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domingo, 13 de febrero de 2022

Escoge tu tiempo



Estamos haciendo otra prueba de nuestra máquina del tiempo. Preguntamos a nuestro voluntario a dónde quisiera ir. Quería ir al tiempo de Jesús. No hay problema, le dijimos. Así, se convirtió en un pobre curtidor de cerdos cerca a Galilea. Regresó desencantado de la vida dura y el trabajo extenuante. Nos pidió otra oportunidad, quería ver la gloria del imperio romano. Llegó convertido en el esclavo de un panadero en Sicilia. Cuando volvió, se quejó de lo mal que lo había pasado, trabajando largas horas en el calor del horno. Nos pidió aún otro destino, el París del siglo XIX. Complacimos su deseo y se vio como un mendigo en la puerta de la Catedral de Notre Dame. Cuando regresó, furioso declaró que ya no quería tomar parte del experimento. Es que ser pobre es malo en cualquier época, y la gente no quiere vivir en otro tiempo, quiere vivir con comodidad en cualquier época.

domingo, 14 de abril de 2019

Tierras lejanas



Viajando en avión, y ya sin sueño que me ayude a soportar el largo viaje, me pongo a pensar en que siempre el hombre ha buscado en las tierras lejanas las maravillas que no encuentra en su propio hogar. A lo largo de la historia, siempre se ha hablado de tierras mágicas que pocos pueden visitar, haciendo nacer leyendas que en varios casos perduran hasta hoy.

En la antigüedad, los griegos y otros pueblos hablaban de Egipto como un país fantástico, donde el oro era tan común como la arena, donde podía encontrarse al ave Fénix y las esfinges eran monstruos que asolaban los pueblos. A su vez, en Egipto se hablaba del país del Punt, un reino que existía hacia el oeste, con grandes riquezas y en donde la gente era inmortal. Más tarde, se hablaba también de que en Nubia existía un gran reino habitado por gorilas.
En Europa, se hablaba de la India y sus maravillas, de sus grandes riquezas y construcciones, de los anímales que podían encontrarse allí. Las descripciones de la India en ese tiempo no eran muy diferentes de lo que se decía del reino perdido de la Atlántida. Tales eran las historias que Alejandro Magno emprendió la conquista y llevó cronistas en la expedición para registrar las maravillas que encontrara.

Con el tiempo, el mundo se fue agrandando y se descubrió la verdad de muchas de las leyendas. Los camellos y los elefantes dejaron de ser animales míticos, al mismo nivel que el ave roj y las arpías. Pero el hombre siguió buscando en la lejanía nuevas tierras fantásticas.
En la Edad Media, se hablaba de un reino cristiano en el corazón del Africa, gobernado por el Preste Juan, además del País de la Cucaña, en las montañas del Asia. El reino de la China era objeto de tantas leyendas que cuando Marco Polo lo visitó realmente y lo describió en un libro, muchos creyeron que eran más de las muchas maravillas que se inventaban en aquel tiempo.

Con el descubrimiento de las Indias, se popularizó todo un conjunto de descripciones de reinos llenos de oro y grandes construcciones. En América se volvió a hablar del Reino del Preste Juan, y de nuevos lugares como El Dorado, el País de la Canela, el Reino de Jauja, el País de Los Chunchos, el Paititi. Todos estos lugares tenían algo en común aparte de sus grandes riquezas: no habían sido visitados por los europeos. El único país que existía realmente y que incluso sobrepasó las leyendas que se contaban anteriormente fue el Perú. En ese tiempo las crónicas de viajes a tierras lejanas se convirtieron en un género literario, donde las descripciones reales se mezclaban con las invenciones. Shangri-La, las selvas al sur de las tierras antárticas se volvieron comunes en la literatura.

Hoy que el mundo ya ha sido conquistado, cuando ya no nos quedan reinos lejanos por inventar, hay todavía quien sueña con lugares inaccesibles y maravillosos. Hasta el siglo XIX se hablaba muy seriamente de las civilizaciones que existían en el lado oculto de la luna, y hoy se puede encontrar en internet sobre gente que habita en el interior de la tierra hueca, cuyo orificio de entrada está en otro lugar inaccesible, que es el polo norte. Siempre hemos buscado lo maravilloso en tierras lejanas, y soñado con ser los primeros en llegar, tal vez esa sea la razón de todos los viajes.
Y lo digo yo, que vivo en uno de esos países maravillosos a los que llegan los turistas en busca de la verdad de las leyendas que han escuchado.

sábado, 23 de marzo de 2019

Historia en un aeropuerto


Un aeropuerto es por definición, el lugar donde ocurren todo tipo de historias. Separaciones, reuniones, tránsitos, esperas, rutinas y sucesos extraordinarios pueden ocurrir en cualquier momento, contando con los ingredientes emocionales, legales, o políticos para ello. Solo uno de ellos contaré hoy aquí.

