Vea Señor, yo sé que usted me va a comprender… Usted es hombre y ha pasado por esto. ¿Qué cómo lo sé? Porque usted es hombre, por eso… Todo hombre ha sufrido por una mujer ¿Verdad? Tal vez mi historia no sea diferente de cualquier otro, pero es la mía, mi propia historia…
No voy a contarle cómo empezó… No viene a cuento y además a lo mejor a usted no le interesa… Porque a usted lo que le interesa es lo que acaba de pasar ¿Cierto? Claro, cómo no va a ser cierto, sino no estaría usted aquí… La cosa es que lo nuestro acabó, y yo me sentí mal, muy mal… Como dije, usted es hombre, y estoy seguro de que sabe cómo son estas cosas… ¿Qué es lo que hace un hombre en estos casos? La mayoría sale a emborracharse, a tratar de olvidar con otra mujer, ya lo sé… Pero yo no soy cualquiera… No soy mucho de tomar, y tratar de olvidarla con otra ¿No le parece absurdo? Es como si yo me quemara y para curarme pusiera nuevamente las manos al fuego… No, esa no es la manera… ¿Matarla? ¡Por favor! ¡Es lo último que yo haría! No es que no sea fácil matar a una persona, hay muchas maneras, se lo digo yo, que tengo cierta cultura y que me gusta leer las novelas policiales… No, el verdadero problema es borrar las huellas, deshacerse del cuerpo, esas cosas… A los asesinos siempre los atrapan tarde o temprano por algún detallito olvidado, y yo no voy a desgraciar mi vida por ella…
Como le decía, lo mejor es el olvido… Lo que la mujer más odia es el olvido… Pero no es fácil olvidar, no… Uno tiene que cambiar de rutas, dejar de ver a ciertos amigos, dejar de hacer las cosas que le recuerdan a ella… En fin, lo que hay que matar es el recuerdo, borrarlo, exorcizarlo… ¡Sí! ¡Eso fue exactamente lo que pensé! ¡En exorcizar su fantasma, su recuerdo!
Así que reuní todo aquello que me traía a la mente su recuerdo, todo lo que ella hubiera tocado: cartas, fotos, regalos, los peluches… Ahora puedo decirlo: ¡Odiaba esos peluches! Claro, hubo cosas que se me hizo difícil incluir, como una camisa y una corbata que en verdad me gustaban… en fin, junté todo con la intención de alejarlo de mi vista para siempre… Y como le decía, para exorcizar su fantasma debía quemarlo todo, que el fuego purifique todo lo que ella representaba en mi vida, que su memoria se convierta en humo, que el humo se aleje con el viento, y que las cenizas sean esparcidas hasta que no quede rastro de que alguna vez existió en mi vida. Una ceremonia pagana, un entierro en el cielo es lo que yo buscaba… Al ver arder su recuerdo, yo reiría, curado al fin de las heridas, viendo en las llamas un anticipo del infierno, y gritando, orgulloso, que en adelante quedaría yo exorcizado, curado de mis males, libre al fin... ¡Ella ya no sería capaz de hacerme más daño!
Y así fue, señor, como empezó el incendio…
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