miércoles, 14 de noviembre de 2012

Las historias que no leerán aquí


En estos días estoy un poco falto de inspiración. Tal vez sea porque he estado pasando más tiempo en Twitter, ese sitio donde se consagra la inmediatez de la lectura, y la inspiración no necesita más de una frase para expresarse. Aunque navego por allí con la excusa de buscar la inspiración para un próximo post, me quedo leyendo los tweets de mi lista, a veces respondiendo alguno y otras creando uno o dos tweets para mi propia cuenta. Así se me va el tiempo que estoy frente a la computadora siempre con el fondo musical de la colección que tengo guardada, desfile de tipos y variedades de música. Entonces me pongo a pensar en las cosas que podría escribir. La razón ya no es la falta de ganas, como antes, pues ya tengo la costumbre adquirida en estos 5 años que estoy llevando este blog. Las razones ahora son otras. Las ideas que se me ocurren ahora son muy cortas y no alcanzan siquiera para la pequeña longitud de mis historias. Muchas veces es solo una frase o aún menos. Algunas de ellas están lo suficientemente definidas como para convertirse en un tweet, que voy acumulando primero en los posts que llamo “frases twitteables” y que contrariamente a la lógica, publico después de mucho tiempo en mi propia cuenta de Twitter, tal vez en otra muestra de mi consideración de este blog como mi actividad principal.

Y es en estas ocasiones en que solo me queda lamentar las historias que tengo y que no puedo escribir. Es que tengo historias que pertenecen a otros, o que son tan cercanas a mí que escribirlas sería violar el poco cuidado anonimato que mantengo en este blog.

Una de estas historias, y la que más lamento no poder escribir, me la contó un señor ya de edad a quien conocí por motivos de trabajo. Al llegar a su oficina, quedé intrigado por el origen del logotipo de su empresa, y dicho señor, viendo mi interés, accedió a contarme la historia de su familia, historia que recorría más de un siglo y medio y abarcaba tres continentes, se involucraba en la política y el honor hasta llegar a la época actual. Incluso esa historia el señor había encargado en algún momento ponerla en letras de molde, en un libro lleno de fotos que me enseñó orgulloso. Por una casualidad, a las pocas semanas un artículo histórico en el suplemento dominical del periódico mencionaba algunos detalles y agregaba otros al relato que yo ya conocía. Esto me confirmó la veracidad de la historia y completó algunas lagunas que el señor evitó por pudor decirme. En fin, tengo una historia apasionante que no puedo escribir. Las personas a las que he contado esta historia verbalmente siempre han quedado sorprendidas e incluso me preguntan si es que no la he inventado o exagerado. Pero no es así. Al que me encuentre personalmente le contaré gustoso el relato, pero no la verán escrita aquí, ya que no me pertenece, y como dije, está publicada, aunque incompleta, en un libro.

La segunda de las historias es sobre un amigo mío con un carácter tan especial que la gente no puede creer que exista cuando cuento algunas de las anécdotas de las que he sido testigo. Sobre esto no tengo una, sino decenas de historias, todas surrealistas pero verdaderas. Durante un tiempo la charla habitual de sobremesa en el grupo de trabajo que entonces formaba se componía de una de las historias de este personaje. Las historias eran increíbles y disparatadas, pero el protagonista estaba presente para confirmar la veracidad del relato. Un par de esas historias las he podido disfrazar lo suficiente para publicarlas en este blog, pero el resultado me ha parecido un pálido reflejo de la historia verdadera. A otras personas a las que he referido algunos de los hechos (y que ignoran totalmente que mantengo este blog), les ha parecido tan increíble que me han animado a escribir la historia completa. Pero nuevamente estoy impedido de escribirla, pues el protagonista, a pesar de todo, es aún mi amigo, y en la mayoría de los relatos no sale bien parado. No soy capaz entonces de cambiar una amistad por una historia. Nuevamente, cuando mis amigos me lo piden, puedo contar la historia con todos sus detalles. Incluso una amiga una vez me invitó un café específicamente para que le cuente la historia, la que narré muy incompleta por falta de tiempo y porque en ese entonces la historia no llegaba todavía a su final. Aún le debo el final, que sucedió hace algunas semanas. Esta historia entonces no la puedo escribir, aunque hay esperanzas de que algunos episodios aparezcan aquí, muy disfrazados para evitar problemas, como ya he hecho en dos o tres ocasiones.

Otras historias hay que no puedo contar, pero eso lo dejaré para otra ocasión en que no tenga nada que contar y pueda al menos contar algo sobre las historias que no puedo contar.

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