Para sobrevivir a la soledad hay que saber engañarla, dejar que pase por los costados, por arriba, por abajo, no importa que la forma no sea elegante o tenga poca gracia, lo importante es nunca pararse al frente de ella, jamás verla a los ojos con la estúpida idea de interpretar lo que se esconde detrás de ellos; lo importante es nunca citarla como hace un torero con su bestial enemigo, lo importante es siempre estar dispuesto a retroceder un poco más y si es necesario a correr.
Para sobrevivir a la soledad hay que saber
lanzarse al burladero rápido y con agilidad, buscando la protección de los
muros de mentira que sentimos que nos protegen.
Para evitar la soledad hay que tener
hambre, pero de verdad, hay que dejar que el sonido de las tripas sea quien
distraiga a la cabeza; hay que buscar problemas serios, de esos que nos hacen
luchar cada día por sobrevivir, por lograr una bocanada más de aire, por
mantenernos a flote; para ello, uno está en la obligación de enfrascarse en
todas las peleas que pueda porque las heridas físicas siempre serán menos
dolorosas que la soledad instalada en los huesos.
Para evitar la soledad hay que renunciar a
los recuerdos, ya que intentar revivir aquello que ya nos dejó, las felicidades
o tristezas, solamente hacen menos fácil la vida presente. También tienes que
renunciar a vivir mucho en el futuro, aislarse por anticipado en los dolores
que no llegan, tampoco nos lleva a nada. Para evitar la soledad, debes crear
recuerdos para luego olvidarlos; tienes que hacer planes para luego
encajonarlos.
Para evitar la soledad hay que dejar que
te duelan los huevos u ovarios, nada te hace acercarte a los demás como las
ganas viscerales de aparearte, nada te vuelve más social e inclusivo, sin
discurso político; hay que convertirse en un animal alerta, en un sigiloso
cazador de oportunidades, de señales, de ilusiones, de mentiras; no importa si
las crees o las fabricas, lo que se valora es la capacidad para vivir en ellas
haciéndolas tuyas.
Para evitar la soledad no se le puede huir
al dolor, por el contrario uno debe ser un maestro para inflingirlo, a uno y a
los demás, nada te hace sentir más vivo que, conscientemente, poner la vida en
peligro.
Para evitar la soledad hay que evadirse de
uno mismo, ennegrecer la diáfana claridad de este sol idiota, entorpecer el
entendimiento de las cosas, apagar las percepciones, dejar de valorar el
entorno para solamente aceptarlo y fluir con él en cada caso necesario. Nada
facilita más la felicidad que la idiotez.
Para evitar la soledad, hay que saber
esconderse en la multitud, evitar destacar siguiendo la estúpida idea moderna
de la individualidad; uno debe convertirse en un ser convencional, social,
gremial, grupal, hay que formar parte de lo que sea que te de un sentido de
pertenencia, aunque sea falso; siempre es mejor reír de dos.
Para evitar la soledad, hay que esconderse
del llanto y la tristeza como si fueran la peste; nada te aísla más que
arrastrar una cara de llorona como tarjeta de presentación.
Para poner en práctica todo esto y evitar
la soledad, lo más importante es mantenerse vivo; después ya nada importa.
¡Ajá! ¡Te pillé, tonto! Este post no es tuyo, lo has sacado de http://peregrinoinmovil.wordpress.com/2014/01/31/breve-manual-para-evitar-la-soledad/ Confiesa que te hubiera gustado escribirlo tú.
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