Sin duda los griegos habrían creado una leyenda sobre su origen, tal vez hubieran dicho que fue un regalo de Hefestos, el dios de los volcanes, para los hombres, ya que comerlos es como comer el fuego ardiente de un volcán. Tal vez Homero habría contado la leyenda de Chileón, rey de Agias, quien cultivaba frutos tan dulces en sus jardines, que se jactaba de que ni en el Olimpo se hallaba manjar semejante. Al saberlo Zeus, lanzó furioso uno de sus rayos sobre el rey cuando cuidaba de uno de sus arbustos, y el rayo lo fundió a él con la planta, que desde entonces dio frutos que, al comerlos, uno podía sentir aún el rayo que había caído sobre él.
El ají, como es natural, se habría convertido en el condimento preferido de los arcadios primero, para extender luego su consumo hasta Esparta, en donde se hubiera usado para probar la valentía de los guerreros, y aun se la habría reservado como un alimento para comer antes de las batallas, para aumentar la ferocidad de los soldados.
Al expandirse a toda Grecia, el consumo de ají habría sido parte de los Juegos Olímpicos, y se recordaría a Arquilao, como el único capaz de comer dos platos llenos de ajíes, lo que le valió la corona de laurel, al costo de no poder probar alimentos sólidos por el resto de su vida.
Pero la contribución más importante del ají hubiera sido en la filosofía griega. Nuestro pensamiento y filosofía serían distintos si los antiguos filósofos griegos hubieran conocido el ají. Todos nuestros conceptos sobre el dolor y el placer serían diferentes, y no se verían hoy como sentimientos contrarios. Eros y Tánatos tendrían un significado diferente, El ají, por su sola existencia, habría hermanado las filosofías del hedonismo y el estoicismo.
Estas y otras cosas semejantes estaba pensando, y ya meditaba sobre la influencia del ají en la política y el comercio griegos, cuando llegó el mozo con mi orden en el restaurante.
- Aquí está señor, su cebiche con bastante ají, bien picantito, como a usted le gusta…
Hubiera cambiado la historia. Un beso
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