jueves, 17 de octubre de 2013

La lección de Abu Navid


En aquellos tiempos en que Abu Navid El Apócrifo no era aún muy conocido, antes de sus primeros viajes, no era raro encontrarlo ejerciendo el oficio de tejedor al frente de su casa. Los caminantes que lo conocían se detenían para conversar con él y obtener algo de su sabiduría, que ya era conocida en el pueblo. En uno de esos días en que el maestro Navid se encontraba ocupado en su labor, se le acercó un joven.
-   Salve, maestro – Le saludó - He venido en busca de tu consejo, pues se dice que eres el más sabio de este pueblo, y…
Navid le interrumpió rápidamente: -  Tal vez sea conocido en este pueblo por mi poca o mucha sabiduría, pero también me estoy haciendo conocido como un tejedor que no entrega a tiempo sus encargos, y esta fama suele ser más duradera que la otra.  Vuelve, pues, mañana, y te daré la lección que buscas.
Navid El Apócrifo continuó con su trabajo sin dar oportunidad al joven para siquiera despedirse.

Al día siguiente, el joven regresó y encontró a Abu Navid aun tejiendo la pieza del día anterior. Apenas levantó la mirada para ver al joven, haciendo una seña para que guardara silencio y esperara. El joven se sentó en el piso y esperó, tal como se le había indicado. Así pasó una hora, y otra más. El joven, que había tratado de mantenerse paciente durante ese tiempo, no pudo contenerse más y se levantó para hablar. Nuevamente, si levantar la vista de su trabajo, Navid le indicó con un gesto que esperase. Así pasó otra hora hasta que el maestro terminó al fin su trabajo. Casi al mismo tiempo, llegó el mercader que había entregado el trabajo. Después de un rápido examen de la prenda el mercader se retiró tras pagarle el precio acordado. Abu Navid quedó solo con el joven.
-  Estoy fatigado, ya puedes retirarte – Le dijo al joven – Yo entraré a mi casa y comeré algo, luego descansaré un poco.
-  Pero… ¿Y la lección que me prometiste? – dijo el joven, sorprendido y molesto.
- Te acabo de dar una lección importante – respondió el maestro – Si tienes un deber que realizar, no dejes que nada te interrumpa, luego podrás disfrutar de los frutos de tu labor. Ahora, con tu permiso, me retiraré a dormir – Dijo, levantándose y entrando en la casa.

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