Normalmente escribo en este blog historias sobre tontos, pero esta vez narraré la de un estúpido. En un post anterior indiqué la diferencia entre un tonto y un estúpido: El tonto, cuando falla, lo hace sin intención y creyendo sinceramente que lo que hace está bien. El estúpido, en cambio realiza sus actos con plena conciencia y esperando sacar un provecho de los mismos, creyendo que los tontos son el resto de las personas. Así pues, referiré la historia como para dejar clara esta diferencia:
Carlos Santillana es un nativo de Cáceres, en España. Un día apareció en su ciudad natal anunciando sus poderes de mentalista. Comentaba que había regresado de Madrid, donde había sido asistente de una prestigiosa periodista de televisión. Como mentalista anunció varios trucos, como esconder en una conocida torre de la ciudad el número que saldría premiado en la lotería navideña, anunciar el sexo del primer hijo de la princesa Leticia, y anunciar que detendría el reloj de La Puerta del Sol cuando dieran las campanadas de fin de año. El primero es un conocido truco de cambiar el sobre, el segundo tiene una probabilidad del 50%, y en el tercero, los malvados relojeros de la Puerta del Sol impidieron que el reloj se detenga.
En Trujillo de Extremadura, anunció un truco espectacular. Se enterraría en la Plaza Mayor bajo 3,000 kg de tierra y pasaría cuatro días así. Toda una prueba capaz de dejar su nombre impreso en la posteridad. El día señalado, se vertieron efectivamente las toneladas de tierra sobre el ataúd en donde se había encerrado. Todo salía de maravillas, hasta que unos jóvenes vieron que sacaban una bolsa de plástico negro hacia una camioneta. Dentro iba don Carlos. Cuando el resto de la ciudad se enteró, se armó el escándalo. Don Carlos se defendió diciendo que no era una estafa porque no había cobrado por hacer el truco. Pobrecito.
Como el mismo había dicho, estos trucos no daban lo suficiente para comer, así que anunció un nuevo concepto en trucos, algo que ni David Copperfield, ni Chris Angel, ni David Blaine, ni ningún otro había intentado antes: Declaró que iba a a apagar todas las luces de la torre Eiffel sin necesidad de moverse de su cuarto de hotel en Madrid, y que en ese momento todos los aparatos de televisión presentarían un mensaje. Este mensaje sería el nombre de la empresa que colabore con los gastos de tan difícil truco. Un empresario español pensó (pensar es un decir, más bien fue lo bastante tonto) que era una buena inversión y firmó contrato con don Carlos. Inexplicablemente, las luces de la torre Eiffel se negaron a obedecer el mandato, y los televisores siguieron con su programación habitual.
Como resultado, la corte declaró que don Carlos debería pagar 6,000 euros al pobre empresario. Lo malo era que para entonces el mentalista había hecho un acto de desaparición y no se le pudo ubicar.
En realidad, estaba en la ciudad de Plasencia, trabajando en la profesión que según sus propias declaraciones, había obtenido sacrificadamente mientras alternaba sus estudios con la ingrata profesión de mentalista. Era médico. Trabajaba, como decíamos, en un centro médico como médico general. Las autoridades notaron que algo no cuadraba con este médico: leía los encefalogramas al revés, y no sabía interpretar una radiografía. Así que pidieron sus certificados. No hay problema, dijo, y trajo un título de médico… del Perú. Le pidieron la homologación del Ministerio, y la trajo; le pidieron las calificaciones, las notas que había obtenido, y las entregó. Aún así, el Colegio Médico de Cáceres no se dio por vencido y pidió a un médico que iba a viajar a Perú que preguntara por Carlos Santillana en la universidad en la que en teoría había conseguido ser médico. En Perú comprobaron que su número de colegiado correspondía al de otra persona, que sí era un médico reconocido como tal.
El Colegio de Cáceres avisó entonces del supuesto fraude de Santillana, comunicándoselo a todos los colegios de España. El antiguo mentalista se enfadó con los responsables del Colegio de Médicos y les llegó a amenazar con denunciarles.
Mientras tanto, el caso puso al descubierto una red de tráfico de títulos profesionales que lleva ya varios detenidos, incluyendo al famoso mentalista, y que nos ha puesto las cosas más difíciles de lo que ya eran a los peruanos que queremos viajar a España. Todo por un estúpido que cree que los demás son tontos.
En sus últimas declaraciones, ha dicho que es víctima de un complot y que es un inocente médico que nada más no sabe hacer cirugías. Ese tipo de declaraciones ya las hemos visto por aquí bastante últimamente y ya sabemos lo que significan.
Este es un ejemplo, como dije al principio, de un estúpido y no de un tonto. Espero que ahora quede clara la diferencia.
PD. A diferencia de otras, esta vez la historia es real. Puede leerse aquí:
hey ahora yo te invito a leer mi blog, tambien. y un saludo muy grande.
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dejanos un comentario. bye
Mentalismo não é ilusionismo nem paranormalidade. Os mágicos já fazem bons espetáculos sem precisar abiscoitar os termos 'mentalismo' e "mentalista" que definem a CONCRETA alteração na realidade fenomênica de vida e relacionamentos da pessoa, feita através da mudança de hábitos mentais, mentalizando pensamentos adequados. O Todo é Mental - Tábua das Esmeraldas - Hermes Trismegisto. Sou fã dos espetáculos mas o termo "Mentalista" afasta as pessoas do mentalismo hermético.
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