lunes, 16 de julio de 2012

Los otros 90 minutos


Después de una noche de celebración del triunfo de su equipo favorito, Lolo Villanueva cayó víctima de la embriaguez. Y tuvo un sueño de lo más peculiar. Soñó que no había sobrevivido a la euforia, el esfuerzo de gritar durante los 90 minutos más las prórrogas y la tanda de penales. Y los ángeles y los demonios se habían reunido y habían decidido jugarse su alma en un partido de futbol. Como en el partido que había acabado con su vida, se decidía el descenso. Si los ángeles ganaban, se lo llevarían en hombros a un cielo que sería muy parecido a la celebración en los vestuarios. En cambio una victoria de los demonios significaba ser tratado como el entrenador del equipo perdedor, o como aquel jugador que falló el penal decisivo.

El partido empieza utilizando como balón una pelota dorada que representa el alma de nuestro buen Lolo. Como árbitro está un ateo, a quien no le importa el destino que corra el alma de Lolo, ya que no cree ni en el cielo ni en el infierno. Desde el inicio se ve que será un partido reñido. Los ángeles hacen un buen trabajo de equipo y verdaderamente juegan como los ángeles. Pero los demonios también tienen lo suyo. Ellos confían más en la habilidad individual. Hay un par de delanteros que hacen diabluras con el balón, y están dirigidos desde el banco por el propio Satanás, gran estratega de quien se dice que sabe más por viejo que por diablo.

El primer tiempo termina empatado sin goles, a pesar de varios ataques de los demonios que conocen el arte de engañar al rival en el dribleo. Pero los ángeles de la defensa son muy buenos y vuelan para atrapar las pelotas que van en dirección al arco. La mejor ocasión de los ángeles fue un tiro libre que fue fácilmente atajado por el demonio arquero que le preguntó al ejecutante hacia qué lado iba a patear, y el ángel, incapaz de mentir, reveló que iba a patear a la izquierda.

El segundo tiempo empieza con más ganas por parte de los ángeles que ahora atacan más. Sin embargo, la defensa diabólica está compuesta por demonios fornidos con cara de maleantes recién salidos de la cárcel. El entrenador angélico instruye a sus jugadores para bendecir la pelota antes de patear al arco. El truco funciona y el diablo arquero no puede tocar la pelota que termina en el fondo de las redes. El árbitro hace caso omiso a los reclamos de los diablos. En medio de la gresca el árbitro expulsa al capitán Luzbel, que sale quejándose de que siempre lo expulsan. Los ángeles van ganando, pero no deben confiarse. Los demonios juegan mejor cuando el partido se calienta. Con el fin de enfriar el ataque angelical, uno de los diablos intenta cabecear la pelota y revienta la pelota con el cuerno. Al árbitro no le queda otra que suspender el partido hasta conseguir otra pelota.

Cuando las acciones se reanudan, los diablos empiezan ataques desesperados, haciendo quiebres diabólicos sobre la defensa rival. Uno de los diablos se tira al césped alegando falta. El árbitro verifica que efectivamente la pierna del demonio está lastimada por el contacto con el pie de un ángel y decreta penal. Un cañonazo lleno de maldad deja al arquero indefenso y convierte el empate.

Con el partido a punto de terminar, Lolo Villanueva ve impotente desde el estrado VIP cómo los demonios están más cerca del triunfo. Los ángeles se defienden despejando con las piernas, con la cabeza, el pecho y hasta con las alas. El árbitro pita el final del partido con el marcador y Lolo celebra. ¡Me salvé! ¡Me salvé! 

El árbitro lo mira con desdén.
- No te has salvado, falta el partido de vuelta, y allí los demonios van a ser locales… 

Desde la noche de aquel fatídico sueño, Lolo Villanueva vive asustado. Ya no le gusta el fútbol, no quiere ni ver una pelota, y cada vez que escucha un silbato, el terror se apodera de él, creyendo que han comenzado los otros 90 minutos.

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