jueves, 30 de octubre de 2014

El Muqui


Ya es época de Halloween, que es otra de esas fiestas importadas que, más allá de estar a favor o en contra, es algo de lo que mucha gente habla. Y es época también de contar cuentos de miedo. Lamentablemente, el cine y la televisión nos han atrofiado la imaginación, y ahora la gente parece aceptar solamente cuentos que tengan zombies, vampiros y cosas que nada tienen que ver con nuestra idiosincrasia. Sí, pues faltan espantos peruanos que agregar al menú de Halloween. Y el Perú es un país donde las criaturas terroríficas abundan, con el agregado de que todas ellas son reales, no la imaginación de un europeo trasnochado. 
A lo largo de mi trabajo en las provincias del Perú he escuchado historias como para aterrar a los paseantes durante varios Halloweens seguidos, modestia aparte. Historias del antimonio, los espíritus de las huacas, los brujos y brujas, jarjachas, duendes, fantasmas, sirenas, todas ellas he escuchado, con testimonios de personas que lo han vivido en carne propia, de esas historias que comienzan siempre con la frase “Yo no creía en esas cosas, pero…”. Esa es la diferencia con las historias que nos llegan desde otros lugares. No creo que ningún norteamericano vea como cierta la posibilidad de ser atacado por un zombie o se resista a entrar en un bosque por temor a encontrar a un duende. En cambio ese tipo de encuentros con criaturas de fantasmales son casi cosa de todos los días por aquí. Voy a contar algunas de estas historias, las referidas al Muqui.

El Muqui es un duende de las minas, que vive en el interior de los socavones. Es del tamaño de un niño pequeño y se le ve vestido como minero, con casco, pico y linterna. En el trabajo en el que me encuentro actualmente, donde se han cavado buena cantidad de túneles, varios de los trabajadores dijeron haberlo visto en las noches. El Muqui hace perder el camino a los trabajadores, quienes lo persiguen creyendo que los conducirá hacia algún tesoro. Lo que ha pasado en realidad, es que el Muqui guiaba a los trabajadores a un área oscura del túnel para que no pueda salir, o los llevaba a una parte con poco oxígeno para que se asfixie. Este fue el caso de uno de los trabajadores de la obra, quien vio la luz de la linterna que llevaba el Muqui, y la siguió, confundiéndola con la de uno de sus compañeros. Como la luz se adentraba cada vez más en los túneles, el trabajador creyó – y así lo dijo después – que su compañero le estaba jugando una broma escondiéndose y apareciendo la luz.  Afortunadamente una cuadrilla encontró al trabajador antes de que se perdiera definitivamente. Esta cuadrilla fue la que encontró la causa de la casi desaparición del aquel trabajador. Unas huellas pequeñas que no podían pertenecer al personal de la obra, debido a su tamaño y a que solo una de las huellas era humana, la otra era de un animal, tal como se dice del Muqui, que tiene patas de animal. En esta obra, el caso era tan real que se dio la orden de que ningún trabajador ingresara solo a los túneles, y se tomó la precaución adicional de repartir caramelos a los obreros para que los dejaran en el túnel, pues al Muqui le gustan mucho y así se le tiene contento para que no moleste a la gente.

El Muqui gusta también de llevarse las herramientas de los trabajadores, especialmente aquellas de metal brillante. No sé si en otros países se encuentra en los reportes de salida de herramientas del almacén la anotación “reemplazo por robo del Muqui” pero eso era lo que pasaba.

El tema de aplacar al Muqui con caramelos yo ya lo había escuchado anteriormente en otra mina a varios cientos de kilómetros, lo que descarta la posibilidad de una creencia local. En esta otra mina, me contó la ingeniera de seguridad de la resistencia del personal a hacer trabajos nocturnos por la presencia del Muqui. Los conductores de camiones, los pocos que hacían tales trabajos, llevaban siempre una bolsa de caramelos y dejaban caer unos cuantos en el camino cada cierto tramo. La ingeniera, que no creía en estas cosas, pidió que se detenga esta costumbre, obteniendo una oposición total, por el miedo a que el Muqui causara accidentes. Se decía que ya entonces el Muqui había ocasionado un par de accidentes a los camiones antes de que los choferes adoptaran esta práctica preventiva. Al día siguiente, la ingeniera pidió a uno de los choferes que se detuviera en el lugar donde la noche anterior arrojara los caramelos. No encontró ninguno. “El Muqui se los ha llevado, pues”, era la explicación que le dieron los choferes.

Nosotros los ingenieros educados y globalizados, supuestamente no creemos sino en aquello en lo que podemos comprobar su existencia, hasta que encontramos este tipo de cosas que nos hacen comprender que no todo se trata de números de niveles de productividad y planeamiento de recursos. También hay cosas desconocidas de las que se cuentan en las noches no para asustar a la gente, sino para prevenirla en caso de que se encuentre uno con el Muqui en uno de los túneles.

Nuevamente, en esta historia no he inventado nada, solo cuento lo que me han dicho testigos presenciales de los eventos. Mucha gente que trabaja en las minas del Perú puede contar más de lo que yo pongo aquí. En esta época de contar historias de miedo, yo cuento solo algunas de las muchas que se pueden encontrar en el Perú.

2 comentarios:

  1. Jamas había escuchado sobre el Muqui, te contare un par de historias que ehe escuchado con amigos y así. El Muqui se me hace un poco raro que porte linterna y oberil y varios elementos tan humanos.
    Pero bueno es una leyenda peruana y suena bastante interesante.
    Hallowend solo nos ofrese zombies y la nueva sepa de virus de vampiros que te hace zombievampiro, acaso no has visto the strain? uppa vela.
    un abrazo fuerte.

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  2. ¿Uno creería que todos los duendes y fantasmas vista ropas antiguas? Pues no, en este país hasta ellos se modernizan. Y no lo digo yo, me lo han dicho personas que lo han visto, y no pienso dudar de ellos, por lo menos no hasta ahora.

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