Llega el día de San Valentín y hay que regalar algo, ya sea
por presión de los medios publicitarios, porque todo el mundo lo hace, para
olvidar que el resto del año no se ha regalado nada, o simplemente porque se
espera que uno lo haga. De cualquier modo, hay que salir a la calle a buscar
algo, revisar las ofertas por internet, y preguntar a todos los conocidos si
alguien sabe algo o tiene una buena idea de regalo.
Aun así, hay dificultades en el camino. He recibido hace
unos días la carta previa avisando que no quiere que pase lo de los años
anteriores. Maldita memoria de las mujeres, pienso al leer la última frase de
la carta, que suena como una amenaza mortal: ¡NO MÁS PELUCHES! Ya me suena eso
conocido al leerlo poco después como mensaje de texto, luego escucharlo como llamada
telefónica y después personalmente al encontrarnos en el almuerzo. Siento un
poco de pena por la tienda de peluches cerca a mi casa, que me tiene como a uno
de sus mejores clientes y que este año no podrá pagar el colegio de sus hijos
por culpa de esta prohibición.
Empiezo a pensar ahora en qué es lo que les gusta a las
mujeres. ¿Peluches? No, eso me lo acaban de prohibir. Estoy seguro que no podré
recurrir tampoco este año al lugar común de decir que la intención es lo que
vale. Recuerdo esa vez que intenté escudarme en ese dicho y mi único regalo fue
precisamente eso: una intención. La respuesta me duele aún en la mejilla cada
vez que me río.
Sigo intentando ¿Peluches? Sería una buena idea si no fuera
porque creo que algo me han dicho que no quería peluches o algo así. Los
chocolates, el otro medio socorrido por los hombres con falta de imaginación,
me causa miedo desde aquella vez en que le llevé unos bonitos chocolates en
forma de corazón y la vi comerlos con tal avidez que me pareció una aterradora
metáfora ver a una mujer destrozando y devorando el corazón de un hombre sin
remordimiento alguno.
Debe haber otra forma de regalar a una mujer. ¿Peluches?
Creo que no es una idea muy buena. Creo que algo me mencionó sobre que no
quería peluches. Tal vez un ramo de flores. La florería, que está en temporada
alta me desanima al querer cobrarme por un ramo de rosas como si quisiera
venderme el jardín entero. Además, el tiempo en que he estado dudando ha hecho
que ya todos los ramos estén reservados. Solo quedan algunas margaritas sueltas
en mal estado. Descarto la idea.
Empiezo a pensar si no sería mala idea comprarle un peluche.
¿No me había dicho algo sobre los peluches? No puedo recordar si es que me
había dicho si le gustaban o es que quería uno. También podría ser un perfume.
Me asalta la duda si es que no pensará que sea una indirecta y que crea que yo
opino que huele mal y necesita un perfume. Veamos: Jennifer Lopez, Shakira ,
Emma Watson, Kate Winslet. Todas las estrellas de moda parecen tener su propio
perfume. El único perfume que está dentro de mi presupuesto es el de Amy
Winehouse, que parece que ya está un poco pasado porque huele a borrachera
rancia. No sé si es porque Amy Winehouse ya está muerta hace tiempo o porque el
perfume representa la vida agitada que vivió.
La hora se acerca y tengo que tomar una decisión. Compraré
un peluche. Al pagar, siento una sensación extraña. Creo que ella mencionó algo
sobre los peluches, pero no puedo recordar exactamente qué fue. Bien, una vez pagado
y envuelto el regalo, me dirijo a nuestra reunión.
Nuestra reunión no
fue para nada como yo lo esperaba. En realidad, todo fue bien hasta que ella
abrió el regalo. Allí empezaron los gritos, la histeria, y el pobre peluche
volando en línea recta hacia la ventana más próxima. Yo solo pensaba en que no
entiendo a las mujeres. Con todo lo que he pasado para encontrar un buen regalo
¿Cómo quiere que me acuerde que me dijo que no quería un peluche? Al salir del
restaurante, me puse a reventar todos los globos en forma de corazón que
encontré en el camino. Sí, esto también tiene valor como metáfora.
Hahahaha
ResponderBorrarLindo
Saludos
El post es una pasada! Totalmente de acuerdo los peluches ya es un regalo tan tópico que incluso se aborrece jajajaja, un besazo
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