lunes, 13 de julio de 2009

El burro filósofo



En uno de los viajes que suelo hacer por motivos de trabajo, llegué a un pueblo de la sierra de esos que están colgados de una montaña, y a los que llegar es una historia por sí misma. El trabajo, como de costumbre, se retrasó, y me ví yendo de un lado a otro de la obra para disimular que no tenía nada que hacer. Por suerte, vino a mi encuentro uno de los técnicos, conocedor de la zona.
- Justo te estaba buscando, ingeniero, acompáñame para que veas algo…
- ¿Qué cosa?
- Una sorpresa, yo sé que te gustan las cosas simpáticas, chistosas…

Seguí al técnico, picado de curiosidad. Ya me había enseñado otras cosas antes, así que no había temor de que enseñara algo inconveniente o a algo de lo que me tuviera que arrepentir al día siguiente. Llegamos a un corralón propiedad de uno de los campesinos de la zona, quien nos esperaba en la puerta.

- ¿Y, Don Meridiano? ¿Lo tiene aquí?
- Sí… Acaba de llegar de la chacra de trabajar…
- Que bueno… Vamos a verlo…
El problema es que yo no veía más que un corralón con un burro comiendo un montón de alfalfa.
- ¿Qué se supone que hemos venido a ver?
- El Burro, pues, Inge, el Burro…
- ¿Y qué tiene el burro?
- Es el burro filósofo, Ingeniero…
Yo no veía más que un burro marrón, con el pelo largo, como lo llevan los burros en la sierra, pero nada parecía diferenciarlo de cualquier otro burro que uno ve por las chacras.
- Me están vacilando ustedes, este burro no tiene nada de especial…
- Espérese ingeniero, ahorita va a ver… ¡Burro! ¡A ver, dile algo inteligente al ingeniero, que viene de la capital!
- ¡Oiga!
– le interrumpí – ¡No va a esperar que el burro le responda! ¿Verdad?
- Tiene Usted razón, Ingeniero – respondió el burro – No es educado interrumpir a alguien cuando está comiendo…
El burro terminó tranquilamente con su alfalfa en el tiempo en que yo terminaba de recuperarme de la impresión.
- ¡No es posible! ¡Un burro hablando! ¡Pero si los burros no hablan!
- Claro que hay burros que hablan, así como hay hombres que rebuznan… ¿Qué tiene de extraño?

- Es que nunca he escuchado a un burro antes hablar… Los burros… ¡Son burros!
- Los burros son muy inteligentes… Lo que pasa es que cuando un burro se detiene a pensar, el hombre lo golpea para que siga trabajando…
- Es cierto, y eres un burro filósofo, además…
- Con el tipo de trabajo que tengo, y con los humanos con lo que estoy rodeado, solo me queda ser filósofo de la escuela estoica…
- Pero… ¡Tú podrías ser famoso…! Podrías dejar de trabajar…
- Los burros no tenemos las fatuas ambiciones de los hombres… Tenemos el sentido de la responsabilidad… Hacemos el trabajo que nos corresponde hacer, y no aspiramos a la comodidad…
- Pero aquí te hacen trabajar como un burro, sin descanso y comiendo alfalfa.
- La alfalfa es buena para el cerebro, aquí puedo disfrutar de un paisaje que en la ciudad desconocen, y tengo cada día la satisfacción del deber cumplido… Además, una vez le ofrecieron a Don Meridiano mucho dinero por mí, para ser la mascota de un equipo de fútbol, pero no lo aceptamos...
- ¿Por qué?
- No me gusta es fútbol, me parece un deporte para animales… Además, habría sido el único que hablara en una multitud que rebuzna…
- Pero… ¿Acaso eres feliz aquí?
- El hombre es el único animal que cree que puede alcanzar la felicidad… Todos los animales sabemos que tenemos que cumplir nuestra misión en la vida, para que este mundo sea un lugar que podamos dejar a nuestros hijos, si sentimos que lo hemos logrado, entonces habremos conseguido eso que ustedes llaman felicidad, que será sentirse en paz con nosotros mismos y con los demás…

Al final de la tarde, conversé con Don Meridiano sobre el burro.
- ¿En verdad no lo ha querido vender nunca, Don Meridiano?
- ¿Quiere saber la verdad, Ingeniero? Nadie me lo quiere comprar, y tienen razón, pues… ¿A quién le interesaría un burro que prefiere filosofar a trabajar?

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