En las noches de insomnio, cuando hasta la musa se ha ido a dormir, al más pintado le asaltan las dudas de cómo hacer para agarrar el maldito sueño. El insomnio, como muchos males del hombre, es democrático y ataca a nobles y plebeyos, ricos y pobres, sabios y tontos. Es entonces cuando, víctimas de una lucidez insoportable, nos dedicamos a inventar métodos para dormir.
En el principio de los tiempos, un cavernícola con mucho insomnio y poca vergüenza también, de puro aburrimiento comenzó a toquetear a la vaca que sería sacrificada al día siguiente y descubrió al mismo tiempo, la leche y los beneficios de tomarla tibia para inducir el sueño. Sin embargo ningún remedio fue tan efectivo desde aquellos tiempos como el recurso de contar ovejas. Se dice que en aquellos años, los hombres medían su riqueza por la cantidad de ovejas que tenían, pero llevar la cuenta era difícil. Las ovejas se resistían a pasar en fila india para ser contadas, y se confundían unas con otras. Además, todas balaban de igual manera y no poseían rasgos característicos que diferencien a unas de otras. Contarlas, pues, desde aquel tiempo era el remedio más efectivo para quedarse dormido en el trabajo, inventar un número a la mañana siguiente para el reporte ante el jefe y estimar el número de ovejas a ojo de buen cubero.
Luego nos imaginamos a Morfeo, el dios del sueño, llevando un rebaño de ovejas por los dormitorios de la Roma antigua, donde los habitantes la tenían más difícil que nosotros, porque tenían que contar en números romanos.
Más adelante, Carlos V, otro famoso insomne, inventó el expediente de empezar a contar en varios idiomas para hacer la cosa más difícil. En una ocasión pasó por el español, catalán, italiano, flamenco, alemán, francés y latín, sin lograr conciliar el sueño. A la mañana siguiente sufrió un coma idiomático que le impidió hilar dos palabras seguidas en el mismo idioma. La frustración resultante terminó en un españolísimo ¡Coño!, y en la decisión de abdicar de su reino e irse a vivir a un monasterio donde no se admitieran ovejas.
Ahora, en los tiempos modernos, la cuenta de ovejas goza todavía de gran popularidad a pesar de la aparición de los valiums, los programas de televisión y los discursos de los políticos, y a pesar de que los habitantes de las ciudades nunca han visto una oveja fuera del sandwich. No han faltado intentos de modernización e innovación en este arte, pero los resultados han sido mediocres. Se ha tratado de reemplazar a las ovejas por elefantes, lemmings o cangrejos (lo que hacía la labor más alucinante, dada su costumbre de caminar hacia atrás), pero siempre se ha vuelto a lo básico.
No ha faltado algún pastor avispado que llevó su rebaño a la ciudad y los alquilaba a los insomnes de la ciudad, ofreciendo sueño inmediato en servicio delivery. La idea no estaba del todo mal, si no fuera porque no consideró el olor de tales animales, y el hecho de que las ovejas empiezan a balar sin previo aviso, durmiendo al cliente, pero despertando al resto del vecindario.
¿Qué más puedo agregar? Solo decir que cumplida mi labor de escribir algo hoy, me retiro a dormir dejando la computadora encendida y activando el salvapantallas de ovejas saltando sobre una cerca. Eso es la modernidad utilizada para mejorar los remedios milenarios.
Pues espero que hubiera suerte...aunque es cierto que ver gráficamente las ovejas saltar es más sencillo que imaginárselas...
ResponderBorrarA mi el truquillo de las ovejas nunca me ha funcionado. Aunque es cierto que el tiempo se hace más ameno mientras esperas que llegue el sueño...
Maldito insomnio.
Un saludo.
Oski.
A mi tampoco me ha funcionado nunca el truco de las ovejas.
ResponderBorrarEspero que tu tengas mas suerte con tu salvapantallas.
Un saludo y buen sueño.
Creo que la opción de contar otros animales tiene salida, en especial porque las ovejas están sobreexplotadas.
ResponderBorrarEso sí, no recomiendo elefantes, ocupan mucho espacio y hace tiempo que se dedican en exclusiva a entretener grupos de jóvenes escolares de excursión en autobús.
Los lemmings son una alternativa excelente dada su brutal nivel de reproducción. Buenas noches.
Buscar otras alternativas de animales que contar fue un fracaso. Traté de contar serpientes y no sabía dónde terminaba una y comenzaba la siguiente. Contaba tigres de bengala y al llegar a cien se acabaron por ser una especie en extinción. Contar tortugas es una tortura, tardan una eternidad en pasar. Las liebres, por el contrario, pasan muy rápido y pierdes la cuentas con facilidad. mientras seguía decidiendo qué contar se me hizo de día y pasé otra noche de insomnio.
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