar el cableado, luego un vecino ofreció una mesa más grande para los invitados, la familia y dos o tres sitios adicionales por si acaso, pero resultó que la mesa no podía entrar por la pequeña puerta de la casa, el perro fue amarrado con una correa fuera de la casa, pero empezó a aullar lastimeramente. Las preguntas iban y venían con todos los que ayudaban ¿Era verdad todo aquello del sueño? ¿Sería bueno poner imágenes religiosas en la pared? ¿Dios vendría solo o traería a su hijo? ¿El ángel que se le apareció en sueños vendría también? ¿Tenía una Biblia en buen estado que pudiera colocar en la mesa? ¿Servirían cerveza con la comida o vino?
Los arreglos duraron hasta tarde en la noche, pero al final todo quedó listo. Los parientes que habían sido llamados durmieron en donde pudieron dentro de la casa para poder estar desde temprano al día siguiente. No todos creían en lo de la visita divina, pero tampoco iban a desaprovechar la ocasión de una comida.
En la mañana el desayuno fue largo y con los parientes, cada quien tratando de imponer su criterio en cuanto a lo que ocurriría. El más joven de los hermanos de la señora insistía en que contaría sus famosos chistes colorados solo para ver si Dios se reía de ellos. Uno de los cuñados trataba de convencer al dueño de la casa de que sería conveniente hacer pedidos al ilustre visitante, de lo mucho que necesitaban un año de buenas cosechas, en que los animales parieran mucho, y que les den buenos precios por ellos. Pide también algo para ti, no seas tonto, dile que te haga rico, interrumpía su esposa.

Al legar la hora del almuerzo, la señora indicaba por enésima a sus hijos que debían portarse bien, que no debían pelearse en la mesa, que debían comer toda su comida, agradecer al terminar, que debían, en fin, portarse como nunca se habían portado en su vida. A eso de las dos de la tarde, el dueño de la casa ya estaba cansado de responder que el ángel no le había indicado la hora exacta en que llegaría Dios, de salir a la puerta ante todo el grupo de vecinos para decir que Dios no había llegado todavía y que no sabía a qué hora vendría. Tuvo que espantar al tipo que trató de leerle la Biblia el día anterior, que había traído a un grupo que intentaba colocarse en la puerta para cantar canciones religiosas, repartir revistitas y trataba de convencer a los demás vecinos de que solo ellos eran los verdaderos cristianos. A las cinco de la tarde, cuando todos estaban ya cansados de esperar de pie, los niños estaban más incómodos que nunca a causa de la ropa almidonada y de las constantes reconvenciones de la madre para que no se despeinen, decidieron almorzar ligeramente, no sea que Dios vaya a llegar para la cena en lugar de para el almuerzo. La familia insistió en que el chancho no tendría igual sabor y debían comérselo todo, en caso de que Dios no viniera.
Ya era tarde en la noche cuando los vecinos que habían estado aguardando afuera de la casa empezaron a irse. Uno de ellos incluso tocó la puerta para burlarse diciendo que era Dios y que se había demorado en el tráfico. Hasta los hermanos de Renato, sus cuñados y sus respectivos hijos se fueron, después de agradecer la comida y la cena, aunque con una sonrisa burlona en los rostros. Al final, solo quedó el pobre hombre, su esposa y sus dos hijos, la misma familia que era antes de tener el sueño del ángel. Todo había salido mal, había descuidado su trabajo, se había convertido en la risa del pueblo, había pedido muchas cosas prestadas que tenía que reponer o devolver. El único consuelo que tenía era que había hecho lo que le parecía correcto a pesar de todo, y que si todo sucediera de nuevo haría todo de la misma manera. Este pensamiento le tranquilizó lo suficiente como para para dormir sin culpas esa noche. Para entonces estaba tan cansado que creyó que ya no volvería a soñar, pero se equivocaba. 
Otra vez tuvo un sueño. Y el sueño era que estaba en su casa con su familia, tomando el desayuno del domingo, cuando oyó que golpeaban la puerta.

La señora abrió para ver que era Dios, disculpándose por la tardanza. No quedaba nada de la noche anterior, así que no le quedaba nada por ofrecer sino el pan que estaba comiendo. Dios lo aceptó con alegría y lo partió de modo que alcanzó para todos en la mesa. Así estuvieron compartiendo el pobre desayuno, conversando alegremente hasta media mañana, en que Dios, respetuosamente se levantó para despedirse. Toda la familia se quedó en la puerta viendo a Dios irse caminando, dejándoles una sensación de alegría en los corazones. El hombre despertó del sueño de pronto, sin comprender exactamente lo que había pasado hasta que trató de contar aquel sueño a su esposa. No fue necesario, como tampoco necesitó despertar a sus hijos para cantarles el sueño. Todos habían tenido el mismo sueño, todos habían desayunado, conversado y compartido con Dios ese día.

miércoles, 20 de febrero de 2013

El regalo de San Valentín



Llega el día de San Valentín y hay que regalar algo, ya sea por presión de los medios publicitarios, porque todo el mundo lo hace, para olvidar que el resto del año no se ha regalado nada, o simplemente porque se espera que uno lo haga. De cualquier modo, hay que salir a la calle a buscar algo, revisar las ofertas por internet, y preguntar a todos los conocidos si alguien sabe algo o tiene una buena idea de regalo.
Aun así, hay dificultades en el camino. He recibido hace unos días la carta previa avisando que no quiere que pase lo de los años anteriores. Maldita memoria de las mujeres, pienso al leer la última frase de la carta, que suena como una amenaza mortal: ¡NO MÁS PELUCHES! Ya me suena eso conocido al leerlo poco después como mensaje de texto, luego escucharlo como llamada telefónica y después personalmente al encontrarnos en el almuerzo. Siento un poco de pena por la tienda de peluches cerca a mi casa, que me tiene como a uno de sus mejores clientes y que este año no podrá pagar el colegio de sus hijos por culpa de esta prohibición.