Entre toda la gente que se afana en la cola del registro, se podía ver ese día a los que llevan varias maletas y luchan para que la improvisada torre que han hecho con ellas no se desplome y se caiga. Otros tratan de distraerse mirando su celular. Otro más vigila siempre aprensivo la maleta, temiendo que desaparezca y avanzando con cada milímetro que le permite la cola. Por mi parte, yo miraba el reloj cada 30 segundos, volviendo a verificar el horario de mi vuelo, no sea que un extraño agujero negro absorba el tiempo y me haga perder el vuelo. Entre todos, pasan oficiales verificando que todo está en orden, y un policía con un perro de raza mezclada, pero algún visible ascendiente de pastor alemán, pasea y de vez en cuando dedica un completo olfateo a una maleta escogida al azar por su dueño. Debo confesar que me sentí algo aprensivo cuando tocó el turno de mi propia maleta. Muchas historias de encargos que resultaron contener sustancias ilegales he escuchado, y a pesar de todas las precauciones, nunca se sabe. Afortunadamente mi maleta pasó el examen y el perro ni siquiera hizo comentario alguno sobre los sobres de crema de ají y las botellas de pisco que llevaba. Pero a otro de los pasajeros no le ocurrió lo mismo. Cuando empezó con el examen olfativo, el perro, hasta ese entonces muy vivaz y concentrado, bajó las orejas y entró en un estado de melancolía, sollozando desconsoladamente. Hasta donde yo he sabido, cuando un perro encuentra droga ladra fuertemente y avisa a su dueño, pero ponerse a llorar no estaba dentro de las instrucciones de lo que se hace con un perro policía en el aeropuerto.

El oficial estaba a la vista tan sorprendido como yo, porque se quedó impávido observando un espectáculo de tristeza que me gustaría mostrar a todo aquel que diga que los animales no tienen sentimientos. Cuando empezaron los aullidos, el asunto se salió de control. El pasajero insistía en que no procedía ser llevado a la oficina de control y el oficial no podía dar una razón válida para hacerlo. Otro perro fue traído para una revisión que se repitió dos veces sin resultados anormales. Luego el primer perro hizo una nueva revisión que renovó su llanto. El pasajero fue llevado finalmente al control del aeropuerto, para una revisión más exhaustiva, pero que no duró mucho, porque vi al pasajero poco después en la sala de espera. No pude resistir la tentación de acercarme a preguntar qué había pasado. El pasajero me dijo que en la oficina le hicieron abrir la maleta y sacar todo, trajeron a un tercer perro, posiblemente el más calificado para encontrar drogas, que hizo un olfateo minucioso de las pertenencias sin resultado alguno. Tras unas sinceras disculpas, el pasajero fue dejado ir sin más castigo que la difícil labor de meter nuevamente todas sus pertenencias en su maleta. Mientras me narraba su aventura, uno de los oficiales con su perro se acercó un poco, dudando entre si acercarse a nosotros o dejarnos tranquilos. Al final, decidió tomar otra ruta, pero sin quitarnos la mirada.

Durante el resto del viaje me quedé pensando qué habría pasado. ¿Algún olor le habría recordado al perro algo de su difícil pasado? ¿Sería acaso que el pasajero sin saberlo tenía relación con el antiguo dueño del perro? ¿Alguna marca de perfume está provocando este tipo de reacciones en animales, como se dice que ha pasado antes?

Termino aquí mi historia, sin un final, porque nadie sabe lo que realmente pasó, y el único que podría decirnos lo sucedido no puede hacerlo. Porque lo que indiqué al comienzo no es cierto, un aeropuerto no es un lugar en donde las historias ocurren, las historias aquí no empiezan ni acaban, el aeropuerto solo es el escenario de uno de los capítulos, uno que solo casualmente podemos ver.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Mapas


No ha sido suficientemente reconocido en el mundo el bien que han hecho a los soñadores los mapamundis. Mirando un mapa uno conoce realmente dónde está. Y si el mapa es lo bastante grande y abarca todo el planeta, nos pone en perspectiva al ver lo pequeño que es nuestro propio país, o el sitio al que llamamos hogar. Mi pueblo, por ejemplo, casi nunca aparece en el mapamundi, sólo en aquellos enormes y detallados. Tener un mapa en la pared también da un concepto de grandeza de nuestro planeta que es imposible de obtener con los mapas que se pueden encontrar en la computadora.

Cuando era pequeño mi padre compró un enorme mapamundi que colgamos en una pared. Ahora comprendo el porqué a tanta gente la simple visión de un mapa despierta el deseo de viajar y conocer aunque sea un poco de todo eso que vemos. Recuerdo que pasaba largos ratos contemplando los nombres en el mapa, preguntándome el significado de ellos. Veía países grandes y pequeños, desconcertado ante el hecho de que un país tan pequeño como Israel pudiera aparecer con tanta frecuencia en las noticias, en cambio un país tan grande como Mongolia no apareciera nunca.

