El caballero Fendohir Glatdowan, hijo de
Flowderhim, heredero del reino de Boslath, vencedor de los Raskirris, se
encontró solo después de la batalla de Gresher, a pesar de haber por fin
vencido a Mérodan, rey de Umferland y hecho huir a su ejército de dorfents por
el río Anderwer hacia los Montes Giliardos, perdió el camino en el bosque de
Vrack.
Buscando al resto de su ejército, espoleó a su
fiel corcel Sobicald hacia el norte, esperando encontrar la entrada del valle
de Rosloth. Cabalgaba sin prisa, pensando en su amada Norieth que lo esperaba
allá en su castillo de Bagader, cuando se encontró con una pared rocosa que se
elevaba muy alto. No puede ser – exclamó en voz alta – he llegado a las faldas
del Nastem. Debo haberme desviado al este. Tal vez si cabalgo al oeste pueda
llegar a Posmandin. Pero se hace de noche y debo descansar. Ya aparece la
estrella Kelsiar en el cielo, que me guía en dirección al Orbinion. Ahora sé
qué rumbo debo tomar.
A la mañana siguiente, el bravo Fendohir apagó
el fuego y comió uno de los drafelts que guardaba en la alforja. La provisión
debía durar hasta su llegada al paso de Madvin, que debía estar a pocas horas
de camino.
Al mediodía salió del bosque y se encontró en
un llano, lo que aumentó su perplejidad. - Esta no puede ser la planicie de
Dolmatir, ya que he cabalgado siempre al oeste del Trumpelion… Entonces ¿Qué
tierra es esta? Tal vez si vuelvo al sur y subo pueda ver dónde estoy… Tal vez
vea a mis fieles Fehrters que deben estar buscándome.
La subida resultó más difícil de lo esperado,
lo que se complicó con una torrencial lluvia. - Parece que el propio Harpael se
empeña en ocultarme el camino - pensó, - Sin embargo, debo buscar refugio.
Buscando una saliente en las rocas, descubrió un extraño signo grabado en una
especie de Trimbari. - Es extraño, pensó. El emblema de Ghirtien en estas
tierras, debe significar algo. Con gran esfuerzo logró mover la roca para
descubrir una entrada.
La cueva estaba llena de sinuosidades, pero
Fendohir el Valiente, dueño de la espada Gramir, siguió como si conociera la
ruta. Sospechaba algo. - ¿Serán acaso ciertas las historias de Desberth? Si es
así, conoceré el misterio del Hispielf y la Eendoria verde. Después de una hora
de seguir por los pasajes subterráneos, logró ver una luz que brillaba a lo
lejos. - ¡Por Thivald, las historias del Eferion son ciertas!
Llegó a una especie de cámara subterránea
donde un anciano barbado escribía en un gastado pergamino. Fendohir observó
maravillado los inmensos estantes llenos de rollos.
- ¡Entonces las leyendas son ciertas! - Exclamó. - ¡Eres tú, el que le puso esos nombres tan extraños a todas las cosas en este
mundo!
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