lunes, 20 de enero de 2014

Todos los chinos son iguales


Durante el trabajo en el que me encuentro, ha venido un grupo de chinos a asesorarnos en el montaje de algunos equipos. Aclaremos: son chinos de China, no simples descendientes de los que abundan en mi país. No son japoneses, ni coreanos, que con ellos mal que bien puedo entenderme. Son chinos chinos. Esto no debería ser excepcional si no fuera por el hecho de que todos se parecen como un chino a otro. Yo creía que eso de que todos los chinos son iguales era una leyenda o cuando menos una exageración creada por los europeos, que creen ser diferentes por ser rubios, morenos o pelirrojos.
El grupo de chinos (del cual no conozco ni siquiera el número porque no los he visto nunca juntos y no logro diferenciar cuál es cuál) camina con uniformes iguales de tela delgada y esas zapatillas chinas todas iguales como para hacer aún más difícil la tarea de distinguirlos. Ni siquiera el hecho de que en el grupo hay una mujer me hace más fácil saber a quién me estoy dirigiendo cuando busco a alguien. Los nombres tampoco me ayudan, pues los escucho todos iguales y cuando les pido que me lo escriban me ponen en el papel unos signos indescriptibles que me hacen imposible saber si están escribiendo o si solamente están probando el lapicero a ver si funciona. Esta circunstancia me ha hecho cambiar mi concepción del universo en lo que a los chinos se refiere.

 Anteriormente a esta experiencia no había tenido tratos con chinos, y mi concepción de ellos se reducía simplemente a la convicción de que el último producto duradero que hicieron fue la Gran Muralla, o a la sospecha de que su alfabeto nos brinda 6,000 posibilidades de hacerse un tatuaje. Ahora tengo que tratar con ellos, con la dificultad de que solo uno de ellos habla un español muy malo, y otro habla un inglés que más que inglés parece la imitación hecha en China de ese idioma. En fin, comunicarse con ellos es una verdadera tortura china. Me pongo a reflexionar entonces sobre varios aspectos de la cultura milenaria de los chinos que ahora se integra en nuestra cosmopolita modernidad:
  • Teniendo en cuenta la cantidad de productos chinos que nos invade ahora, me hace pensar que aplican el mismo sistema con sus habitantes, y que en algún momento tomaron a un chino y lo repitieron ad infinitum para que todos se vean iguales. Esta cualidad los debe ayudar mucho en sus prácticas de espionaje industrial, el cual debe ser tan fácil como buscar un chino en una fábrica europea y luego cambiarlo sin que nadie se dé cuenta, ya que no pueden diferenciarlo con otro.
  • Tal vez lo que pasa es que otro de los secretos milenarios de los chinos es que han conseguido dominar la clonación humana siglos antes que los europeos, tan orgullosos ellos por poder clonar una simple oveja, sin saber que los chinos han clonado a miles de sus habitantes.
  • Los documentos de identidad en China deben considerar la foto como un adorno más, pues aunque vea las fotos no puedo saber a quién pertenece. No me imagino tampoco cómo hacen los chinos cuando quieren denunciar a alguien por algún delito o cuando reportan su desaparición en la comisaría: Describa al sujeto, preguntará el oficial de guardia, y la descripción será siempre la misma. Traerán al demandante 3,176 sospechosos que encajan con la descripción dada, los pondrán en fila y pedirán al demandante que lo identifique. No sé los demás, pero a mí una experiencia así me volvería loco.
  • No sé si eso que dicen las mujeres que todos los hombres son iguales tuvo su origen en una mujer china a quien se le escapó el marido, pero cada vez que una mujer dice que todos los hombres son iguales la imagino en China a ver qué dice.
  • Del mismo modo las denuncias por paternidad deben se también muy difíciles por allá, partiendo del hecho de que la china madre le puede decir a su esposo tranquilamente "Mira tu hijito, es igualito a ti, tiene tus ojos, tiene tu cara". Esto me lleva a la sospecha de que los chinos son iguales hasta en el ADN.
  • Quizás también es un mito el los chinos sean tantos millones como dicen que son. Tal vez no son tantos, sino que al hacer la contabilidad muchos pasan más de una vez y nadie se da cuenta. Tal vez son tan parecidos que hasta en las huellas digitales se parecen.
  • Seguro que al preguntarle a un chino me dirá que ellos no son iguales y que todos son diferentes. Me imagino a un chino volviéndome loco mostrándome a su grupo de amigos e indicándome que este es el ñato, este el que tiene cara de dormido, este el cachetón, este el bronceado y este el de peinado raro, y yo tratando inútilmente de distinguirlos. Lo de cómo reconocer a un chino entre la multitud debe ser un secreto ancestral celosamente guardado.
Hoy, para dormirme, no contaré ovejas, contaré chinos.

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