¿Nos volveremos alguna vez tan adictos a la internet que preferiremos ver un arco iris o una puesta de sol en la pantalla de la computadora en vez de salir a la calle a verlo con nuestros propios ojos? Lo peor: Parece que ya está empezando a ocurrir.
En las escuelas los estudiantes en vez de copiar lo que está en la pizarra prefieren tomarle una foto con el celular. Las tareas las hacen entre varios con el Messenger.Aunque me considero una persona que está más o menos actualizada sobre las facilidades que nos trae la vida moderna, tengo que aceptar que he vivido también una vida que mis sobrinos y demás infantes considerarían una vida primitiva. Cuando pienso en cómo me las arreglaba en esos tiempos comparado con lo que se hace ahora, caigo en la cuenta de que tengo que contar a los niños cosas que no me van a creer. Una pequeña reflexión sobre mi propia niñez arroja los siguientes resultados:
- Las películas que uno no llegaba a ver en el cine quedaban irremediablemente perdidas. No había forma de verlas en casa, como ahora. Con suerte, después de algunos años, se las reestrenaba en los cines o las pasaban (después de 10 años o más) en la televisión.
- El primer televisor en que veía los dibujos animados en mi niñez era en blanco y negro.
- Para hablar por teléfono a larga distancia, se tenía que contactar primero a la operadora, quien te decía que esperes un tiempo que podía ser entre algunos minutos y hasta tres horas, dependiendo del lugar a donde se llamaba. Cuando al fin te llamaba la operadora para conectarte al número indicado, tenías que casi gritar para que te escuchen del otro lado.- En las ciudades fuera de la capital, la situación era aún peor. Había que llamar primero a la operadora incluso para las llamadas locales. Y los números telefónicos eran de 4 cifras. Había incluso localidades donde los teléfonos eran de una sola cifra.
- En ese tiempo, tener una línea telefónica era un logro importante. Mis padres pidieron una línea cuando nos mudamos a nuestra casa y nos instalaron la línea después de 10 años.
- Los trabajos que hacía en el colegio secundario los escribía en una pequeña máquina de escribir, y los dibujos los hacía a mano.
- Cotidianamente escuchaba radios AM. La FM solamente pasaba música clásica o de los años 50.
- Más tarde, todos nos dimos el lujo de ser millonarios. Aunque un millón no alcanzara para mucho.
Tampoco es que sea tan viejo. Lo que pasa es que en esas épocas – y mis contemporáneos me darán la razón – las novedades tecnológicas llegaban con bastante retraso a mi país, e incluso las importaciones estaban prohibidas, por lo que algunas cosas las conocía de oídas, pero no eran parte de la vida habitual.
¿Qué más nos deparará el futuro?
- Las películas que uno no llegaba a ver en el cine quedaban irremediablemente perdidas. No había forma de verlas en casa, como ahora. Con suerte, después de algunos años, se las reestrenaba en los cines o las pasaban (después de 10 años o más) en la televisión.
- El primer televisor en que veía los dibujos animados en mi niñez era en blanco y negro.
- Para hablar por teléfono a larga distancia, se tenía que contactar primero a la operadora, quien te decía que esperes un tiempo que podía ser entre algunos minutos y hasta tres horas, dependiendo del lugar a donde se llamaba. Cuando al fin te llamaba la operadora para conectarte al número indicado, tenías que casi gritar para que te escuchen del otro lado.- En las ciudades fuera de la capital, la situación era aún peor. Había que llamar primero a la operadora incluso para las llamadas locales. Y los números telefónicos eran de 4 cifras. Había incluso localidades donde los teléfonos eran de una sola cifra.
- En ese tiempo, tener una línea telefónica era un logro importante. Mis padres pidieron una línea cuando nos mudamos a nuestra casa y nos instalaron la línea después de 10 años.
- Los trabajos que hacía en el colegio secundario los escribía en una pequeña máquina de escribir, y los dibujos los hacía a mano.
- Cotidianamente escuchaba radios AM. La FM solamente pasaba música clásica o de los años 50.
- Más tarde, todos nos dimos el lujo de ser millonarios. Aunque un millón no alcanzara para mucho.
Tampoco es que sea tan viejo. Lo que pasa es que en esas épocas – y mis contemporáneos me darán la razón – las novedades tecnológicas llegaban con bastante retraso a mi país, e incluso las importaciones estaban prohibidas, por lo que algunas cosas las conocía de oídas, pero no eran parte de la vida habitual.
¿Qué más nos deparará el futuro?
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