Empiezo a pensar ahora en qué es lo que les gusta a las mujeres. ¿Peluches? No, eso me lo acaban de prohibir. Estoy seguro que no podré recurrir tampoco este año al lugar común de decir que la intención es lo que vale. Recuerdo esa vez que intenté escudarme en ese dicho y mi único regalo fue precisamente eso: una intención. La respuesta me duele aún en la mejilla cada vez que me río.

Sigo intentando ¿Peluches? Sería una buena idea si no fuera porque creo que algo me han dicho que no quería peluches o algo así. Los chocolates, el otro medio socorrido por los hombres con falta de imaginación, me causa miedo desde aquella vez en que le llevé unos bonitos chocolates en forma de corazón y la vi comerlos con tal avidez que me pareció una aterradora metáfora ver a una mujer destrozando y devorando el corazón de un hombre sin remordimiento alguno.

Debe haber otra forma de regalar a una mujer. ¿Peluches? Creo que no es una idea muy buena. Creo que algo me mencionó sobre que no quería peluches. Tal vez un ramo de flores. La florería, que está en temporada alta me desanima al querer cobrarme por un ramo de rosas como si quisiera venderme el jardín entero. Además, el tiempo en que he estado dudando ha hecho que ya todos los ramos estén reservados. Solo quedan algunas margaritas sueltas en mal estado. Descarto la idea.

Empiezo a pensar si no sería mala idea comprarle un peluche. ¿No me había dicho algo sobre los peluches? No puedo recordar si es que me había dicho si le gustaban o es que quería uno. También podría ser un perfume. Me asalta la duda si es que no pensará que sea una indirecta y que crea que yo opino que huele mal y necesita un perfume. Veamos: Jennifer Lopez, Shakira , Emma Watson, Kate Winslet. Todas las estrellas de moda parecen tener su propio perfume. El único perfume que está dentro de mi presupuesto es el de Amy Winehouse, que parece que ya está un poco pasado porque huele a borrachera rancia. No sé si es porque Amy Winehouse ya está muerta hace tiempo o porque el perfume representa la vida agitada que vivió.

La hora se acerca y tengo que tomar una decisión. Compraré un peluche. Al pagar, siento una sensación extraña. Creo que ella mencionó algo sobre los peluches, pero no puedo recordar exactamente qué fue. Bien, una vez pagado y envuelto el regalo, me dirijo a nuestra reunión.

 Nuestra reunión no fue para nada como yo lo esperaba. En realidad, todo fue bien hasta que ella abrió el regalo. Allí empezaron los gritos, la histeria, y el pobre peluche volando en línea recta hacia la ventana más próxima. Yo solo pensaba en que no entiendo a las mujeres. Con todo lo que he pasado para encontrar un buen regalo ¿Cómo quiere que me acuerde que me dijo que no quería un peluche? Al salir del restaurante, me puse a reventar todos los globos en forma de corazón que encontré en el camino. Sí, esto también tiene valor como metáfora. 

domingo, 10 de junio de 2012

Feliz No-Cumpleaños


Hay días en que necesito un empujón para seguir avanzando en esta vida llena de trampas, donde al tonto lo toman por tonto y lo tratan como tonto. Así que he de solicitar a mis lectores que me feliciten, porque hoy es el día de mi No-Cumpleaños. Claro, este recurso no es nuevo y lo ha hecho popular el Sombrerero que tomaba el té con Alicia, pero yo también tengo derecho a usarlo, antes de que a algún publicista se le ocurra patentarlo para utilizarlo en alguna campaña de ventas a nivel nacional. 

¿Por qué celebrar el No-Cumpleaños? Porque sí. Y porque si queremos celebrar algo, este día es tan bueno como cualquier otro. Y más aún si, como ya dije antes, necesito a alguien que me levante la moral. Celebremos, pues, que he sobrevivido a varias cosas que hubieran hecho caer a varios que se creían más pintados que yo, que una fila de malos presidentes, malos políticos y malos funcionarios no ha podido derrotarme y hacerme claudicar. Celebremos que a estas alturas de la vida, ya he vivido más tiempo que Cristo, que Alejandro Magno y que Rimbaud. Más tiempo que Jim Morrison, John Lennon y Kurt Cobain. 

Celebremos mi No-Cumpleaños, aunque sea porque nadie conoce su futuro y quién sabe si por algún accidente no llegaré a mi próximo Si-Cumpleaños. Que el fin del mundo nos pille bailando. Aprovechemos que hoy, por increíble casualidad, también es el día de tu No-Cumpleaños, evento astronómico que vaya usted a saber cuándo ocurrirá otra vez. Celebremos que la botella ya está abierta y el vaso servido, celebremos que no hay otra cosa que celebrar, que ya se nos ocurrirán otras cosas por las que celebrar, y si no, celebremos solo por celebrar.
Celebremos para pensar que no tenemos problemas y que tenemos motivos para celebrar, que al final es por lo que celebramos todos. Celebremos mi No-Cumpleaños para decir que tenemos algo que celebrar. Cuando la gente nos vea y nos pregunte, diremos simplemente que estamos celebrando mi No-Cumpleaños.

Allá los que celebran para olvidar. Aquí celebramos para recordar que es mi No-Cumpleaños. Y que esta sea razón suficiente cada vez que necesite un empujón para seguir avanzando en esta vida llena de trampas, donde al tonto lo toman por tonto y lo tratan como tonto.
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