También ver las líneas del mapa me llevó a errores que sólo corregí después de años. Vi una línea que decía “Trópico de Cancer” y luego encontré otra parecida que decía “Trópico de Capricornio”. En algún lugar, pensaba, debe haber un “Trópico de Aries”, un “Trópico de Tauro”, y así sucesivamente. Una navidad busqué Belén en el mapamundi y no lo pude hallar en donde creía que lo podría encontrar, así que seguí buscando en otros lugares. Encontré “Belem” e imaginé que ese era el lugar en el que nació Jesús. Tarde varios años en quitarme la convicción de que Jesús era brasileño y que Belén no estaba en Brasil. Los cambios de horario fueron otro concepto que no podía entender. No podía imaginar cómo sería vivir en lugares donde la noche era día y el día era noche. Y cuando me hablaban de los “países más adelantados”, pensaba en que eso se debía a que esos países nos llevaban algunas horas de adelanto.

En ese mapamundi aprendí también que los mares podían tener varios colores. Encontré el Mar Rojo, el Mar Amarillo, el Mar Blanco y el Mar Negro. Cuando encontré también el Mar Caspio, me pareció lo más natural pensar que el Caspio era un color que yo aún no conocía. Motivo de confusión para mí fue también leer en los libros que leía entonces menciones a “los siete mares”, y al buscar y contar en el mapa no lograr que la cuenta coincidiera. Contaba océanos y mares, y obtenía más de siete. Contaba de nuevo agregando otros como el Ártico y el Antártico, además de otros mares más pequeños, y obtenía más de siete. Muchas cuentas hice sin lograr el resultado deseado, hasta darme por vencido y considerar los siete mares como una leyenda, una licencia poética o una historia como las de los libros que leía.

Otro de mis pasatiempos era trazar recorridos. Si tuviera un auto o una moto, podría recorrer país por país hasta llegar a Estados Unidos, por ejemplo. Pero aquí tropezaba con un problema: ¿Cómo atravesar el Canal de Panamá? Por esa razón, y solo por esa, deseché para siempre la idea de viajar como veía hacerlo a turistas que recorrían los caminos en pantalones cortos y enormes mochilas.

Más tarde, conocí en la escuela los globos terráqueos. Era esta otra forma de ver el mundo. Los globos son más pequeños, y al ver uno en mi salón de clases de repente me di cuenta que viajar por los océanos era bastante más fácil de lo que pensaba al ver el enorme mapamundi de mi casa. Por alguna razón, le prestaba mayor atención a los mares que a los continentes, al contrario de lo que ocurría en mi casa. Y me interesé en el concepto de las antípodas. ¿Cuál sería ese lugar por donde yo saldría si cavara un agujero que atravesara la tierra? Confieso que me sentí un poco decepcionado al ver que las antípodas de Lima no había ciudad alguna, es sólo un punto del Océano Índico, a cientos de kilómetros de la India. No encontraría nunca a mi igual que vivía al otro lado del mundo. Me quedó, sin embargo la nota mental de que si quería ir al lugar más lejano posible, la India sería el sitio indicado. Y lo recordaría años después cuando un amigo mío cumplió ese mismo sueño en un viaje místico cuando terminamos el colegio.

Ahora tenemos el Google Earth y los mapas en el celular que me indican el camino a seguir, y a pesar de ello, me sigo perdiendo al tratar de llegar a un lugar que no conozco. De todas maneras, creo que eso le quita aventura al viaje, que más de una vez me ha llevado a algún lugar maravilloso que no estaba en mis planes. Caminante, se hace camino al andar.

jueves, 1 de octubre de 2015

Lugares irreales



Hay tiempos en que alguien quiere escapar, ir a cualquier lugar remoto del mundo, donde no tenga que explicar nada a nadie, y donde tampoco tenga que vivir dentro de la realidad. Es entonces cuando empieza a sacar la cuenta de los lugares irreales que hay en el mundo, encontrar el País de la Canela, Shangri-la o al menos Ophir o la Ínsula Barataria. La tarea no es fácil. Buscando los lugares escondidos de los viejos Atlas de geografía encontramos que Hamelin, el lugar de donde salió el flautista a combatir a las ratas, es una pequeña villa en Alemania, el famoso Macondo es en realidad la ciudad colombiana de Aracataca. Xanadú existe en realidad y el turista puede visitar sus restos en el Japón. Incluso la Atlántida es una isla griega llamada Thera, en donde se pueden visitar las ruinas de su ciudad principal.

Sin embargo, a pesar de que pareciera que todo está descubierto y que ya no quedan lugares desconocidos, todavía hay sitios sin nombre a donde solamente llega quien ha perdido el camino, y al que solamente se conoce por referencias, por leyendas que cuentan otros viajeros, por historias fantásticas que cuentan otros Marco Polos de os lugares irreales.

