domingo, 30 de septiembre de 2012

Tres leyendas ocultas del rock


Casi regreso 
Algunos años después de fingir su muerte, el famoso artista quiso regresar. Pero había que hacer una prueba antes. Se inscribió en un concurso de imitadores suyos. Aunque pudo recordar algunos de los movimientos que lo hicieron famoso, gordo, viejo y cansado, no pudo siquiera clasificar a la segunda ronda. Derrotado, se fue pensando en morir, esta vez de verdad.


La reunión 
La reunión se llevó en el más estricto secreto. El lugar estaba vacío, a excepción de algunos instrumentos ordenados por teléfono con nombres falsos. Ni un testigo, ni una cámara, ni una grabadora. Ni siquiera sus esposas sabían de la cita de aquella tarde. Había tantas preguntas y tantas expectativas sobre su regreso que decidieron hacer una reunión secreta para saber si aún conservaban la magia que los había llevado al éxito. Una vez juntos, hubo un momento de tensa incertidumbre. Nadie sabía por dónde empezar. Alguien tenía que romper el hielo. El guitarrista empezó a tocar los acordes de un viejo rockabilly y todos lo siguieron. Por un momento parecía que todos volvían a ser los de antes, pero pronto empezaron a perder el compás, a tratar de imponer su estilo solista. Intentaron aún un par de canciones más, algunos de sus éxitos, pero fue inútil. Las letras ahora les parecían tontas y los acordes predecibles. Todos se detuvieron al mismo tiempo, exclamando casi al unísono “Ya no somos aquellos chiquillos”. Abandonaron el edificio convencidos de que la magia se había perdido para siempre, dispuestos a continuar con sus respectivas carreras y ahora sí, sin mirar atrás.


 El contrato 
Todo estaba listo para el gran regreso. Las entradas se habían vendido en poco tiempo y los ensayos iban viento en popa. Parecía que todo sería un éxito y ya se hablaba de una nueva gira, un nuevo disco y tal vez una película. Pero al llegar a su camerino, el artista encontró a un personaje esperándolo. “He oído que quieres regresar” le dijo sin más saludos. El artista no supo qué responder, paralizado de miedo. “¿Qué pretendías hacer? Tienes un contrato, ¿Recuerdas?” El extraño mostró un papel saliendo de un sobre. “Y el contrato se vence hoy. Yo cumplí con mi parte y tú debes cumplir con la tuya”. A la mañana siguiente encontraron el cadáver en el camerino. Los bailarines, técnicos y músicos se reunieron extrañados ante la repentina muerte. Solo uno de ellos opinó: “Parece como si el diablo hubiese venido a reclamar su alma”. Nadie le creyó.

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