Pensando en cómo dejar mi mensaje a las futuras generaciones, me encontré pensando en todos los problemas de comunicación que tenemos desde que a Dios se le ocurrió confundir las lenguas en la torre de Babel. Dicen algunos que el problema no era tan grave hasta que los hombres inventaron el oficio de traductor, y ahí fue que la cosa se convirtió en un problema de proporciones bíblicas, valga la redundancia.
Y vistos los antecedentes tan poco alentadores, hice lo que siempre hago en casos semejantes: Me puse a dibujar tonterías sobre el tema. Una vez pasadas las ideas a la computadora, presento lo que quedó de tal esfuerzo, a ver si a alguien le arranca unas sonrisas, que tan buenas son para los males:
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