Erase en un lugar de mi país un lugar al que llamaban la morada del silencio, un lugar donde no se escucha ningún ruido del mundo exterior, donde existía un silencio ensordecedor, tal que en ese lugar hablar tenía mucho de sacrilegio, todas las palabras se escuchaban deformadas y horribles, pasar mucho tiempo allí hacía que la gente empezara a tener visiones del pasado, presente y futuro, en donde muchos de los que salieron de aquel silencio perdieron la facultad del habla durante días y semanas. Los pobladores de las cercanías advierten al visitante contando las historias de aquellos que perdieron la razón después de haber pasado demasiado tiempo allí.

No menos ignoto es aquel lugar en donde en ciertas épocas del año ocurre lo que los habitantes del valle cercano llaman “la oscuridad blanca”.  Es esta una especie de meseta en donde, después de una nevada, baja una neblina de las montañas que cubre todo y no deja ver sino una blancura infinita que hace que los caminantes estiren los brazos y vayan a tientas como los ciegos, como quien camina en la oscuridad absoluta. No han sido pocos los caminantes que se han perdido en esa blancura que hace perder la noción de norte y sur, de izquierda y derecha, de arriba y abajo. Sin referencias, es imposible caminar en línea recta o seguir una dirección, hasta que tropiezan con algún árbol o una piedra, o hasta que caen en alguno de los barrancos del valle.

En lo alto de las montañas está el camino de  los dos soles, que va subiendo desde el último pueblo, y en donde las mañanas de invierno las nubes que se posan sobre el valle reflejan la luz del sol haciendo que se vean dos soles en el horizonte.

En aquel remoto pueblo es fama aquel recodo del río a donde la gente va a bañarse en el verano y a pasear en invierno, donde se dice que aquel que beba de las aguas del río no volverá a su hogar y se quedará. Como prueba muestran al visitante la cantidad de gente del pueblo con ojos azules y verdes, hijos y nietos de viajeros que no creyeron en la advertencia y se quedaron para siempre en el pueblo y vivieron el resto de sus vidas en la tranquilidad de una familia lejos de la civilización.

Como estos, hay otros lugares irreales donde la gente duerme sin tener sueños, donde la gente espera la caída de los rayos, pues se dice que estos marcan la ubicación de tesoros escondidos, la laguna en donde en las noches de luna puede verse en el fondo el castillo construido hace siglos y que fuera sepultado en el agua a causa de la soberbia de su dueño.


En uno de esos lugares han de encontrarme pronto, así que no me extrañen en mi ausencia.

domingo, 26 de octubre de 2014

Eurocentrismo

El turista salió del hotel, dejó la copa en el plato que le sostenía el mozo y empezó su caminata hacia el bus amoblado. Su guía, un joven de ojos despiertos, piel cobriza y mejillas quemadas por el frío que le delataba como uno de los habitantes de la zona, le indicó el camino, acción innecesaria ya que solo había un corto camino hacia el bus.  Por aquí, su excelencia, le dijo. El turista no supo decir si el tratamiento de “Excelencia” era dado a todos los turistas VIP, o si se trataba de una burla al verlo vestido con pantalones cortos y blancos, botas de media pierna y sombrero blanco de ala ancha. El atuendo había ya causado otras sonrisas condescendientes en el aeropuerto entre otros turistas vestidos con ropa deportiva y los locales de polo y blue jeans. Su ignorancia del español le impidió entender los comentarios, aunque pudo distinguir las palabras “safari” y “África” mientras lo observaban.

Mientras el bus hacía el recorrido por la carretera asfaltada hacia el parque arqueológico, sacó la cámara para fotografiar el camino, como una forma de librarse de la cháchara del guía y los demás pasajeros, incluyendo su esposa y sus dos hijos. No le importó interrumpir al guía para preguntar, casi en tono de reclamación. “¿Dónde están los nativos?”. El guía le señaló sonriente a un grupo de personas que iba por el camino. “No, no, trajes típicos”. “Cuando lleguemos”, fue la respuesta.

Al llegar a la entrada, con la cámara lista, solo encontró a una señora con traje multicolor que se dejaba tomar fotos con una llama. “A picture? Just three dollars, Mister”.  Se sintió estafado, más que por el precio de las fotos, por los empastes dentales de oro y el celular que contestaba la señora entre foto y foto.


