domingo, 30 de marzo de 2014

El cementerio de robots


Camino en medio de las enormes pilas de chatarra con el dueño del depósito, quien me sirve de guía. Yo pensaba encontrar solamente montículos informes de chatarra y partes irreconocibles, pero esto es muy diferente: brazos, piernas y cabezas aun con la piel artificial colocada, que se ve sucia y desgarrada, haciendo que parezcamos circular entre montañas de cadáveres. Hasta ese momento, nunca me había preguntado qué pasaba con los robots que son reemplazados por modelos más avanzados.

-          Hay que tener cuidado al caminar – Me dice mi acompañante, mientras alista una larga barra de acero – A veces los robots atacan a los visitantes – Al preguntar cómo es que pueden atacar, me explica:
-          Desde que salieron los robots con baterías autorrecargables, se ha vuelto un problema, los robots obsoletos tienen aún carga cuando los traen aquí, y tratan de mantenerse funcionando.

En ese momento justo, uno de los brazos alcanza mi pierna, sujetándola fuertemente, haciéndome trastabillar. El dueño del depósito clava la varilla en la articulación, liberándome. Se escucha un grito apagado, el brazo estaba unido todavía a un pedazo de tórax y una cabeza. El grito es tan humano que me espanta, haciéndome retroceder, y a mi acompañante soltar una carcajada.
-          No se asuste, le dije que aquí pasan estas cosas…
-          ¿Por qué no desconectan a los robots antes de llegar aquí?
-          Es muy difícil apagarlos, señor, tienen pequeños servomotores en las articulaciones, y las baterías son autorrecargables, como le dije… Además, solo es cuestión de tener un poco de cuidado, ¡Mire, aquí hay otro! – Sin darme tiempo a reaccionar, asesta una estocada con la varilla a un robot que intentaba incorporarse. El robot cae atravesado. Al caer inerte, su mano es estrechada por otra mano robótica. La cabeza a la que pertenece la mano queda mirando con tristeza a su compañero.
-          ¡Los robots! ¡Están sufriendo!
-          No – me responde el dueño - es solo su programación de sentimientos artificiales…
-          Pero…
-          ¿Usted también es de los que creen que los robots tienen sentimientos? No, es solo programación, no es tan difícil programar sentimientos artificiales… Por ejemplo, si un robot detecta una situación de peligro para alguien a su alrededor, modificará su expresión para mostrar tristeza y buscará en su banco de datos alternativas de solución, como la que acaba de ver… Las bases de datos están cargadas con miles de situaciones en las que deben mostrar alegría, ira, tristeza… Si la situación no está en su banco de datos, mostrará sorpresa… No es tan difícil...

Un robot, semienterrado en la chatarra, trata de estirar un brazo mutilado. – Ayúdeme – Dice casi en un susurro. Esta vez la varilla le atraviesa justo en el ojo.
-          Hay que apagarlos, los robots pueden ser traicioneros… Una vez, me llegó un  robot autorreparante, tomó piezas de otros robots y juntó baterías para poder levantarse… Cuando me di cuenta, ya estaba atacándome… Suerte que tenía la varilla cerca… Otra vez sorprendí a uno que ya se estaba escapando por la cerca… Tuve que cortarle las piernas con una sierra…

Solo entonces me doy cuenta de la cantidad de robots que todavía pueden moverse débilmente. La montaña de piezas parece moverse penosamente en todas direcciones. Una de las cabezas me lanza una mirada de profunda tristeza mientras lágrimas sucias salen de sus ojos. El dueño no hace caso y solo usa la varilla con aquellos que tratan de levantarse. Todos los robots que han sido remplazados por modelos más modernos parecen estar aquí. Incluso puedo ver robots con formas infantiles tratando de arrastrarse fuera de la pila de miembros, cabezas y troncos despeinados y sucios. No imagino qué pasará cuando los nuevos modelos de robots orgánicos se vuelvan obsoletos y lleguen a este tiradero casi humano. Tal vez me ocurra lo mismo que al dueño de este cementerio de robots, a quien su trabajo ha endurecido tanto que no tiene problema alguno en atravesar cabezas y extremidades con una varilla de acero.

-          ¡Maldición! ¡Este estaba vivo! Esto está pasando cada vez más, señor, los ladrones asaltan personas, y cuando el robo sale mal, arrojan aquí los cuerpos moribundos… Sigamos a la oficina, tenemos que reportarlo…

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