martes, 14 de junio de 2011

El fantasma

Después de retirarse la policía, el asesino se sentó tranquilamente en el sillón. Estaba seguro de que no volverían. La explicación había sido convincente, la coartada perfecta, y el cadáver debería estar siendo entregado este momento a los familiares, después de que los médicos legistas lo hubieran examinado sin encontrar rastro alguno que los llevara hacia él. Satisfecho, encendió un cigarrillo y empezó a pensar en sus próximos pasos.

Cuando se dio cuenta, ya era pasada la medianoche. Se levantaba ya para irse a dormir, cuando lo vió aparecer de la nada. Estaba más pálido que nunca, al punto de transparentarse, y traía la misma cara de confusión de cuando murió. Se quedó mirando a su asesino por un buen rato antes de hablar. Su voz sonaba lejana, como si estuviera hablando desde la otra habitación.
- Tú… ¡Me mataste!

El asesino se quedó un instante paralizado ante la aparición, pero se recompuso inmediatamente. Era esa rapidez de pensamiento la que le había dado siempre ventaja sobre él, acompañado de esa sangre fría que lo había hecho cometer el asesinato con tanta eficiencia. Analizó la situación rápidamente y decidió que nada perdía contestando a un muerto.
- Sí… Yo te maté… Y debo admitir que fue más fácil de lo que pensaba… No pusiste mucha resistencia… Tal vez querías que yo te matara… Tal vez ya te habías dado cuenta de lo inútil que era tu vida…
- ¡No es cierto! – alcanzó a responder débilmente – No quería morir… Y nunca creí que fueras capaz de hacerlo…
- ¿En serio? Tú siempre supiste a quién habías contratado…
El fantasma se puso aún más pálido, si eso era posible, como si temiera que aún después de muerto, le pudiera hacer daño.

- ¿Por qué? ¿Por qué me mataste?
- Por el dinero… ¿Por qué otra cosa iba a ser? Ahora será solo cuestión de tiempo para hacer que Arístides, tu abogado, me dé el control de tus cuentas bancarias y el título de todos tus negocios…
Una leve sonrisa apareció al fin en el rostro fantasmal, pero no fue tan rápida como para que el asesino dejara de notarla.
- …Entonces no es Arístides quien tiene tus claves y poderes legales… ¡Es el Doctor Lezcano! Gracias, era lo único que me faltaba por saber…
Un gemido fantasmal se escuchó por toda la sala. El rostro del muerto indicaba claramente que aún no podía creer lo sucedido. Al fin pudo esbozar una amenaza.
- No te saldrás con la tuya…
- ¿Y qué harás? La policía no encontró nada, ya cerraron el caso, y dudo mucho que acepten la declaración de un fantasma si es que se les aparece alguna vez… Tal vez quieras venir a lamentarte por aquí de vez en cuando, pero eso no me importará, pues desde mañana venderé esta casa, las oficinas, y todo lo tuyo, y me iré a vivir al extranjero, no sea que a tu familia se le ocurra sospechar… Y no puedes hacer nada para evitarlo… Estás muerto ¿Recuerdas?
El muerto no contestó, pero su gesto de impotencia mostraba a las claras que aún después de muerto, se veía vencido.
- Adiós, socio… Creo que esta noche iré a dormir a un hotel… Tal vez mañana venda esta casa para hacer un edificio o un centro comercial… Será divertido enterarme dentro de algunos años del fantasma del centro comercial… Adiós…
- No, no puedes irte… Regresa…

Mientras caminaba, encendió otro cigarrillo, sin poder evitar una sonrisa.
- Pobre… Hasta después de muerto sigue siendo un tonto…

1 comentario:

  1. Me ha gustado... pero me ha dado una pena el pobre fantasma... ahora que... estoy convencida, que la vida se encargaría de poner en su lugar a ese malvado!! jajaja

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