Ya en las ruinas, volvió a quejarse con el guía. “Nos prometieron un tour exclusivo, ¿Qué hace toda esta gente aquí? El guía trató de explicar eso no significaba que cerrarían todo el complejo para recibirlos a ellos, de las dificultades de la temporada alta, y que esas cosas ya no se hacen, por muy importantes que fueran los visitantes.
“No estoy acostumbrado a estas cosas, ¡Yo pertenezco a la nobleza!” – “¿Acaso desciende de reyes? Yo sí” – les respondió el vigilante.
El turista le miró de arriba abajo con desprecio, disimulando la sorpresa de escuchar a un vigilante hablando inglés. “Mi apellido es Yupanqui, al igual que uno de los últimos incas”. – “Así que por favor compórtese dentro del complejo” - agregó, con tono de terminar la discusión.

Afortunadamente, la vista de las ruinas incaicas lo dejó sin palabras. Enormes muros hechos de piedras gigantescas de forma geométrica, y unidos sin argamasa dejaban a las más sólidas construcciones europeas como obras primitivas. Fiel a sus conocimientos de historia, pensaba que un castillo hecho de esa manera en Europa hubiera sido inexpugnable ante un sitio y hubiera soportado ataques de catapultas e incluso balas de cañón. Miró nuevamente al guardián, a su guía y a las señoras de trajes típicos y su llama, incapaz de conciliar su aspecto con la capacidad de construir paredes tan magníficas.


“¿Cómo se hicieron estas paredes?” El guía respondió que las técnicas exactas se han perdido, y cómo los arqueólogos tienen teorías sobre el transporte y el pulido de las piedras hasta hacerlas encajar. Explicación inútil, simplemente era imposible que nativos que, estaba seguro, habían dejado hace pocos años las plumas y los taparrabos y los arcos y flechas, hubieran podido hacer estas paredes. Tenía que haber una explicación, tal vez los masones o los templarios se habían refugiado en estos lejanos lugares huyendo de la persecución, los constructores del templo de Jerusalén, quizá los egipcios hallaron la forma de atravesar siglos y océanos para llegar aquí para hacer esas construcciones. Pero no, estos edificios no se parecen a ninguno en Europa o Asia.


Al llegar al hotel en la noche, el turista escribe en su laptop sus impresiones del viaje: “He visitado hoy las ruinas incas. Los nativos se han extinguido y solo quedan disfrazados de occidentales. Las construcciones son claramente obra de extraterrestres”.

lunes, 6 de octubre de 2014

Yo, exótico


Vivo, como más de uno habrá notado en mis posts anteriores, en el Perú, país que en otros sitios evoca un lugar lejano y exótico. Y ahora que estoy trabajando en un lugar al que acuden muchos turistas, el sentimiento de que vivo en un lugar que otros consideran extraño y especial se acrecienta, dejándome en la duda de si vivo realmente en un lugar mágico o si es solamente que como lo veo todos los días no es más que un sitio común y corriente para mí.

Esto significa que la tengo difícil a la hora de las metáforas y frases hechas provenientes de la cultura europea y norteamericana, que ahora pasa como “globalizada”. El “Vale un Perú” de los franceses está bastante devaluado para mí, si es que considero lo que gano de sueldo. Eso que veo en la películas que cuando alguien quiere escapar lo más lejos posible, menciona regularmente al Perú como destino. Esto nos hace difícil tener un lugar en el mundo a dónde escapar, pues es sabido que no importa a qué escondido lugar del planeta vaya uno, siempre encontrará a un peruano.

Y es que lo que los europeos consideran como un destino exótico es mi casa, por lo tanto, para mí tal destino no es exótico. Para mí los países exóticos son lugares como Hungría, Azerbaiján o Rumania.
En cuanto a la gente, para nosotros las razas exóticas son los rubios de ojos azules. Una vez salí con mi cámara a tomar fotos a los turistas, y cuando me preguntaron por qué, respondí que ya que los turistas gustan de tomar fotos a los nativos, no veo por qué yo no podía tomarle fotos a los extranjeros. Lo que me sorprendió fue que mis compañeros, en vez de refutar mi lógica, reaccionaron negando la idea de que nosotros fuéramos los “nativos”, pensando que esa palabra solo aplica a los salvajes que llevan arco, flecha y visten con taparrabos.

La geografía de los sueños y las concepciones está cambiada o totalmente invertida para nosotros los peruanos. El Lejano Oeste aquí resulta ser el Lejano Oriente, pues en esa dirección no tengo sino el Océano Pacífico que llega hasta China. Aunque he cumplido el sueño de muchos europeos de los siglos pasados, no me siento especialmente afortunado por haber estado en Jauja, que no es un país, sino una ciudad, de donde provienen, por añadidura, algunos amigos míos.

Mirando un mapamundi, me doy cuenta de que a diferencia  de ingleses y norteamericanos, el “Down Under” para nosotros no sería Australia, sino Chile. Y a diferencia de que lo que dicen los libros, poemas y películas hechas en el otro hemisferio, para nosotros, las aves no vuelan al sur en el invierno. Vuelan al norte.

