sábado, 13 de agosto de 2022

El infierno de Dante


Hace mucho tiempo, me embarqué en la lectura de La Divina Comedia. Como a todos, me atrajo la atención su descripción del infierno. Pero ya en ese entonces, algo no me cuadraba. Años después descubrí el porqué. El infierno de Dante es demasiado organizado: Siempre hay un lugar para cada cosa y cada cosa está en su lugar. Todo funciona correctamente, incluso el sistema de justicia. Tal perfección parecería divina, si no fuera porque el lugar es justamente la antítesis del cielo. No parece sino que Dios lo hubiera creado y convertido a Lucifer en un mero administrador. Tal vez por eso se me hizo tan falso, tan irreal. A ese infierno le falta una dosis de imperfección. Tal vez castigos que cambian, condenas injustas, errores en algún lugar, algo que agregue a la tortura de las almas la tortura de la incertidumbre, el temor de que el castigo cambie para peor en cualquier momento.
Con todo, los castigos no han de ser tan terribles si las almas pueden darse un tiempo para conversar con Dante y contarle su historia y hasta darle consejos. Quizás Virgilio pidió las autorizaciones correspondientes para transitar en el periodo de descanso de los castigos eternos, tal vez en algún momento a Satanás se le ocurrió hacer visitas guiadas por el infierno y tras el rechazo de la idea sólo quedó la vereda de la ruta del azufre.
Al igual que todo el mundo que ha leído la obra en los últimos siglos, me quedé con la impresión de que el infierno es un bonito lugar para hacer turismo, pero no para quedarse a vivir. Al fin y al cabo, yo sólo quería llegar a la casa de una amiga.
- ¡Hola, Beatriz! Muy bonito tu barrio, pero para llegar aquí hay que pasar por unos sitios bien feos, no sabes todo lo que he pasado para venir, invítame algo bien helado para beber y te cuento…

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