viernes, 30 de mayo de 2014

Decepción


La oruga se arrastraba penosamente entre las hojas del jardín, en busca de alimento, hojas tiernas y briznas de hierba. Lamentaba su suerte al ver a las moscas, abejas, libélulas y demás insectos voladores, envidiándolos y esperando el día en que ella también se convirtiera en una bella mariposa, admirada por todos los habitantes del jardín.
Desde que tenía conciencia, la oruga estaba segura de su destino: volar entre las flores, elevarse del suelo, dar color a su mundo. Pero mientras tanto estaba atada a la tierra tratando de trepar a los altos tallos de las plantas en busca de hojas con qué alimentarse.

Es pesada la vida de una oruga, tan solo dedicada a roer las flores de las plantas. Su único placer es mirar el sol en lo alto del cielo, pensando en cómo será verlo de cerca cuando pueda volar. Quizá entonces pueda acercarse tanto al sol que pueda en verdad sentir su calor y ver el mundo desde la altura. Mientras tanto estaba a merced de otros animales, de arañas traicioneras que se acercarían por detrás o la atraparían en redes invisibles, de aves crueles que la llevarían por los aires hasta su nido para ser alimento de hambrientos polluelos. Ya se tarda demasiado esta vida, piensa, quiere que llegue pronto el momento en que arme un capullo para salir a una nueva vida como mariposa. Entonces miraría con desprecio a los gusanos, ciempiés y caracoles que se arrastran por el suelo, incapaces de conocer el placer y el poder que da el vuelo.
Pero por ahora debe comer hojas hasta tener alimento suficiente que le permita producir un capullo que lo proteja durante ese tiempo de transformación que tanto se parece a una muerte, como tanto se parece a una resurrección el salir triunfante en la primavera como una mariposa.

Conforme avanza el verano, la oruga sigue comiendo hojas y creciendo. Cada vez le es más difícil arrastrarse por los tallos, cada vez es más difícil llegar a las mejores y más tiernas hojas, cada vez es más difícil esconderse a tiempo de los pájaros que merodean el jardín. Al final, apenas quedan ya fuerzas para subir al tallo más alto y empezar a construir su capullo. La modorra es una barrera casi sólida que le impide hacer esa última morada, ya casi no es consciente de sí al terminarlo y cerrarlo con ella adentro. Tenía razón, esto se parece mucho a una muerte. Se pregunta si después recordará algo de todo esto, mientras sueña con el momento triunfal en que emergerá con los primeros días de la primavera, convertida en una espectacular mariposa.

¿Cuánto tiempo pasó? Parece que fue apenas ayer que cerró por fin su capullo, y al mismo tiempo, parece que ha pasado una eternidad desde que aún comía hojas mientras se arrastraba por los tallos. Ahora ha salido del capullo, pero debe esperar todavía un poco a que endurezcan sus alas. No soporta la espera, ya quiere ir hacia el estanque o charco de agua más cercano, a admirar su transformación. Con las últimas luces de la tarde puede al fin emprender su primer vuelo. Llega a un pequeño ojo de agua formado por algún jardinero regando uno de los árboles del jardín para ver su reflejo iluminado por uno de los faroles. Le es difícil llegar, pues la luz del farol desvía su vuelo. Al ver su propia imagen reflejada, retrocede horrorizado. Donde esperaba encontrar el reflejo de una hermosa y magnífica mariposa, solo encuentra la simple imagen de una vulgar polilla. Solo ahora entiende por qué su vuelo se desviaba siempre hacia la potente luz.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...