Buscando en los libros y mapas de mi país puedo, sin embargo, encontrar algunas metáforas. Desde mi casa en Lima puedo tomar un autobús que me lleve a La Victoria, que resulta ser un barrio en el centro de Lima. Si quiero llegar a La Libertad, que es una región al norte de mi país, puedo hacer un viaje largo en bus o tomar un avión que me llevará en una hora. Supongo que a muchos europeos les sorprendería saber que un viaje a La Victoria o a La Libertad implican tan poco esfuerzo.

Tal vez, después de todo, tenga que aceptar que el exótico soy yo.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Cambio climático


En está semana, todo el mundo está hablando del cambio climático.  Extrañamente, nadie ha pedido mi opinión hasta ahora.  Tal vez porque las respuestas que doy son irrebatibles, irrefutables y ultimadamente tontas. Ignoran los que buscan una opinión autorizada que yo conozco el tema a profundidad, como que esta semana he vivido más cambio climático que muchos de los científicos que se reúnen en la ONU. Paso a explicar.

Vivo, como muchos saben, en el Perú, donde uno puede cambiar de clima con solo recorrer unos pocos kilómetros en auto. Por añadidura, esta semana empieza la primavera, lo que significa que no tengo la menor idea del clima que va a hacer. En la lotería del tiempo, te puede tocar frío, calor, lluvia, viento, o todo ello junto. Y justamente fue eso lo que me pasó a raíz de mi viaje de descanso del trabajo.

Empecé mi periplo en una localidad cercana al Cuzco, donde estoy trabajando. En estas zonas de semi altura y semi selva, las estaciones están trastocadas, al punto que la gente del lugar considera que solamente hay dos temporadas: la época seca y la época de lluvias. Lo que en un país decente y organizado sería el invierno, aquí tiene días de sol radiante. Por el contrario, en los meses en que por nuestra ubicación geográfica debería ser verano, el cielo se llena de nubes y llueve todos los días. A esto debo sumar que el cambio de estación me obliga a pensar que el cielo no se decide qué clima mandar o que Dios está haciendo zapping con el tiempo. En un minuto hace un sol quemante y al minuto siguiente se desata un viento frio que trae una lluvia torrencial. Así las cosas, nadie sabe qué ropa ponerse para salir. Sólo los más previsores llevan un equipo completo de camisas, casacas y abrigos para cubrir cualquier eventualidad, lo cual tiene también el inconveniente de tener que hacer el cambio en poco tiempo y varias veces al día.

Afortunadamente, yo pasé por unos días a otra locación, a unos 2000 metros sobre el nivel del mar, donde el clima es mucho más consistente y menos esquizofrénico.  Allí solamente hace un frío maldito en la mañana y en la noche, y un calor muy fuerte al mediodía. Como es lógico, acabé esos días resfriado, condición en la que llegué a Lima.
En Lima, aunque supuestamente era la semana de inicio de la primavera, el cielo seguía con su programación habitual de invierno. Sólo los que han conocido Lima en invierno saben cómo es de opresivo el cielo aquí. El sol se convierte en un pálido recuerdo, oculto por una capa de nubes de color panza de burro que dan al transeúnte la incómoda sensación de estar siempre caminando bajo techo. Además está la garua, esa lluvia tan fina que hace que la humedad atraviese los abrigos y los convierta en inútiles ante el frío limeño. A esta ciudad llegué y me quedé un día, a donde los paraguas son desconocidos y la lluvia no moja pero resfría, y las gotas que caen solo sirven para convertir las veredas en un barro pegajoso.

La última etapa de mi periplo, desde donde escribo esta crónica, me ha llevado hasta Ica, donde, más que inicio de la primavera, el clima parece de inicio del verano, con mucho sol y calor. Mi pobre cuerpo, después de todos estos movimientos, ya no sabe cómo reaccionar y el resfriado ha pasado a un estado de incertidumbre que me hace estornudar solo cuando me acuerdo.

¿Faltaba algún fenómeno climático por experimentar? Claro que si. Si el clima de Lima se caracteriza por la garůa, Ica tiene como marca registrada la "paraca". Esta es un viento fuerte que arrastra un polvillo fino que hace difícil la respiración del transeúnte y que hace disminuir la visibilidad a unos pocos metros. Así vuelvo a lo afirmado al inicio de este post, en cuanto al cambio climático soy ahora un experto. Haciendo resumen, en el lapso de una semana he pasado por sol radiante, frío seco, viento frío, lluvia torrencial, frío con humedad, garúa, nuevamente sol y la tormenta de arena que aquí llamamos paraca.

