viernes, 11 de octubre de 2013

Historias incompletas


Una mujer pasa por mi lado, llorando. Lleva con un andar vacilante a un perro al que abraza como si fuera un niño. La razón por la que está llorando, el porqué está llevando al perro en brazos y hacia dónde va es un misterio para mí. Su historia es una que no podré contar, yo solo soy un extraño, alguien que solo pasa casualmente por su lado.

En el lugar donde trabajo, dos de los empleados pasan conversando ruidosamente poco antes de la hora de salida. Tal vez están planeando el fin de semana en alguna fiesta o en un partido de fulbito. El caso es que no puedo entender lo que hablan, porque los dos obreros están hablando en quechua. Empiezo a imaginar que alguno de los dos ofrecerá una fiesta en su casa por el nacimiento de su hijo, o tal vez van a celebrar la fiesta patronal de su pueblo. Nuevamente soy un intruso en una historia que me es totalmente ajena.

Una de las empleadas de la oficina ha pedido su baja en la empresa. No ha dado razón para abandonar su trabajo, tal vez solo a su jefe inmediato, quien la está dejando partir casi de un día para otro. Solo los rumores dentro de su oficina tratan de dar alguna luz sobre el tema. Se habla de su enamorado, quien la llamaba constantemente, de que ha conseguido un puesto mejor en una empresa de la competencia, de un embarazo no deseado, en fin, la cantidad de versiones da fe de que nadie en realidad sabe la razón de este retiro. Hay una historia, sin duda, pero nadie la conoce, excepto su protagonista.

Un día, de pronto, aparece un gato en mi casa. Se instala silenciosamente en mi patio, como si fuera un conocido que llega de lejos y pide un lugar donde descansar un momento en un viaje. Las preguntas por el vecindario sobre si pertenece a alguien no arrojan resultado alguno. A falta de un dueño, le doy alojamiento por unos días, lo alimento y le dejo quedarse unos días. Tras haber repuesto fuerzas, el gato se va y no lo vuelvo a ver más. De dónde vino, cómo llegó a mi casa y hacia dónde se fue, es un misterio que el gato no puede contarme, y que aunque yo pudiera entenderlo, quizá no tendría interés en compartirla conmigo.

Caminando por la calle, en el bus, en el parque, en todos sitios encuentro personas con una historia que contar cada una de ellas. Hay muchas historias que veo a mi alrededor, pero que desconozco y no puedo contar. Solo me queda completar alguna historia que colocar aquí, en los días en que me acompaña la inspiración.

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