Al igual que los compositores hacen diferente
tipo de música en piano, guitarra acústica o eléctrica, las historias que yo
escribo son diferentes de acuerdo a si son escritas con lápiz, lapicero o si
son escritas sobre el teclado de la computadora.
Desde hace tiempo, ya me había acostumbrado a
escribir en el teclado de la computadora, más o menos desde que empecé a
escribir en este blog, Con la práctica, lo he llegado a hacer bastante rápido,
y puedo escribir mientras estoy pensando. La consecuencia de esto es la
cantidad de tonterías que pueden leer cada pocos días, y que llegan casi sin
editar desde mi teclado. Ahora, por razones de mi trabajo, debo escribir
bastante fuera de la oficina o desde una laptop. Aquí la prisa es la que manda
y hace que las frases sean más concisas, aunque eso no impide que incluso los
informes técnicos que debo escribir tengan un cierto tinte literario en su
redacción, que afortunadamente tiene aceptación entre los que trabajan conmigo.
Como decía, ahora debo tomar apuntes en mi
cuaderno con un lapicero que se resiste a escribir con facilidad. Como
consecuencia, las frases me salen cortas, directas, lacónicas. Cuando, al final
de la jornada, debo escribir un resumen, el lapicero tiene la ventaja de la
rapidez. Solo basta agarrar un pedazo de papel y apuntar, a diferencia del
trámite que significa sacar la laptop de su estuche, buscar un lugar apropiado
donde colocarla y esperar a que carguen los programas. Cuando termina la
jornada de trabajo, intento escribir algo, pero sin muchos resultados. Las
frases no se reacomodan con la facilidad con la que se hacen desde el teclado,
y los tachones y borrones dan un mal aspecto estético. A pesar de ello, no han
dejado de salir algunas cosas, como el post en verso que publiqué hace un
tiempo.
El lápiz tiene otras ventajas estéticas. Se presta mucho más para los trazos, las curvas, los dibujos. puedo jugar con los diferentes grosores del trazo, los contrastes y claroscuros que da la diferente presión sobre el papel, y puedo hacer piruetas con la caligrafía. Hace poco el lapicero me jugó una mala pasada
y se rindió a mitad de una frase. No me quedó otra cosa que agarrar el lápiz y
terminar con los apuntes que tenía que hacer. En ese momento me di cuenta de lo
mucho que extrañaba el sonido del lápiz al deslizarse por el papel, la textura
del carbón. Sin darme cuenta, había dejado de escribir y había empezado a
dibujar, recordando de pronto la afición que he dejado hace ya tiempo. Me pasé
el resto de la noche dibujando, y sintiéndome bien por ello. Incluso mi
caligrafía cuando escribo con el lápiz se ve mejor, más parecida a un dibujo, y
comprendo lo feo de mi escritura cuando escribo con lapicero. Desde entonces he vuelto a cargar un lápiz en mi bolsillo y he vuelto a aprovechar los pedazos de papel y los post-its para hacer pequeños dibujos e ideas. Algunos ambigramas he sacado últimamente, y algunas cosas que después he incluido en algún power point de los que también he tenido que hacer para mi trabajo.
Recuerdo entonces la vez que me llevó a
practicar la escritura con pluma. Es un ejercicio que obliga a uno a escribir
con elegancia, como escribían los escritores de siglos pasados. Me sentía
entonces como los escritores que escribían largas cartas en papeles delgados, y
que después salieron publicados en libros.
Tal vez sea una suerte que haya vivido la época de transición entre el arte manual y la computadora. Para mis primeros trabajos en el colegio utilicé una pequeña máquina de escribir Olivetti antes de pasar a la computadora con Word Perfect. Del igual modo, cuando ingresé a la universidad, aún se dibujaban los planos con plumillas y regla T, ya que en ese entonces la computadoras con Autocad eran muy caras y difíciles de manejar. Es una suerte, como decía, pues ahora creo que me puedo defender igual de bien a mano y en la computadora.
Tal vez sea una suerte que haya vivido la época de transición entre el arte manual y la computadora. Para mis primeros trabajos en el colegio utilicé una pequeña máquina de escribir Olivetti antes de pasar a la computadora con Word Perfect. Del igual modo, cuando ingresé a la universidad, aún se dibujaban los planos con plumillas y regla T, ya que en ese entonces la computadoras con Autocad eran muy caras y difíciles de manejar. Es una suerte, como decía, pues ahora creo que me puedo defender igual de bien a mano y en la computadora.
Cada forma de escribir tiene entonces su propio método y su propio encanto. En esta noche en que ninguna otra historia
aparece para ser escrita, me siento para escribir en el teclado esta historia
sobre la forma en que escribo las historias.
(Post inspirado en una serie de tweets de Mini Relatos)
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