miércoles, 11 de junio de 2014

Para sobrevivir a la soledad


Para sobrevivir a la soledad hay que saber engañarla, dejar que pase por los costados, por arriba, por abajo, no importa que la forma no sea elegante o tenga poca gracia, lo importante es nunca pararse al frente de ella, jamás verla a los ojos con la estúpida idea de interpretar lo que se esconde detrás de ellos; lo importante es nunca citarla como hace un torero con su bestial enemigo, lo importante es siempre estar dispuesto a retroceder un poco más y si es necesario a correr.

Para sobrevivir a la soledad hay que saber lanzarse al burladero rápido y con agilidad, buscando la protección de los muros de mentira que sentimos que nos protegen.

Para evitar la soledad hay que tener hambre, pero de verdad, hay que dejar que el sonido de las tripas sea quien distraiga a la cabeza; hay que buscar problemas serios, de esos que nos hacen luchar cada día por sobrevivir, por lograr una bocanada más de aire, por mantenernos a flote; para ello, uno está en la obligación de enfrascarse en todas las peleas que pueda porque las heridas físicas siempre serán menos dolorosas que la soledad instalada en los huesos.

Para evitar la soledad hay que renunciar a los recuerdos, ya que intentar revivir aquello que ya nos dejó, las felicidades o tristezas, solamente hacen menos fácil la vida presente. También tienes que renunciar a vivir mucho en el futuro, aislarse por anticipado en los dolores que no llegan, tampoco nos lleva a nada. Para evitar la soledad, debes crear recuerdos para luego olvidarlos; tienes que hacer planes para luego encajonarlos.

Para evitar la soledad hay que dejar que te duelan los huevos u ovarios, nada te hace acercarte a los demás como las ganas viscerales de aparearte, nada te vuelve más social e inclusivo, sin discurso político; hay que convertirse en un animal alerta, en un sigiloso cazador de oportunidades, de señales, de ilusiones, de mentiras; no importa si las crees o las fabricas, lo que se valora es la capacidad para vivir en ellas haciéndolas tuyas. 

Para evitar la soledad no se le puede huir al dolor, por el contrario uno debe ser un maestro para inflingirlo, a uno y a los demás, nada te hace sentir más vivo que, conscientemente, poner la vida en peligro.

Para evitar la soledad hay que evadirse de uno mismo, ennegrecer la diáfana claridad de este sol idiota, entorpecer el entendimiento de las cosas, apagar las percepciones, dejar de valorar el entorno para solamente aceptarlo y fluir con él en cada caso necesario. Nada facilita más la felicidad que la idiotez.

Para evitar la soledad, hay que saber esconderse en la multitud, evitar destacar siguiendo la estúpida idea moderna de la individualidad; uno debe convertirse en un ser convencional, social, gremial, grupal, hay que formar parte de lo que sea que te de un sentido de pertenencia, aunque sea falso; siempre es mejor reír de dos.

Para evitar la soledad, hay que esconderse del llanto y la tristeza como si fueran la peste; nada te aísla más que arrastrar una cara de llorona como tarjeta de presentación.

Para poner en práctica todo esto y evitar la soledad, lo más importante es mantenerse vivo; después ya nada importa.

¡Ajá! ¡Te pillé, tonto! Este post no es tuyo, lo has sacado de http://peregrinoinmovil.wordpress.com/2014/01/31/breve-manual-para-evitar-la-soledad/ Confiesa que te hubiera gustado escribirlo tú.

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