Esto sin duda me convierte en una autoridad en esto del cambio climático. ¿Y nadie me pide mi opinión sobre el tema? Vamos, si no nos llaman a los que sabemos, poco vamos a hacer para solucionarlo. Aprovechen, porque la próxima semana ya estaré hablando de otro tema tonto y la oportunidad se habrá perdido.

jueves, 15 de mayo de 2014

Sobre puntos y líneas


En  mi último viaje pasé un tiempo en los campos cartesianos. En visitas anteriores solamente había tenido contacto con los puntos. Ellos son muy precisos y puntuales, aunque algo aburridos. Solamente se quedan en un sitio sin moverse, y ese es el lugar donde pasan el resto de sus vidas. Por eso algunos los admiran por su constancia. Son confiables, uno siempre sabe dónde encontrarlos.
Ahora, en esta nueva visita, he ganado la confianza de los puntos, y he podido pasar al lugar en donde viven las líneas. Hay quien dice que las líneas no son más que muchos puntos que han decidido unirse y vivir juntos.
A primera vista en plano de las líneas parece algo desordenado, pero luego uno empieza a notar el orden entre ellas y a distinguir unas líneas de otras.
Así conocí a líneas paralelas, que viajan acompañadas unas de otras. No saben hacia dónde se dirigen, y se les olvidó de dónde vienen, pero saben que nunca estarán solas. A veces se miran sin decir nada, a veces se hablan… y siguen adelante.
Vi también líneas perpendiculares, que un día se cruzaron y no se volvieron a ver más, pero jamás se olvidaron.
Aprendí a distinguir a las líneas rectas, siempre con la misma actitud. Vulgarmente llamadas cabezotas. También a las líneas quebradas, que no saben lo que quieren, son indecisas, no pudiendo uno fiarse de ellas. Cuando se las necesita… nunca están.
Muchas otras conocí: líneas tangentes, que se tocan, se perciben, pero deben seguir caminos distintos. No se detienen por nada ni por nadie.
Un poco de pena sentí por las líneas espirales, que extrañando el tiempo en que eran puntos, dan vueltas alrededor de su inicio, sin darse cuenta de que se alejan cada vez más de su origen en cada vuelta.
Por último me presentaron a los snobs entre las líneas: las parábolas y las hipérbolas, orgullosas de su linaje matemático.
Me despedí de los campos cartesianos conociendo un poco más de las líneas y sus sueños de algún día unirse y convertirse en triángulos, cuadrados, estrellas y círculos. Tal vez la próxima vez.


Antes de que alguien me demande por daños y perjuicios o por apropiación ilícita, la decencia, esa virtud tan tonta, me obliga a declarar que este pequeño relato está descaradamente plagiado de un post que encontré vagando por los vericuetos de internet, cuyo original podrán encontrar aquí:
El cual es un blog en donde el lector casual puede encontrar buenos posts, así como yo encontré este que me sirvió hoy de inspiración. 

domingo, 15 de diciembre de 2013

La ventanilla del avión


Estoy sentado en el asiento de ventanilla del avión, y en este momento me pregunto si esta fue una buena elección, porque este vuelo se hace de noche. Debe ser la costumbre mía de siempre querer ver hacia donde voy, ya sea en carro, bus, tren o avión.

Para tranquilizarme me pongo los audífonos y pongo mi reproductor de mp3, lo que también me hace sentirme un poco anticuado, junto a una chica que esta viendo una serie en su IPhone.Mi mp3 tiene un sentido del humor algo retorcido. Pudo haberme puesto "Come fly with me", pero no, su mejor elección es "Space Oddity" de David Bowie. "Check ignition and may gods love be with you".
Lo ultimo que necesito ahora es que me digan"Ground control to major Tom, your circuits dead, there's something wrong", que algo sale mal y nos quedamos flotando en una lata alrededor de la luna.Como siempre me ocurre en estos casos, aparecen paranoias relacionadas con alguna película.

En la sala de espera, mientras espero la llamada para abordar, observo a un alegre grupo de jóvenes. De pronto, uno de ellos empieza a gritar "¡Vamos a morir!" Pronto dos guardias de seguridad reducen al joven y lo sacan para que no haga publicidad negativa a la aerolínea.

Una vez sentados, puedo ver a lo lejos las llamas de un avión que estalló al despegar. Menos mal que el joven que gritaba iba en otro vuelo, pienso. De todas maneras estoy vigilando desde mi ventanilla que el motor de mi lado no explote en pedazos. y si lo hace, seré el primero en enterarme y en avisar a la tripulación. Ya en el aire, mientras trato de explicar a un turista que en realidad se puede vivir feliz en un país donde no hay Nutella, miro casualmente por la ventanilla y veo una nave espacial que nos sigue. No se preocupe, esto pasa todo el tiempo, me dice el turista.

Me traen los snacks después de limpiar el piso de serpientes que alguien ha soltado. Algún chistoso logró pasarlas por la aduana, seguramente. Aprovecho para preguntar a la azafata: Dígame, ¿Estos aviones se estrellan con frecuencia? - No, solamente una vez - Me responde con una sonrisa.

