martes, 23 de agosto de 2022

Izquierdas y derechas



Uno de los grandes descubrimientos sobre la vida que he hecho últimamente es que, de un tiempo a esta parte, el mundo se ha polarizado entre izquierdas y derechas. Y yo, orgulloso integrante de la generación X, me he quedado sin piso, en unos tiempos en que dudar de lo que dice un derechista me hace un comunista recalcitrante, heredero de Stalin y Mao, y ponerle un pero a un izquierdista me convierte en un empleado de George Soros, propulsor de vacunas que alteran el ADN y heraldo del nuevo orden mundial que nos convertirá a todos en esclavos. 

Y cada vez que comento alguno de los sucesos políticos de actualidad me encuentro con la versión política de la discusión sobre si el vaso está medio lleno o medio vacío. Cada vez me cuesta más trabajo mantener mi posición ultra centrista, porque el conflicto entre derechas e izquierdas ha rebasado ya el ámbito político y se ha extendido a todos los aspectos de la vida. Pongo algunos ejemplos: 

Escuchando tranquilamente canciones de los Beatles, comento mis preferencias por tal o cual canción, y aparece alguien que me acusa de algo así como de derechismo beatle. Resulta que preferir las canciones de John Lennon es ser izquierdista en versión beatle, y que, como John Lennon, es ser alguien que arremete contra el sistema, habla lo que piensa sin pelos en la lengua y que busca la unión entre toda la gente del mundo, como en la canción “Imagine”. En cambio, preferir las canciones de Paul McCartney es estar a la derecha del fanatismo beatle, ser un burgués centrado solamente en obtener éxito y dinero con tontas canciones de amor. A los que nos mantenemos en el puro amor a la música, nos toca soportar ser tildados de marxistas lennonistas o macartistas. 

En el trabajo, alguien me vio firmar algunos documentos con la mano izquierda y antes de que me diera cuenta, ya se había corrido la voz de que yo era tan izquierdista que hasta escribía con la mano izquierda. De inmediato recibí muestras de adhesión por parte de los obreros y miradas sospechosas de aquellos más vinculados a las labores gerenciales. Tuve que emitir un comunicado oficial declarando que ser zurdo es una posición biológica y no política. Tuve que agregar, además, en defensa propia, que el uso preferente de una mano no influye en mi desempeño profesional ni en mis valores morales, pues he conocido tanto a diestros muy siniestros, como a zurdos muy derechos. 

En otra ocasión, disfrutando de un agradable fin de semana con amigos, se me hizo tarde, y tuve que salir a la calle a buscar un taxi que me lleve a mi casa. Allí caí en la cuenta de que se puede hacer una clasificación de borrachos de acuerdo al sentido en el que el mundo da vueltas producto del alcohol. Existen entonces borrachos dextrógiros, que se marean hacia la derecha, y borrachos levógiros, que giran hacia la izquierda. Esa misma noche hicimos la demostración de mi nueva teoría al hacer todo el grupo la prueba de tratar de caminar sobre una línea recta. Allí pudimos comprobar quiénes eran borrachos dextrógiros y levógiros, de acuerdo al lado hacia el que nos caímos al hacer la prueba. Y este experimento tuvo carácter oficial, pues lo hicimos en presencia de la policía. Hasta el capitán de la comisaría se mostró interesado en mi teoría sobre borrachos derechistas e izquierdistas. 

Y así, detalles aparentemente triviales como tener un celular 5G o comer en un puesto de comida callejero lo convierten a uno en izquierdista o derechista, según quién te vea. Hasta el hecho de declarar ser feliz me ha ganado el descalificativo de derechista, que es tan egoísta que se atreve a decir que es feliz habiendo tanta gente que no tiene nada y que es explotada por los poderes fácticos. 

 Como yo no me fío de opiniones subjetivas, trato de analizar fríamente mi orientación, veamos: Si bien escribo con la mano izquierda, el hemisferio dominante de mi cerebro es el derecho; en la calle avanzo por la izquierda, pero conservo mi derecha; cuando me quiero peinar, levanto la mano izquierda y mi reflejo responde levantando la derecha. Resulta que yo soy mi propio Ying y mi propio Yang, o lo que es lo mismo, soy un centrista en promedio. 

En medio de todo, sigo luchando por mi posición de centro, que envidia el dinero de los derechistas y las amistades de los izquierdistas. Me niego a aceptar que el ángel que me susurra se coloca siempre a mi derecha y que el diablo está siempre a la izquierda, de lo cual tampoco estoy seguro si funciona así para un zurdo.

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