El día empezó muy temprano, como de costumbre. Apenas levantado, abrió la ventana. Las nubes oscurecían el cielo, como si aún no hubiera amanecido. Al entrar al baño, descubrió, demasiado tarde, que no había agua caliente. Tuvo que bañarse con agua fría, cosa que odiaba, pensando en si sería el fusible, el calentador, o que había un inoportuno corte de electricidad. Descubrió que era esa última razón al tratar de encender la cafetera.
Con frío y sin desayunar, salió a la calle maldiciendo el hecho de que el auto estuviera en reparación, la llegada del invierno y que el bus arrancara justo cuando él llegaba, haciéndolo esperar bajo la lluvia.
Al llegar a la oficina, encontró a su jefe esperándolo justo al lado del reloj de asistencia, para verificar su tardanza. El jefe le hizo saber claramente lo que opinaba de gente tan irresponsable que se quedaba dormida cuando había tanto trabajo importante por hacer, y le indicó que debía reflexionar acerca de su futuro en la empresa si esto se volvía a repetir.
No fue sino hasta pasadas las 10 y media cuando por fin pudo darse un respiro del trabajo urgente y atrasado para ir por una taza de café de la máquina, con tal mala suerte que un tropezón con una de las secretarias le hizo derramar el precioso líquido sobre sus pantalones claros. Al salir del baño después de un intento de limpieza que no hizo más que esparcir la mancha, se encontró nuevamente con su jefe, quien le dio otro de sus sermones sobre la responsabilidad, el tiempo que los empleados pueden dedicar al baño y sobre su futuro en la empresa.
En la tarde las cosas, si cambiaron, lo hicieron sin duda para peor. Los trámites no salen como es debido, los correos electrónicos no llegan a su destinatario y las llamadas se cortan en el momento menos oportuno. Todo el trabajo prometido para el día de hoy no está ni siquiera cerca de terminarse a tiempo, lo que le hará quedarse otra vez en la oficina hasta tarde.
A pesar de quedarse después de que todos se han ido y tratar de terminar, recibe una llamada de su jefe. Ha estado en una reunión con uno de sus clientes, quien le informa que han perdido el importante trabajo cuya aprobación dependía de las gestiones que debía haber terminado hoy. Ante tan importante pérdida, alguien tiene que responsabilizarse, y ya que no puede ser el jefe, tendrá que hacerlo su subordinado inmediato. El día de mañana irá a la oficina solamente a recoger sus cosas.
Derrotado, sale a la calle sin prestar atención siquiera al auto que pasa junto a él y lo salpica de barro. Mientras camina sin rumbo fijo, es asaltado y despojado de su billetera y su celular. Ya tantas cosas han pasado este día que lo toma con tranquilidad, como si fuera algo normal.
Ahora llega como puede a su casa y medita sobre los hechos del día. Sin pronunciar palabra ni dar alguna otra muestra, pasa la noche sentado, con la mirada perdida. Al ver las primeras luces del alba ya tiene una decisión firme. Coge un revólver que guarda para casos de emergencia y se dirige caminando tranquilamente a las oficinas del diario de la mañana.
Después de algunas consultas hechas en tono impersonal, se dirige a una oficina, y sin decir palabra, descarga tres tiros sobre el cuerpo del encargado de los horóscopos, quien había augurado el día anterior que todo le iría bien, y que en ese día encontraría la felicidad.
jaja q buen final ( pero el del horóscopo no pensará lo mismo XDD) muy bueno!!
ResponderBorrarNo creo que el del horóscopo haya predicho el final, tampoco xD
ResponderBorrarHombre, pensándolo bien...podría haber sido peor: Podría no haber encontrado a nadie a quien echarle la culpa XD!!!
ResponderBorrarUn abrazo enorme!!!