Mas tarde, mi vigilancia desde la ventanilla rinde frutos por fin. Puedo ver a un ser extraño, un monstruo con cara de gremlin destruir uno de los motores. Oiga, azafata, estamos en peligro. No hay peligro, no se preocupe, me responde mientras se pone el paracaídas. El piloto anuncia por los altavoces que el avión ha iniciado el descenso, y que llegaremos a tierra en exactamente 35 segundos, y que este será un poco fuerte, ya que hemos perdido todos los motores. Esta es una grabación, dice el piloto, que fue el primero en saltar. Cualquier consulta, comentario o último deseo, la caja negra les escuchará gustosamente.

Ya estoy planificando nuestra vida como náufragos en una isla misteriosa manejada por una siniestra organización, cuando escucho una voz por los altavoces pidiendo disculpas por el retraso y anunciando que por fin podremos despegar.Había sido un buen sueño después de todo.

martes, 10 de enero de 2012

Pronto, la máquina del tiempo

Después de mucho estudiar los incontables teoremas de la física de los cuerpos infinitos y de meditar sobre la flexibilidad del tiempo y el espacio, completando los acertijos que plantea la teoría de la relatividad, he logrado al fin completar la máquina del tiempo.

Las pruebas hasta el momento han sido satisfactorias. Hemos logrado el éxito al transportar un plato de camarones al pasado, para evitar que se eche a perder antes de la recepción a nuestro financista. Hemos desarrollado también tres modelos de máquina del tiempo. La versión Silver tiene un rango sólo hasta 2 siglos hacia atrás. La versión Premium ofrece un rango de 2000 años hacia atrás y 20 años hacia adelante. Varios integrantes del focus group que probaron esta versión salieron decepcionados en las pruebas, ya que querían viajar a los años en que Jesús predicaba, sin caer en la cuenta que pocas etapas de la historia hay tan aburridas como el año 33 d.c. en el Perú. Por esta razón, el modelo Platinum ofrece además la opción de desplazamiento en el espacio y traducción automática de lenguas muertas, para aquellos a los que se les dificulta el arameo antiguo.

Ya estamos organizando la estrategia de ventas, con el slogan “No esperes que lleguen tiempos mejores, viaja hacia ellos”. Como estrategia de mercado, y mientras se termina de implementar nuestra planta de producción, estamos ofreciendo paquetes selectos de viajes en el tiempo.
Tenemos el paquete de turismo temporal “Luna de Miel”, orientado a enamorados. Consiste en un viaje a 15000 años atrás a las costas del Perú. No hay playa más exclusiva que esta. Literalmente no encontrará a nadie y tendrá toda la costa de un continente a su disposición. Para los más aventureros, tenemos el paquete “Todo tiempo pasado fue más violento” con viajes a épocas de guerras y violencia. Incluso nos hemos tomado la libertad de tomar algunas épocas aburridas de la historia e intervenir para hacerlas más movidas. Esto sí es turismo de aventura, y no lo que ofrecen otros.
Para los ejecutivos, tenemos un paquete de viajes de negocios diseñado especialmente para aquellos que gustan de hacer negocios. Se trata de viajes a aquellas épocas en que todo estaba más barato. Las pruebas indican que sobre todo las señoras se emocionan hasta las lágrimas al viajar al tiempo en que el kilo de naranjas estaba a 10 centavos.
Tenemos también paquetes de turismo musical hacia los años 60 para escuchar a The Doors, Jimi Hendrix y otros. Este paquete ha tenido tanto éxito que hemos determinado que el concierto de Los Beatles en el Shea Stadium en el 66 fue un fracaso, y que en realidad la mayoría de los asistentes eran en realidad viajeros en el tiempo.
 Por último, tenemos el paquete de celebridades donde podrá conocer a personajes famosos. Nuestro focus group ha regresado del viaje de prueba muy contento, después de tomarse fotos con Pachacutec y obtener autógrafos de Jack el Destripador.

Desgraciadamente, nuestro plan de comercialización ha sufrido un severo retraso. Un representante de un conglomerado multinacional logró infiltrarse en nuestro laboratorio de desarrollo, y pudo viajar en el tiempo para evitar que podamos inventar la máquina. Como consecuencia, hemos perdido toda nuestra información e incluso ha evitado que se nos ocurran las ideas que nos permitieron fabricar la máquina. Al llevarse los planos las fuerzas malignas han logrado construir otra máquina en un lugar secreto y no la piensan comercializar para evitar que otro haga lo mismo que ellos.
Sabemos que han alterado la historia para apropiarse de otros inventos como la impresora láser, los discos compactos y el control remoto. No obstante, seguimos con nuestro plan para reconstruir la máquina del tiempo, guardando la información con claves que no se nos ocurren todavía, y que podremos recuperar cuando la máquina funcione.

 Mientras tanto, deje pasar el tiempo, que después lo podrá recuperar.
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