El día de hoy George Bush ha llegado a mi país. Pobre Bush. Ha llegado en su famoso Air Force One al aeropuerto militar, así que no sabrá lo que es llegar a nuestro aeropuerto, ahora que está tan bonito. Luego va en un auto blindado y con lunas polarizadas hacia el hotel. Aunque quisiera ver el paisaje, sus guardaespaldas no lo dejarán. Están convencidos de que cualquier lugar fuera de los United States está lleno de enemigos y su vida peligra. Aunque no les falte un poquito de razón, no se expondrán al alcance de los nativos. Son pobres y esa es razón suficiente.
Ya en su hotel, lo mantendrán aislado del resto del mundo. Cuando salga a una de las reuniones programadas durante la visita, cerrarán las calles a su paso, así ni siquiera sabrá cómo son los autos o sus conductores en este país. Aún así, si alguien se le acerca con malas intenciones, para eso ha traído a uno de sus portaaviones, dispuesto a arrasar con la ciudad si es que algo le pasa.
Durante su visita solamente hablará con personas que ya lo conocen o que han sido cuidadosamente seleccionadas, cuyas vidas han sido cuidadosamente investigadas y aprobadas por sus servicios de inteligencia. Esas personas han sido aprobadas porque piensan exactamente igual que George Bush. Es que no es bueno contradecir al hombre más poderoso de la nación más poderosa del mundo.
Durante su visita solamente hablará con personas que ya lo conocen o que han sido cuidadosamente seleccionadas, cuyas vidas han sido cuidadosamente investigadas y aprobadas por sus servicios de inteligencia. Esas personas han sido aprobadas porque piensan exactamente igual que George Bush. Es que no es bueno contradecir al hombre más poderoso de la nación más poderosa del mundo.
Las preguntas que se le hagan, si es que se le hace alguna, deberán ser declaradas previamente, analizadas y contestadas por sus asesores, para que así George Bush solo tenga que repetir lo que le dicen sus asesores y no pueda decir algo inconveniente. Sin sus asesores no sabría ni siquiera en qué país está. Por lo menos, y durante estos días, recordará que está en Perú, que es un estado de ese país llamado Latin America, que es un territorio montañoso con llamas y gente pobres redskins, y que necesita ayuda para erradicar la cocaina, aunque no es políticamente correcto arrasar las plantaciones con napalm y matar a todos los campesinos que la cultivan.
Durante las recepciones en las que será el invitado de honor, no podrá probar el cebiche ni la papa a la huancaína. Invitarle algo que tenga ají será considerado por sus agentes de seguridad como un atentado contra su vida. Sería muy indecoroso que el hombre más poderoso del mundo suspenda alguna importante reunión debido a una diarrea.
Tampoco nadie le podrá ofrecer un pisco sour, ya que es un alcohólico en rehabilitación. Aunque le quede un mes y medio en el cargo, una recaída sería catastrófica para el mundo, ahora que la bolsa de New York está tan sensible.
Al final de las reuniones, firmará acuerdos para que sus amigos tengan aún más millones, se tomará fotos con otros jefes de estado de países que no podría decir ni en que continente quedan, y se llevará algún recuerdo previamente revisado por sus agentes de seguridad, no sea que tenga alguna sustancia que le pueda afectar de alguna manera.
Cuando termine todas esas reuniones, se irá como vino. Sin ver a nada ni a nadie. Si es que alguien le pregunta en casa cómo es el Perú, no podrá responder, pues solo ha estado en el auto, en un hotel con ventanas tapadas y en reuniones en salas iguales a las que encuentra en cualquier país del mundo.
Pobre Bush. Está en mi país pero no conocerá el Perú.
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