lunes, 24 de marzo de 2014

Lucifer, una historia comercial


Dentro de toda la avalancha de letras que trato de meterle a mi cerebro, es inevitable que entre alguno que otro texto religioso. Mucha gente quiere convencerme de su particular visión del cielo y el infierno y que le rece a quien ellos dicen y como ellos dicen. Lo cual no sería tan malo si no fuera porque dentro de tales enseñanzas religiosas viene también el germen del capitalismo. Esa otra religión que es la base del poder yanqui, y que tiene también profundas raíces religiosas allá en los Yunaites. Una de las vertientes modernas es mezclar la enseñanza comercial con historias religiosas, como aquel famoso libro en que el Apostol San Pablo es convertido en simple vendedor de mercaderías.

Desde que leí el libro citado, encuentro cada vez más de esas enseñanzas en cursos de gestión empresarial, y a la vez, en los textos de difusión religiosa que regalan en revistas y libritos, veo más conceptos de marketing y gestión personal aplicados a la difusión de La palabra, hasta convertir mi pobre mente en un laberinto incapaz de diferenciar dónde termina uno y dónde empieza el otro.
Por eso, la próxima vez que me venga alguien con cursos de venta religiosa, comercio de almas y seguros de vida eterna, pienso contarles la verdadera historia del Lucifer capitalista, expresada de forma moderna y empresarial, la que va más o menos así:

En el tiempo en que recién se había creado el cielo y la tierra, Luzbel era uno de los mejores elementos del negocio divino, habiendo sido nombrado varias veces empleado del mes. En esos días, la carrera de ángel era gratificante, había muchas cosas por hacer, y Luzbel había ascendido, gracias a sus ideas innovadoras y gestión de equipos, hasta el puesto de arcángel, que era como decir vicepresidente a cargo de una división en nuestros días.
El hecho de haber llegado al tope de su carrera (pues era sabido que el jefe nunca se iba a retirar)  no amainaba el ánimo de Luzbel, quien siempre se presentaba con ideas novedosas para mejorar la gestión de la empresa, hasta que se cuenta que las sugerencias que proponía en las reuniones de gerencia eran solo aceptadas a medias y que solo llevaban a cambios en los detalles. Es entonces cuando propone cambios estructurales para aumentar la eficiencia, mejorar los productos y poner a la empresa a tono con los tiempos. En ese tiempo fue conocido por ser el autor intelectual del proyecto Lilith, que iba viento en popa hasta que el jefe se dio cuenta y detuvo el proyecto, diciendo que el producto que quería lanzar estaba en contra de las políticas internas, que no era parte de la visión de la empresa, para finalmente cambiar totalmente las características hasta convertirlo en el proyecto Eva, que fue impuesto finalmente en el mercado gracias a su posición de predominio.

Sin desanimarse, intentó aun hacer algunos cambios al nuevo modelo, que incluían una pasión por la ropa y y el gusto por las manzanas, lo que le costó el puesto en la empresa, siendo despedido. Luzbel siempre recordaría su despido como una injusticia, pues no le dieron ni preaviso, ni beneficios sociales, ni seguro de desempleo.

Una vez fuera de la empresa, decidió que la mejor manera de poner en práctica sus ideas era poner en marcha una iniciativa privada, atacar la posición monopólica de su antiguo jefe abriendo un negocio que le hiciera competencia en el rentable mercado de las almas. Como el nombre Luzbel ya estaba registrado, lo cambió por Lucifer, que tiene más punche comercial, como quedó demostrado en los focus groups realizados.

Al fin, se había cumplido el sueño del negocio propio, de ser su propio jefe. Como en todo negocio nuevo, Lucifer tuvo algunos clientes que se acercaron por curiosidad, otros que estaban decepcionados del modelo monopólico, otros se dieron cuenta que no les daban todo lo que pedían, otros se mudaron por el servicio. Así, en poco tiempo, la nueva empresa prosperó e incluso amenazó con tener más clientes que la antigua matriz. Pero Dios, dueño de la empresa dominante, decidió hacer uso de su posición de poder y mandó un diluvio que literalmente barrió con la clientela, apropiándose de las almas que quedaron en el desastre. Esto era a todas luces un abuso de poder, pero no había dónde quejarse. Lucifer decidió que tenía que ganar en el lado de la creatividad.

Así, Lucifer puso a prueba su imaginación y su empeño para hacer crecer el negocio. Introdujo nuevas ideas para la recolección de almas, ofreció atención personalizada a través de sus representantes de ventas, facilitó los trámites de admisión, se especializó en la promoción a través de bailes, fiestas y licores, creando un serio problema de competencia a Cielo, que se manejaba todavía utilizando los viejos paradigmas.

Desde entonces se libra una guerra comercial por el predominio del mercado, cada cual ofreciendo sus virtudes a los potenciales clientes. Y como siempre, hay clientes fieles a la marca y los que despotrican contra la de la competencia.

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