jueves, 15 de mayo de 2014

Sobre puntos y líneas


En  mi último viaje pasé un tiempo en los campos cartesianos. En visitas anteriores solamente había tenido contacto con los puntos. Ellos son muy precisos y puntuales, aunque algo aburridos. Solamente se quedan en un sitio sin moverse, y ese es el lugar donde pasan el resto de sus vidas. Por eso algunos los admiran por su constancia. Son confiables, uno siempre sabe dónde encontrarlos.
Ahora, en esta nueva visita, he ganado la confianza de los puntos, y he podido pasar al lugar en donde viven las líneas. Hay quien dice que las líneas no son más que muchos puntos que han decidido unirse y vivir juntos.
A primera vista en plano de las líneas parece algo desordenado, pero luego uno empieza a notar el orden entre ellas y a distinguir unas líneas de otras.
Así conocí a líneas paralelas, que viajan acompañadas unas de otras. No saben hacia dónde se dirigen, y se les olvidó de dónde vienen, pero saben que nunca estarán solas. A veces se miran sin decir nada, a veces se hablan… y siguen adelante.
Vi también líneas perpendiculares, que un día se cruzaron y no se volvieron a ver más, pero jamás se olvidaron.
Aprendí a distinguir a las líneas rectas, siempre con la misma actitud. Vulgarmente llamadas cabezotas. También a las líneas quebradas, que no saben lo que quieren, son indecisas, no pudiendo uno fiarse de ellas. Cuando se las necesita… nunca están.
Muchas otras conocí: líneas tangentes, que se tocan, se perciben, pero deben seguir caminos distintos. No se detienen por nada ni por nadie.
Un poco de pena sentí por las líneas espirales, que extrañando el tiempo en que eran puntos, dan vueltas alrededor de su inicio, sin darse cuenta de que se alejan cada vez más de su origen en cada vuelta.
Por último me presentaron a los snobs entre las líneas: las parábolas y las hipérbolas, orgullosas de su linaje matemático.
Me despedí de los campos cartesianos conociendo un poco más de las líneas y sus sueños de algún día unirse y convertirse en triángulos, cuadrados, estrellas y círculos. Tal vez la próxima vez.


Antes de que alguien me demande por daños y perjuicios o por apropiación ilícita, la decencia, esa virtud tan tonta, me obliga a declarar que este pequeño relato está descaradamente plagiado de un post que encontré vagando por los vericuetos de internet, cuyo original podrán encontrar aquí:
El cual es un blog en donde el lector casual puede encontrar buenos posts, así como yo encontré este que me sirvió hoy de inspiración. 

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